Este no es el momento para reducir el d¨¦ficit
El clamor a favor de la reducci¨®n del d¨¦ficit es ensordecedor. Los dem¨®cratas conservadores en materia econ¨®mica, los republicanos del Tea Party y los economistas agoreros exigen medidas inmediatas. Y las peticiones de austeridad que llegan del extranjero son todav¨ªa m¨¢s ruidosas.
No se confundan: los grandes d¨¦ficits presupuestarios prolongados son un problema importante. En ¨¦pocas de vacas gordas, los pr¨¦stamos gubernamentales desplazan la inversi¨®n privada y reducen el crecimiento a largo plazo. Tambi¨¦n pueden hacer que los responsables pol¨ªticos no puedan o no est¨¦n dispuestos a usar un est¨ªmulo fiscal adecuado en tiempos de necesidad: las preocupaciones acerca del d¨¦ficit limitaron el alcance de la ley sobre el est¨ªmulo en 2009 y son un motivo fundamental por el cual el Congreso se ha negado a tomar medidas adicionales para reducir nuestra dolorosamente alta tasa de paro. Y nuestros d¨¦ficits a largo plazo previstos son, sencillamente, insostenibles.
Irlanda, Grecia y Espa?a han experimentado un aumento del paro tras los recortes del d¨¦ficit
As¨ª que la pregunta no es si tenemos que reducir el d¨¦ficit. Claro que tenemos que hacerlo. La pregunta es cu¨¢ndo.
Este no es el momento. El paro sigue rondando el 10% en EE UU y Europa. Las bajadas de impuestos y el aumento del gasto estimulan la demanda y hacen subir la producci¨®n y el empleo; las subidas de impuestos y los recortes del gasto tienen el efecto contrario. Este es un principio macroecon¨®mico b¨¢sico y una caracter¨ªstica fundamental de los modelos de previsi¨®n de los sectores p¨²blico y privado. Las medidas inmediatas para reducir de manera significativa el d¨¦ficit probablemente tendr¨ªan como consecuencia una reca¨ªda en la recesi¨®n similar a la de 1937, en un momento en que luchamos por recuperarnos de la Gran Recesi¨®n.
Algunos defensores de la austeridad sostienen que, al contrario de lo que propone la opini¨®n convencional, realizar ajustes fiscales ahora har¨ªa bajar los tipos de inter¨¦s a largo plazo y acrecentar¨ªa la confianza de tal manera que el efecto podr¨ªa ser positivo. Pero un ambicioso nuevo estudio de las perspectivas de la econom¨ªa mundial del Fondo Monetario Internacional (FMI) confirma que las consolidaciones fiscales -es decir, las reducciones deliberadas del d¨¦ficit- suelen reducir considerablemente el crecimiento.
El estudio analiza un amplio abanico de econom¨ªas avanzadas a lo largo de las tres ¨²ltimas d¨¦cadas, por lo que no concede excesiva importancia a los acontecimientos extraordinarios ni se centra en ejemplos que respalden conclusiones concretas. Tambi¨¦n explora nuevos caminos al analizar espec¨ªficamente esos momentos en los que los Gobiernos han modificado los impuestos o el gasto con el objetivo de reducir los d¨¦ficits. Los estudios previos prestaban atenci¨®n a las mediciones resumidas de la situaci¨®n presupuestaria y probablemente inclu¨ªan casos en los que una actuaci¨®n econ¨®mica en¨¦rgica hab¨ªa reducido los d¨¦ficits, no lo contrario.
La reciente experiencia de los pa¨ªses que ya est¨¢n poniendo en pr¨¢ctica medidas de austeridad coincide con la conclusi¨®n fundamental del estudio del FMI. Irlanda, Grecia y Espa?a han experimentado un aumento del paro tras empezar a recortar el d¨¦ficit. Tomar ahora medidas presupuestarias que hagan subir a¨²n m¨¢s el paro no solo ser¨ªa cruel, sino tambi¨¦n corto de miras. Cuanto m¨¢s tiempo permanezca elevada la tasa de paro, m¨¢s probable es que la situaci¨®n se vuelva cr¨®nica, a medida que la preparaci¨®n de los trabajadores se deteriora y ellos se vayan retirando poco a poco del mercado laboral.
Una situaci¨®n as¨ª ser¨ªa terrible tanto para los trabajadores afectados como para la realidad presupuestaria a largo plazo. Imaginen un paciente con un tumor que crece lentamente y que tambi¨¦n se est¨¢ recuperando de una neumon¨ªa. El resultado probablemente ser¨¢ peor si el paciente no tiene tiempo de recuperarse antes de someterse a una cirug¨ªa.
El hecho de esperar tiene la ventaja a?adida de que permite que la pol¨ªtica monetaria vuelva a afianzarse. El estudio del FMI ha hallado que los efectos negativos de las reducciones deliberadas del d¨¦ficit suelen verse mitigados por las bajadas de los tipos de inter¨¦s. Pero los tipos de inter¨¦s de las econom¨ªas m¨¢s avanzadas ya son muy bajos y la efectividad de las dem¨¢s herramientas de los bancos centrales, como la relajaci¨®n cuantitativa -comprar determinados valores para reducir a¨²n m¨¢s el coste de los pr¨¦stamos a largo plazo-, es enormemente incierta. Como consecuencia, la pol¨ªtica monetaria puede hacer relativamente poco ahora mismo para contrarrestar el efecto de dichos recortes del d¨¦ficit.
Pero una vez que la econom¨ªa se haya recuperado significativamente, la Reserva Federal estar¨¢ preparada para subir los tipos de inter¨¦s. Llegados a ese punto, la Reserva podr¨ªa contribuir a preservar el crecimiento si siguiese manteniendo los tipos muy bajos a medida que se reduce el d¨¦ficit. Esperar que la pol¨ªtica monetaria convencional vuelva a funcionar correctamente es como esperar a que llegue el anestesi¨®logo antes de operar.
Los verdaderos creyentes dir¨¢n que nunca debemos esperar porque un tumor de crecimiento lento podr¨ªa volverse virulento. Pero tenemos que pensar en los riesgos reales. Actualmente, los mercados est¨¢n dispuestos a prestar dinero al Gobierno estadounidense al tipo de inter¨¦s a 20 a?os m¨¢s bajo desde 1958. En la crisis de 2008 y 2009, el dinero entraba en EE UU porque se consideraba que era el refugio m¨¢s seguro en mitad de la tormenta. No hay pruebas de que tengamos que actuar inmediatamente.
Los pa¨ªses que disfrutan de la confianza de los mercados tienen otra raz¨®n para esperar. Grecia y otros pa¨ªses con problemas de la periferia de la zona euro ya no pueden adquirir pr¨¦stamos a unos tipos asequibles. Tienen que recortar los gastos y subir los impuestos de inmediato, a pesar del terrible coste que ello tendr¨¢ para el empleo y la producci¨®n. Los pa¨ªses como Estados Unidos, Alemania y Francia pueden desempe?ar una funci¨®n esencial como fuentes de crecimiento y demanda para la econom¨ªa mundial. El reforzamiento de estas econom¨ªas contribuir¨¢ a evitar que el mundo se precipite hacia otra recesi¨®n y permitir¨¢ una curaci¨®n continuada de los mercados financieros vulnerables en EE UU y en el extranjero.
Aunque un severo ajuste fiscal inmediato no es aconsejable en el caso de EE UU, el pa¨ªs s¨ª que tiene que hacer frente al d¨¦ficit. Lo mejor ser¨ªa que el Congreso aprobase ahora un plan que reduzca los d¨¦ficits cuando la econom¨ªa haya vuelto a la normalidad. El reciente plan de Francia de aumentar gradualmente la edad de jubilaci¨®n de los 60 a los 62 a?os es un ejemplo cl¨¢sico de esa clase de reducci¨®n "retardada". La propuesta del presidente Obama de eliminar los recortes de impuestos de Bush para las rentas altas es otro ejemplo: solo incrementar¨¢ la recaudaci¨®n en 30.000 millones de d¨®lares en 2011, pero aumentar¨¢ en m¨¢s de 600.000 millones de d¨®lares a lo largo de la pr¨®xima d¨¦cada.
La historia demuestra que los planes retardados bien dise?ados son cre¨ªbles. Por ejemplo, las modificaciones de los impuestos y de los requisitos para percibir las prestaciones de la Seguridad Social se aprobaron a?os o incluso d¨¦cadas antes de que entraran en vigor. Y en una situaci¨®n como la actual, cuando el Congreso ha vuelto a aprobar normas de pago instant¨¢neo, desviarse de las reformas previstas obliga a tomar medidas de compensaci¨®n.
Dicha reducci¨®n retardada del d¨¦ficit no perjudicar¨ªa al crecimiento a corto plazo y podr¨ªa mejorarlo. Si la incertidumbre respecto a la futura pol¨ªtica presupuestaria est¨¢ minando la confianza, como se?alan algunos dirigentes empresariales, explicar detalladamente las modificaciones del gasto y los impuestos podr¨ªa resultar ¨²til. Y lo que es m¨¢s importante, demostrar que los responsables pol¨ªticos son capaces de unirse y tomar decisiones vitales en relaci¨®n con los retos fiscales a los que nos enfrentamos har¨ªa que todos los estadounidenses confiasen en que su futuro econ¨®mico es mejor que la sombr¨ªa realidad actual.
Christina D. Romer es catedr¨¢tica de Econom¨ªa en la Universidad de California, Berkeley, y hasta septiembre presid¨ªa el consejo de asesores econ¨®micos del presidente Obama. ? New York Times. Traducci¨®n de News Clips.
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