Hollywood se queda sin Godard
Plant¨® a Cannes y desprecia un Oscar. Al genio del cine franc¨¦s, que vive en Suiza pero paga impuestos en su pa¨ªs, le da igual la posteridad
El pr¨®ximo 13 de noviembre, la Academia de Hollywood otorgar¨¢ cuatro oscars de honor a cuatro personalidades del cine. Una de ellas, el genial y controvertido director franco-suizo Jean-Luc Godard, emblema de la nouvelle vague y paradigma de una ¨¦poca, ha declinado la invitaci¨®n y se quedar¨¢ tranquilamente en su casa suiza de Rolle, a 70 kil¨®metros de Ginebra. Por primera vez, Hollywood homenajea a esa corriente, la nouvelle vague, compuesta en su tiempo de unos desconocidos cin¨¦filos treinta?eros franceses que a base de valent¨ªa, innovaci¨®n, inteligencia y determinaci¨®n revolucionaron el cine en los a?os sesenta. Solo Fran?ois Truffaut hab¨ªa conseguido, ya en 1974, el Oscar a la mejor pel¨ªcula extranjera con La noche americana, considerada por la cr¨ªtica como un filme alejado ya de las audacias formales de los primeros a?os. La Academia, ahora, dice de Godard: "Ha escrito y dirigido durante cincuenta a?os pel¨ªculas valientes, a veces controvertidas, que le han convertido en un maestro de la vanguardia".
Tampoco quiso ir al festival de cine de Cannes, aludiendo a misteriosos problemas "de tipo griego"
La esposa del director ha deslizado una raz¨®n: "No son los Oscar de verdad". Se entregan en un acto descafeinado
Pero el viejo Godard no piensa ir a Hollywood.
Ya en septiembre avis¨® de que solo viajar¨ªa si "se lo permit¨ªa" su agenda. Ahora, la Academia, mediante un comunicado, ha explicado que tras un nutrido intercambio de cartas durante meses entre Godard y el presidente de la instituci¨®n, Tom Sherak, el realizador franco-suizo "asegur¨® que no podr¨ªa asistir personalmente a la ceremonia", sin precisar los motivos. La mujer de Godard (y productora), Anne-Marie Mi¨¦ville (a la que el director cita con obsesi¨®n en las entrevistas que hace), se encarg¨® de explicarlo un poco m¨¢s hace unos d¨ªas. A un reportero del diario The Australian le adujo la edad de Godard, que cumplir¨¢ 80 a?os en diciembre, para excusarle. Pero luego desliz¨® otra raz¨®n: "No son los Oscar de verdad".
Es cierto: la Academia de Hollywood desgaj¨® hace dos a?os la ceremonia de los Oscar de honor, confin¨¢ndolos a una cena algo descafeinada (y no televisada) que se ofrece meses antes de los otros, los de verdad, como dir¨ªa Godard. Los otros tres homenajeados, a los que el veterano realizador llama "los tres mosqueteros" son el director Francis Ford Coppola, el actor Eli Walach y el historiador Kevin Brownlow. Hasta ahora ninguno ha renunciado a la ceremonia, descafeinada o no.
No es esta la ¨²nica espantada sonada de Godard en este a?o. En la ¨²ltima edici¨®n del festival de Cannes, en mayo, a pesar de que ten¨ªa prevista, anunciada y confirmada su asistencia a fin de presentar y promocionar su ¨²ltima pel¨ªcula Film socialisme, tambi¨¦n prefiri¨® quedarse en su casa dando la espalda a la prensa, a los espectadores y a los organizadores. Para disculparse (o explicarse), envi¨® una enigm¨¢tica nota manuscrita al director del festival imposible de descifrar: "Debido a mis problemas de tipo griego, no podr¨¦ acudir a Cannes. Con el festival, yo voy hasta la muerte, pero ni un paso m¨¢s all¨¢. Con afecto, Jean-Luc Godard"
?Cu¨¢les son los problemas de tipo griego de Godard? ?Asuntos de dinero? ?Deudas? ?O se trata de una protesta por el trato que Europa daba por entonces a Grecia, ahogada por su d¨¦ficit? Es cierto que Godard ha asegurado recientemente que Grecia deber¨ªa cobrar derechos de autor por su aportaci¨®n a la cultura europea. Pero esta explicaci¨®n cojea un poco.
A la vez, por si no hubiera sido poco desprecio el desplante personal al festival, Godard colg¨® su nueva pel¨ªcula en Internet el mismo d¨ªa que se presentaba en Cannes. Un experimento cinematogr¨¢fico, especie de collage personal sin argumento claro, en el que mezcla, entre otras cosas, v¨ªdeos, cine y escenas extra¨ªdas de YouTube, que fascina a algunos y horripila y mata de aburrimiento a otros.
Con su eterna chaqueta marr¨®n y sus jers¨¦is de pico que parecen sacados de un cat¨¢logo de moda de los setenta, su pinta verdaderamente descuidada, su puro apagado o no, sus enormes gafas de pasta, sus cuatro pelos despeinados y su barba de cuatro o cinco d¨ªas, el viejo Godard ha vivido este a?o no solo su reconocimiento en Hollywood y las iras de los organizadores de Cannes por su cr¨ªptico desplante; no solo el desconcierto, la repulsa, el hartazgo o la fascinaci¨®n de la cr¨ªtica por su ¨²ltima pel¨ªcula, experimental como todo su cine, aun con 80 a?os, sino tambi¨¦n cierta gloria retrospectiva y algo nost¨¢lgica por el 50? aniversario de su primer largometraje, Al final de la escapada (? bout de souffle), uno de los m¨¢s famosos, una de sus muchas obras maestras, con un irresistible Jean-Paul Belmondo disfrazado de macarra encantador y una adorable Jean Seberg de pelo corto.
As¨ª, se han recordado algunas leyendas ciertas de esa pel¨ªcula m¨ªtica: que se rod¨® sin gui¨®n, o que el argumento-resumen fue escrito a cuatro manos en los bancos de un and¨¦n de la estaci¨®n de metro parisiense de Richelieu-Drouot por dos amigos de entonces enfermos de cinefilia que se separar¨ªan para siempre a?os despu¨¦s: Fran?ois Truffaut y Jean-Luc Godard.
Tambi¨¦n este a?o, poco antes de que se estrenara en Cannes (y en Internet) su ¨²ltima pel¨ªcula, apareci¨® la primera biograf¨ªa escrita en franc¨¦s sobre ¨¦l. Titulada simplemente Godard, el periodista, cr¨ªtico y especialista Antoine de Baecque relata su infancia suiza, la adolescencia parisiense, sus discusiones con su familia, la nouvelle vague, su politizaci¨®n en mayo de 1968, la aventura malograda del grupo marxista revolucionario Dziga V¨¦rtov, su casi reclusi¨®n desde 2000, su vertiginoso ritmo de rodaje, sus incesantes obras maestras: Banda aparte, Alphaville, Pierrot el loco...
Ya no juega al tenis, dice, porque le duele una rodilla, pero a¨²n adora el f¨²tbol ofensivo del Barcelona. Le gustan los documentales de animales y los episodios de la serie norteamericana House. Vive en Suiza pero paga religiosamente sus impuestos en Francia -al rev¨¦s que todos sus vecinos-, se confiesa amigo de las descargas de Internet, enemigo tanto de los derechos de autor como de las herencias inmobiliarias. Todo esto lo dice en una larga entrevista concedida hace algunos meses a la revista francesa Inrockuptibles. Tambi¨¦n se acord¨® en ella de su viejo compa?ero, de su amigo-enemigo Truffaut: "Nunca me perdon¨® que yo pensara que sus pel¨ªculas eran p¨¦simas. O por lo menos no se perdon¨® no pensar de mis pel¨ªculas que eran tambi¨¦n igual de p¨¦simas".
El director de cine entregado a una obra que le sobrevivir¨¢ y que acaba de despreciar el hecho de recibir un Oscar a toda su carrera asegura tambi¨¦n que la posteridad no le importa nada y que tampoco le obsesiona mucho desaparecer.
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