Cuando ¨¦ramos intelectuales
Una ambiciosa obra recorre el siglo XX a trav¨¦s de los pensadores (de Zola a Gide, de Sartre a Camus) involucrados en pol¨ªtica - Su autor da por extinta a aquella raza
El intelectual, los intelectuales. Ese or¨¢culo que interpretaba la realidad para el com¨²n de los mortales ya no existe. Al menos, tal y como se conoci¨® durante el siglo pasado y, m¨¢s concretamente, en Francia, verdadera patria del t¨¦rmino. Jean-Paul Sartre los defin¨ªa como alguien que se ocupaba de lo que no le importaba. La aparente boutade la suscribe el historiador Michel Winock (Par¨ªs, 1937), autor de la monumental El siglo de los intelectuales (Edhasa). Para ¨¦l, el intelectual "es alguien que ha adquirido una cierta reputaci¨®n por sus obras -casi siempre un escritor o fil¨®-sofo- y la utiliza para intervenir en el campo pol¨ªtico, que originalmente no es el suyo".
En sentido estricto, la figura del intelectual nace a finales del XIX en Francia en torno al caso Dreyfus, aquel militar jud¨ªo falsamente acusado de traici¨®n. Su caso lo denunci¨® en la prensa el escritor ?mile Zola con su famoso Yo acuso, detonante de una divisi¨®n en la sociedad francesa que marcar¨ªa el pensamiento pol¨ªtico del siglo XX. Para Winock ya est¨¢ en Voltaire y los fil¨®sofos de la Ilustraci¨®n, pero es con el caso Dreyfus cuando nace el t¨¦rmino que hasta entonces solo era un adjetivo. "Es Clemenceau, en enero de 1898, el primero que se refiere a 'esos intelectuales'. El concepto entra as¨ª en el lenguaje com¨²n".
Malraux pasa a la acci¨®n; en 1936 se suma al bando republicano
"Antes estaba en manos de pocos; ahora hay un intelectual colectivo"
El historiador Michel Winock divide la centuria en tres grandes ¨¦pocas
La figura nace a finales del XIX, en el 'caso Dreyfus', con Zola y su 'Yo acuso'
Desde el primer momento los intelectuales toman partido. A Zola se le enfrenta el brillante Maurice Barr¨¨s, que parte del t¨¦rmino para burlarse de ¨¦l, aunque ¨¦l mismo sea un intelectual... de derechas. "El caso Drey-fus es un caso de antisemitismo", explica Winock. "Pero el antisemitismo es accesorio. En realidad es la oposici¨®n entre quienes reivindican la verdad y la justicia -los valores universales- y los que dicen que lo que cuenta es la defensa de nuestra patria, del particularismo, los nacionalistas".
Winock divide su trabajo en tres grandes ¨¦pocas. Al protagonizado por Zola y Barr¨¨s, sigue el inquietante periodo de entreguerras, con la gran figura carism¨¢tica de Andr¨¦ Gide. Es un momento en el que el intelectual se ve obligado a comprometerse m¨¢s all¨¢ del papel. "Gide es un hombre de gran coraje, que se enfrenta al tab¨² de la homosexualidad -¨¦l mismo es homosexual-, que se atreve a criticar a la URSS pese a sus simpat¨ªas por el comunismo y que denuncia el colonialismo, hasta el punto que su libro Viaje al Chad y al Congo, acaba forzando al ministro de las Colonias a retirar las concesiones". A Gide "le piden que no publique estas denuncias con todo tipo de argumentos, el poeta Ilia Ehrenburg llega a decirle que, incluso si es verdad su denuncia del estalinismo, no puede hacerlo p¨²blico para no desmoralizar a quienes luchan contra los fascistas en la Guerra Civil espa?ola. Pero es valiente y lo hace".
Aunque quien realmente resuelve el dilema sobre si el intelectual debe pasar a la acci¨®n es Andr¨¦ Malraux, que en 1936 se une al bando republicano en Espa?a como piloto de avi¨®n en la defensa de Madrid. "La mayor¨ªa de los intelectuales no son gente de acci¨®n, Malraux es todo lo contrario. Su papel en la Guerra Civil tal vez se haya exagerado, pero lo cierto es que hizo llegar aviones a la Rep¨²blica pese a la pol¨ªtica de no intervenci¨®n que ataba las manos del Frente Popular en Francia y, aunque no sab¨ªa ni pilotar ni navegar, se comprometi¨® en la operaci¨®n que cerr¨® el paso a la columna del general Asensio, asegurando la defensa de Madrid. Fue un gran propagandista que recogi¨® fondos para la Rep¨²blica, especialmente en una gira por Estados Unidos. Hay otros intelectuales que pasan a la acci¨®n, como el poeta Ren¨¦ Char, muerto en la resistencia contra los nazis. Son figuras heroicas, pero no abundan, porque tampoco hay tantas oportunidades como la Guerra Civil espa?ola".
La tercera parte de El siglo de los intelectuales tiene a Sartre como protagonista. "Sartre, tal vez est¨¦ sobrevalorado, pero sigue siendo una referencia", explica. "Su desgracia, en lo que a la posteridad se refiere, es que acab¨® en el campo de los vencidos, porque fue filocomunista en los cincuenta e izquierdista en el 68; desarroll¨® la idea revolucionaria y la ca¨ªda del comunismo lo puso en evidencia. Albert Camus hizo el camino contrario; desacreditado en vida, marginado por la izquierda y sus compa?eros de viaje, reaparece ahora brillante porque ¨¦l no se equivoc¨®". Pero Winock defiende a Sartre. "No era solo un intelectual comprometido, tambi¨¦n era un escritor y su prosa sigue siendo muy potente, magn¨ªfica, inteligente".
Sartre muri¨® en 1980. Camus hab¨ªa muerto 20 a?os antes. Raymond Aron, en 1983. Michel Fou-cault, en 1984. Bourdieu, en 2002. ?Qu¨¦ es lo que queda entonces de los intelectuales? "Mi tesis es que el intelectual cl¨¢sico se ha acabado", responde Winock, "era una especie de gu¨ªa, de profeta, como esos que hemos citado, ma?tres ¨¤ penser, y esto se ha acabado, de entrada porque hay una elevaci¨®n del nivel de cultural de la sociedad. La historia de los intelectuales empieza en un periodo en el que muy pocos van a la universidad y la gente tiene necesidad de referencias superiores. Adem¨¢s hemos pasado por la revoluci¨®n de la comunicaci¨®n y ahora Internet permite a todo el mundo expresarse. La conclusi¨®n es que ya no son necesarios los intelectuales. Y en cuanto a defender grandes causas, ahora hay asociaciones de todo tipo que defienden causas precisas, parciales". "Si compara un periodico de la d¨¦cada de 1950", sugiere, "con uno actual, ver¨¢ que ahora hay much¨ªsimos debates y tribunas sobre temas muy diversos, con nombres que r¨¢pidamente se nos olvidan; son intelectuales an¨®nimos. Antes la palabra estaba monopolizada por unos pocos, ahora hay un intelectual colectivo que puede expresarse cada d¨ªa y lo hace por muchos medios".
"Queda el intelectual mediatico, como ser¨ªa en caso de Bernard-Henri L¨¦vy", admite, "y el intelectual espec¨ªfico, que en palabras de Foucault, es alguien que no habla de todo, sino que tiene una competencia sobre algo, e interviene sobre su competencia".
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