Homenaje feminista
Mar¨ªa Teresa Fern¨¢ndez de la Vega se habr¨¢ equivocado seguramente en muchas ocasiones. Aunque, quiz¨¢s, no m¨¢s que el propio presidente del Gobierno, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, o que cualquiera de sus compa?eros de gabinete, en estos seis largos y conflictivos a?os. Ahora que abandona La Moncloa es justo reconocer algo que, en mi opini¨®n, no se ha valorado suficientemente y que ha otorgado a su presencia en el Gobierno, durante todo este tiempo, un valor muy especial. Fern¨¢ndez de la Vega ha sido la constataci¨®n cotidiana de que, en Espa?a, en el centro de poder pol¨ªtico, hab¨ªa mujeres en pie de igualdad con los hombres, algo que hasta entonces no hab¨ªa sido, en absoluto, evidente. Mujeres, adem¨¢s, que prestaban atenci¨®n a los problemas espec¨ªficos de esa mitad de la poblaci¨®n y que no ocultaban, sino que proclamaban, su condici¨®n de feministas, perfectamente compatible con su funci¨®n de servidoras del Estado.
Teresa Fern¨¢ndez de la Vega dio credibilidad a los intentos del Gobierno para tener en cuenta los problemas de las mujeres
Fern¨¢ndez de la Vega no ha representado a la portavoz que daba cuenta de lo que hac¨ªa el Gobierno, la "cara" transmisora de las decisiones de otros, como hab¨ªa ocurrido en ocasiones anteriores, sino la imagen de alguien que era vicepresidenta primera del Gobierno y que ejerc¨ªa plenamente, con aciertos y con errores, el poder derivado de ese cargo. Durante seis a?os los espa?oles la hemos visto, semana a semana, en el Parlamento, en los Consejos de ministros, como la traducci¨®n en la realidad de las te¨®ricas pol¨ªticas de igualdad.
La vicepresidenta ha encarnado, adem¨¢s, las pol¨ªticas feministas impulsadas por el Gobierno en su conjunto, el marco general de libertades de las mujeres, que ha sido fortalecido y mejorado en estos ¨²ltimos a?os. Jam¨¢s ocult¨®, sino que pregon¨®, que su voluntad era actuar como vig¨ªa en lo m¨¢s alto del poder pol¨ªtico para controlar que esos avances se produc¨ªan y se manten¨ªan. Con ella, las mujeres pod¨ªan tener la impresi¨®n de que el Gobierno no se limitaba a declaraciones formales de apoyo, sino que realmente estaba interesado en combatir los problemas espec¨ªficos a que hacen frente las mujeres (desde la violencia de g¨¦nero hasta la desigualdad salarial), no solo en Espa?a sino, en la medida de sus posibilidades, en otros puntos del planeta. Suya ha sido la voluntad de imponer visiones de g¨¦nero en la cooperaci¨®n y en la ayuda internacional que proporciona Espa?a, por ejemplo.
Nadie podr¨¢ reprocharle que no haya hecho incansablemente honor a ese compromiso. Con Mar¨ªa Teresa Fern¨¢ndez de la Vega se not¨® que hab¨ªa una mujer en lo m¨¢s alto del poder pol¨ªtico y eso es algo que, seis a?os despu¨¦s, merece al menos el agradecimiento p¨²blico de quienes est¨¢bamos hartas de observar c¨®mo mujeres que alcanzaban cargos de relevancia pol¨ªtica o profesional se apresuraban a negar cualquier inter¨¦s en temas feministas, como si eso fuera garant¨ªa de su inteligencia y eficacia y no una simple demostraci¨®n de falta de coraje o de ignorancia.
Seguramente su etapa ya estaba cumplida y su paso al Consejo de Estado sea una decisi¨®n correcta, desde el punto de vista de las necesidades del Gobierno y de ella misma. No debe haber sido f¨¢cil moverse en las turbias aguas de la Moncloa, coordinar un gabinete y colaborar con un presidente como Rodr¨ªguez Zapatero, muy receptivo a los temas feministas, pero muy empe?ado en trabajar pegado a un tel¨¦fono m¨®vil, secreto y particular. Se cuentan batallas, encontronazos brutales, unas veces ganados y otras, perdidos; unas veces, razonables y otras, innecesarios, con colegas del gabinete. Si la clase pol¨ªtica espa?ola no fuera tan poco amiga de la palabra, las memorias de Fern¨¢ndez de la Vega ser¨ªan un material muy esclarecedor de nuestra historia reciente. L¨¢stima que la literatura pol¨ªtica espa?ola no se parezca en nada a la rica y apasionante colecci¨®n de testimonios que nos dejan siempre los inigualables brit¨¢nicos.
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