Un premio a los disidentes chinos
El comit¨¦ noruego que otorga el Premio Nobel de la Paz ha hecho bien en conceder el de este a?o a Liu Xiaobo. La furiosa reacci¨®n del Estado chino demuestra lo complicado que va a ser actuar como es debido a medida que nos adentremos en un mundo cada vez m¨¢s posoccidental.
Liu Xiaobo es exactamente el tipo de persona que merece este premio, como Andr¨¦i S¨¢jarov, Aung San Suu Kyi y Nelson Mandela. Hace m¨¢s de 20 a?os que defiende sin descanso un cambio no violento en China, siempre orientado hacia un mayor respeto a los derechos humanos, el imperio de la ley y la democracia. El precio de ese activismo pac¨ªfico ha sido el de a?os de c¨¢rcel y acoso. A diferencia del ganador del a?o pasado, Barack Obama, que obtuvo el premio solo por lo que hab¨ªa prometido hacer, Liu lo ha conseguido por lo que ha hecho ya.
La concesi¨®n del Nobel a Liu Xiaobo es audaz y acertada. Ataca al Estado chino donde m¨¢s le duele
Las autoridades chinas intentaron por todos los medios que no se lo concedieran. Amenazaron directamente al comit¨¦ del Nobel con consecuencias negativas para las relaciones entre China y Noruega. Posteriormente han calificado el premio de "obscenidad" y han prohibido cualquier menci¨®n de ¨¦l en los medios chinos, sujetos a la censura; adem¨¢s han sometido a la esposa de Liu a arresto domiciliario, han detenido a otros intelectuales cr¨ªticos, han cancelado las negociaciones sobre las exportaciones pesqueras de Noruega a China y en estos momentos deben de estar debatiendo, sin duda, qu¨¦ hacer ahora. Por ejemplo, ?permitir¨¢n que su mujer, la fot¨®grafa Liu Xia, viaje a Oslo a recibir el premio en nombre de su marido encarcelado?
Mientras tanto, en las capitales de Occidente, muchos est¨¢n pregunt¨¢ndose discretamente si la decisi¨®n ha sido verdaderamente buena. Es una cuesti¨®n importante sobre la que es preciso reflexionar, pero existe un argumento, no s¨¦ si hip¨®crita o iluso, que debemos echar por tierra de inmediato. Se trata de la afirmaci¨®n de que no es bueno que un disidente destacado reciba el Nobel, ni siquiera para los dem¨¢s disidentes. Ya lo dec¨ªan aquellos pol¨ªticos occidentales que se negaban a entrevistarse con S¨¢jarov, Lech Walesa o V¨¢clav Havel. Un escritor ruso, comentando la visita de un viejo pol¨ªtico estadounidense a Mosc¨², me dijo: "Dice que a S¨¢jarov no le vendr¨ªa bien que se vieran, pero lo que quiere decir en realidad es que no vendr¨ªa bien a ¨¦l verse con S¨¢jarov".
Son los disidentes quienes deben decidir qu¨¦ les conviene. Todos los indicios vistos hasta ahora sugieren que los disidentes chinos est¨¢n encantados con el premio, aunque, como es de esperar, suponga nuevas medidas represivas. No se puede decir que el Partido Comunista Chino estuviera trat¨¢ndoles con gran suavidad hasta ahora.
A Liu le condenaron a 11 a?os de c¨¢rcel el a?o pasado pese a la "diplomacia callada" de los pol¨ªticos de Occidente y otros lugares. Seg¨²n su esposa, se emocion¨® profundamente en la c¨¢rcel cuando se enter¨® de la noticiadel premio, y se lo dedic¨® a las "almas perdidas" de la plaza de Tiananmen.
No nos corresponde a nosotros decir a unos valientes activistas de los derechos humanos si una cosa es buena o mala para ellos. Eso es tratarlos como los reg¨ªmenes autoritarios y totalitarios tratan a sus ciudadanos: como ni?os. "Nosotros sabemos lo que os conviene".
Por ahora, Liu y sus colegas constituyen una peque?a minor¨ªa entre los ciudadanos chinos. Sus compatriotas, en general, han aceptado el trato que les ofrece el Partido Comunista desde finales de los setenta y, sobre todo, desde 1989: una libertad econ¨®mica extraordinaria y una libertad social, cultural e incluso intelectual considerable, siempre que no cuestionen los pilares pol¨ªticos fundamentales del Partido-Estado. En este sentido, Liu no es comparable a Mandela o Suu Kyi, que estaban al frente de unos movimientos de masas oprimidas.
Hay que reconocer, como hace el comit¨¦ del Nobel en su introducci¨®n, que la ins¨®lita versi¨®n h¨ªbrida de capitalismo autoritario existente en China ha sacado a cientos de millones de personas de la pobreza y est¨¢ mejorando la vida de muchos de sus ciudadanos en numerosos aspectos.
A diferencia de Birmania o la Sud¨¢frica del apartheid, el Estado chino cuenta con un apoyo considerable entre sus habitantes. La prueba de fuego ser¨¢, por supuesto, qu¨¦ ocurre cuando el crecimiento econ¨®mico empiece a perder velocidad.
Sencillamente, no podemos saber qu¨¦ pensar¨¢n de Liu sus compatriotas de aqu¨ª a 10 a?os, por ejemplo. Parece casi impensable que la situaci¨®n vaya a sufrir un vuelco total, como pas¨® en Checoslovaquia, donde un disidente aislado, V¨¢clav Havel, de pronto fue elegido presidente del pa¨ªs. Un poco m¨¢s f¨¢cil de imaginar es que Liu se convierta en una vara de medir para calibrar la audacia de cualquier l¨ªder reformista.
Igual que la llamada de tel¨¦fono de Mija¨ªl Gorbachov al Nobel S¨¢jarov, para anular su condena al destierro, marc¨® un punto de inflexi¨®n en la historia de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, ?podr¨ªa recibir el Nobel Liu una llamada del pr¨®ximo o el siguiente l¨ªder chino que se?ale una nueva etapa en la modernizaci¨®n pol¨ªtica de China? El martes se public¨® una carta abierta de antiguos dirigentes del Partido Comunista en la que exig¨ªan m¨¢s libertad de expresi¨®n, se?al de que las aspiraciones de los reformistas dentro del partido y los disidentes fuera de ¨¦l no est¨¢n tan alejadas entre s¨ª.
Ahora bien, es muy posible que Liu y sus colegas sigan siendo una minor¨ªa representativa de una tradici¨®n aut¨¦ntica pero jam¨¢s predominante en la historia china moderna: la tradici¨®n de la modernizaci¨®n liberal y constitucionalista a la que se refieren con detalle en el manifiesto de la Carta 08 que le supuso a Liu tanto la c¨¢rcel como el premio.
La reacci¨®n temerosa y ofendida del Estado unipartidista chino es prueba de su inseguridad y su incapacidad, todav¨ªa leninista, para tolerar cualquier fuente verdaderamente aut¨®noma de autoridad social y pol¨ªtica, ya sean Liu y su peque?o grupo, Falun Gong o el Dalai Lama. Expresa asimismo un sentimiento profundo y m¨¢s generalizado de humillaci¨®n nacional a manos de Occidente.
C¨®mo les habr¨ªa gustado tener el reconocimiento internacional de un Premio Nobel a un chino. ?Pero qui¨¦nes son los tres chinos -o personas relacionadas con China- que lo han obtenido? Gao Xingjian, un novelista chino que emigr¨® a Francia y tiene la nacionalidad francesa; el Dalai Lama; y ahora Liu Xiaobo. Son tres bofetadas.
La menci¨®n del Premio Nobel habla de derechos humanos "universales". La Carta 08 habla de "valores universales". Sin embargo, los dirigentes chinos lo interpretan como valores "occidentales" y el empe?o posimperial pero a¨²n imperialista de Occidente en impon¨¦rselos a China.
Creo que hay tres estrategias que los ciudadanos del viejo Occidente podemos adoptar en los pr¨®ximos a?os ante esta actitud: capitulaci¨®n, hungtintonismo o un verdadero di¨¢logo sobre los valores universales. La capitulaci¨®n significar¨ªa ceder ante el chantaje de China, es decir, que, por ejemplo, los l¨ªderes occidentales dejar¨ªan de recibir al Dalai Lama. Al decir hungtintonismo me refiero a c¨®mo preve¨ªa Samuel Huntington que ¨ªbamos a acabar evitando el "choque de civilizaciones". Consist¨ªa, en definitiva, en decir "hacedlo all¨ª a vuestra manera y nosotros lo haremos aqu¨ª a la nuestra".
Es posible que as¨ª sea, a medida que aumente el poder de China. Pero es demasiado pronto para renunciar a la posibilidad de comprender m¨¢s a fondo cu¨¢les son los valores aut¨¦nticamente universales, y no solo de Occidente.
Esa debe ser una conversaci¨®n en la que estemos dispuestos a escuchar adem¨¢s de hablar. No podemos actuar como si Occidente tuviera todas las respuestas para todo el mundo y en todo momento, una idea que resulta m¨¢s inveros¨ªmil con cada minuto que pasa. Si, en vez de cerrarse a la defensiva como un erizo, China est¨¢ dispuesta a entablar un debate confiado e incluso agresivo sobre los valores universales, tendremos que recibirla con los brazos abiertos. Las alternativas tienen m¨¢s posibilidades, pero son peores.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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