Mal espect¨¢culo
El agresivo discurso del PP ayer en el Congreso enrarece el necesario consenso antiterrorista
La primera sesi¨®n de control a la que se enfrentaba el nuevo Gobierno de Rodr¨ªguez Zapatero no arroj¨® sorpresa alguna. Como era de prever, el Partido Popular mantuvo el mismo gui¨®n, solo que dividiendo sus ataques entre el jefe del Ejecutivo y el nuevo vicepresidente primero, P¨¦rez Rubalcaba. Al igual que en sesiones anteriores, y como si nada hubiese cambiado en las filas del Gobierno, los populares buscaron actuar como agentes catalizadores del desgaste pol¨ªtico infligido por la crisis y su deficiente gesti¨®n. Ni propuestas alternativas ni discusi¨®n de las medidas ya adoptadas o de las que convendr¨ªa adoptar: las preguntas gen¨¦ricas planteadas por el l¨ªder de la oposici¨®n, Mariano Rajoy, y por la portavoz de los populares, S¨¢enz de Santamar¨ªa, fueron de nuevo excusas para regresar por los caminos trillados.
La de ayer habr¨ªa sido una ocasi¨®n inmejorable para que la oposici¨®n intentase averiguar los planes del nuevo Gobierno m¨¢s all¨¢ de la intenci¨®n de comunicar mejor. Se trataba, en suma, de conocer el futuro inmediato de la acci¨®n del Ejecutivo m¨¢s que de seguir reiterando la cantinela sobre sus errores del pasado. Pero el PP no solo se mantuvo en su l¨ªnea, sino que regres¨® a la casilla de salida radicalizando su discurso y sacando de nuevo en procesi¨®n sus peores fantasmas sobre la lucha antiterrorista. Esta coda no solo fue inoportuna sino tambi¨¦n irresponsable: ante las expectativas generadas por la divergencia entre los intereses de los terroristas y los de su brazo pol¨ªtico conviene reforzar el consenso, no ponerlo en riesgo con acusaciones extempor¨¢neas.
El PP estima que la respuesta a la remodelaci¨®n ministerial no debe ser otra que someter al nuevo vicepresidente a los mismos ataques que a Zapatero, a la espera de obtener un desgaste equivalente. Va contra sus propios intereses: si una parte del electorado socialista se muestra dispuesto a conceder una t¨ªmida segunda oportunidad al Ejecutivo, esta opci¨®n no har¨¢ m¨¢s que reforzarse si los populares utilizan su discurso m¨¢s agresivo. Pero mal har¨ªa el Gobierno confiando otra vez en el voto del miedo para mejorar sus limitadas opciones electorales: aparte de enfrentarse a una oposici¨®n incapaz de cambiar el paso, lo hace a una dif¨ªcil realidad econ¨®mica cuya gesti¨®n constituye el principal criterio por el que lo juzgar¨¢n los ciudadanos.
El PP lanz¨® en la sesi¨®n de control el n¨ªtido mensaje de que su ¨²nica estrategia consiste en seguir alimentando el espect¨¢culo. Tras las r¨¦plicas y contrarr¨¦plicas fue imposible extraer una idea acerca de cu¨¢les son las propuestas del nuevo Gabinete para afrontar la crisis ni las alternativas de la oposici¨®n. Las esperanzas de que las fuerzas parlamentarias alcancen un m¨ªnimo consenso para combatir la crisis econ¨®mica son inexistentes desde hace tiempo. Pero el riesgo que aflor¨® es que tambi¨¦n se desvanezcan las que parec¨ªan estar abri¨¦ndose paso en la lucha antiterrorista.
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