El editor hispanoamericano
Fallece a los 84 a?os Francisco P¨¦rez Gonz¨¢lez, cofundador, con Jes¨²s Polanco, de Santillana - Fue una figura crucial en el di¨¢logo cultural de las dos orillas
En el mismo restaurante donde cenaban Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, en el barrio de La Recoleta de Buenos Aires, Francisco P¨¦rez Gonz¨¢lez, a quien todos llam¨¢bamos Pancho, ten¨ªa una mesa siempre reservada. Ahora es un hueco simb¨®lico, uno de los numerosos huecos que deja este gran editor, s¨ªmbolo del editor hispanoamericano del siglo XX, cuya historia es tambi¨¦n la historia de una vocaci¨®n por juntar, a trav¨¦s de los libros y de las ideas, a las naciones que hablan espa?ol. Pancho muri¨® ayer, a los 84 a?os. Naci¨® precisamente en Buenos Aires, pero en seguida se vino a vivir a Espa?a, y Cantabria fue su origen y su tierra.
Ten¨ªa aquella mesa en La Recoleta, y era igualmente bienvenido en todos esos pa¨ªses, a los que viaj¨® desde muy joven, y en los que contribuy¨®, con su amigo Jes¨²s Polanco, a crear Santillana, la editorial que este diciembre cumplir¨¢ 50 a?os. En Hispanoam¨¦rica, la figura de Pancho no era solo la del creador editorial sino la del ciudadano que iba y ven¨ªa proclamando la amistad como el factor en el que se sustenta la ambici¨®n editorial: amistad, conversaci¨®n, puntualidad, rigor en el cumplimiento de los compromisos. En ¨¦l, como en Polanco, esas caracter¨ªsticas eran virtudes cardinales, que se fueron convirtiendo en el libro de estilo de su manera de afrontar un negocio dif¨ªcil que solo se puede llevar adelante con esfuerzo, con sentido com¨²n y con sentido del humor, que fueron, por otra parte, normas esenciales de su conducta.
Proclamaba la amistad como el factor que sustenta la ambici¨®n editorial
Le gustaba recordar el encuentro con Jes¨²s Polanco, decisivo en sus vidas
Su participaci¨®n fue decisiva para implantar Santillana en toda Am¨¦rica
Asumi¨® que su uni¨®n con Polanco aseguraba la eficacia e independencia
Pas¨® por todos los escalones del oficio; fue librero, gener¨® encuentros fundamentales para el desarrollo del gremio; desarroll¨®, como editor, colecciones donde combin¨® el humor (de Rafael Azcona, por ejemplo) con la reflexi¨®n religiosa (de Teilhard de Chardin, entre otros, a quien introdujo en lengua espa?ola). Cuando en julio del a?o pasado le hicieron doctor honoris causa en la Universidad Internacional Men¨¦ndez Pelayo, que, entre otras, fue su universidad, record¨® ese oficio: "Colocaba las cajas por la ma?ana, las recog¨ªa por la noche, y sobre todo tuve ocasi¨®n de hablar con gente muy interesante". Entre esos autores que Pancho tra¨ªa y llevaba de sus fruct¨ªferas excursiones por las estanter¨ªas iberoamericanas estaban el Alberti del exilio, el Camus inencontrable, el Neruda perseguido por la censura espa?ola...
Eso ocurr¨ªa a principios de los a?os cincuenta; ¨¦l hizo circular as¨ª libros dif¨ªcilmente disponibles en la Espa?a de entonces. Ese intercambio, que era tambi¨¦n un intercambio de ideas, le convenci¨® de que pod¨ªa abordar la tarea de un editor, y eso le llev¨® a crear Taurus en 1954, y le condujo, a compartir la aventura que iba a iniciar Polanco en 1960. La coincidencia feroz de la muerte hace que ahora el cincuentenario de ese empe?o editorial se conmemore con ambas ausencias.
El trabajo de Pancho no fue, en el ¨¢mbito editorial, tan solo el desempe?o de una vocaci¨®n personal que se encerrara en el ¨¢mbito de sus intereses como hombre de negocios; derram¨® su energ¨ªa, que fue enorme, en propiciar encuentros de editores espa?oles e hispanoamericanos, hasta que consolid¨® (sobre todo en la UIMP) di¨¢logos iberoamericanos que establecieron las bases de una cooperaci¨®n que ha ayudado a la mejor salud del libro que se publica en uno y otro lado del Atl¨¢ntico.
Su trabajo editorial, desde la constituci¨®n de Santillana, se desarroll¨® junto a Jes¨²s Polanco. A Pancho le gustaba rememorar que fue decisivo para sus vidas conocerse en una cena y luego encontrarse, sin haber quedado, en un partido del Rayo con el Racing, el equipo de su tierra. Se convirtieron en amigos, y aprovecharon esa coincidencia para juntar tambi¨¦n sus intereses: Polanco quer¨ªa crear una editorial y Pancho ya ten¨ªa una experiencia. Solo no se pusieron de acuerdo en una cosa, que arreglaron con la campechan¨ªa que distingui¨® a los dos: Jes¨²s ir¨ªa tarde a trabajar, y Pancho ir¨ªa temprano. "Y siempre fue as¨ª, y funcion¨®", me dijo Pancho en julio del a?o pasado cuando rememoraba esos tiempos que ahora son parte de la gran historia que construyeron juntos. Detr¨¢s de ese acuerdo sobre los horarios hab¨ªa una idea de Pancho. "Tengo la teor¨ªa de que es temprano cuando la gente discute. Y funcion¨®, hasta el final". "Era mi l¨ªder, mi socio, mi amigo", dec¨ªa Pancho con respecto a Jes¨²s Polanco.
Esa aventura com¨²n le convirti¨® tambi¨¦n en uno de los principales accionistas de PRISA, grupo editor de EL PA?S; fue consejero, luego consejero de honor de PRISA, y fue vicepresidente de Tim¨®n. En el gremio editorial estuvo al frente de las principales organizaciones que agrupan a los profesionales de Espa?a y de Am¨¦rica.
Su biograf¨ªa es la de un trotamundos que hizo de Hispanoam¨¦rica una vocaci¨®n y una realidad transatl¨¢ntica. Pero su ra¨ªz es ¨²nica, y es Cantabria, a pesar de que naciera tantos kil¨®metros m¨¢s all¨¢. Por su tierra hizo todos los esfuerzos que un ciudadano puede hacer para honrar la ra¨ªz de la que viene. Disfrut¨® como un muchacho, siempre, de sus paisajes, de su gastronom¨ªa, de su buen tiempo y de su mal tiempo. Viaj¨® con maletas enormes para hacer viajes de los que siempre volv¨ªa m¨¢s enamorado de Am¨¦rica, pero el regreso a Cantabria era como el hallazgo de una paz cuyo sosiego le ayud¨® a afrontar las calamidades de la vida y contribuy¨® a que disfrutara a¨²n m¨¢s de todo lo bueno (la familia, sobre todo, pero tambi¨¦n Cantabria) que la vida le dio. Cantabria era su diapas¨®n, su punto de referencia, su conversaci¨®n m¨¢s querida, en Espa?a y en Am¨¦rica.
Cuando le invistieron doctor honoris causa en la UIMP, Javier Pradera, editor tambi¨¦n, dijo que ese reconocimiento acad¨¦mico se proyectaba "a la vez sobre el mundo de la edici¨®n en Espa?a, y la persona que el gremio de editores elegir¨ªa sin duda por amplia mayor¨ªa como su mejor representante tanto por su larga trayectoria dentro de nuestro pa¨ªs como por su contribuci¨®n al establecimiento y consolidaci¨®n de los estrechos v¨ªnculos de ida y vuelta con Am¨¦rica Latina". Ese esp¨ªritu, record¨® Pradera, llev¨® a Pancho a crear el sal¨®n Liber en 1983.
Y ese esp¨ªritu es el que ahora se percibe cuando uno viaja por las librer¨ªas que fueron su territorio, por los conversatorios en los que ¨¦l anduvo, paseando una bonhom¨ªa que le llevaba a ser muy popular en las tabernas literarias de Am¨¦rica y tambi¨¦n en las bibliotecas que supieron de su generosidad como editor y como persona.
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