?Resurrecci¨®n?
La narrativa oficiosa de la remodelaci¨®n del Gobierno (su storytelling) ha sido comunicada con el eslogan medi¨¢tico de su resurrecci¨®n. Y nada mejor que aprovechar la jornada de hoy (d¨ªa de todos los santos), en que se celebra el culto a los muertos, para sacarle alguna punta pol¨ªtica a tan sugestiva met¨¢fora. Que en su esencia m¨¢s simplista viene a significar: desde mayo pasado, Zapatero y su Gobierno ya estaban muertos, aunque todav¨ªa no enterrados (?eran, pues, zombies: es decir, muertos vivientes?). Pero la oportuna llegada como si fuera el S¨¦ptimo de Caballer¨ªa del comando Rubalcaba (Alfredo a la cabeza m¨¢s Ram¨®n J¨¢uregui m¨¢s Rosa Aguilar m¨¢s Valeriano G¨®mez) le ha salvado in extremis, permiti¨¦ndole resucitar de entre los muertos.
Rubalcaba no deber¨ªa ocupar el liderazgo socialista porque volver¨ªa la crispaci¨®n pol¨ªtica
De modo que la historia que nos cuentan tiene dos partes (dos sintagmas), de muy diferente verosimilitud. La primera proposici¨®n es que Zapatero y los suyos ya estaban muertos. Esto parece bastante plausible, pues es m¨¢s o menos lo que vengo sosteniendo aqu¨ª desde hace varias columnas con mi hip¨®tesis del suicidio, o del sacrificio pol¨ªtico. Con su decisi¨®n del 12 de mayo de renunciar a su pasado defensor de los derechos sociales, y convertirse en un cruzado de las pol¨ªticas neoliberales de ajuste duro, el renacido (reborn) Zapatero ech¨® por la borda su capital pol¨ªtico, quem¨® todas sus naves y se ofreci¨® a inmolarse para cargar con todas las culpas de la crisis, liberando a los suyos de toda responsabilidad. Pero para que esta tesis del sacrificio redentor fuera veros¨ªmil, Zapatero deb¨ªa quedar definitivamente muerto en beneficio de su partido. Entonces ?a qu¨¦ viene ahora esta pretendida resurrecci¨®n? Si gracias al mago Rubalcaba desea ahora resucitar, ?acaso significa que se ha cansado de morir por los dem¨¢s?
Con eso llegamos a la segunda cl¨¢usula de la historieta: tras la muerte de Zapatero, su resurrecci¨®n. Por muy taumat¨²rgico que sea Rubalcaba, ?de verdad cree posible Zapatero llegar a resucitar? Yo lo dudo, pues me parece inveros¨ªmil que en 15 meses, con la econom¨ªa espa?ola todav¨ªa en el congelador, Rubalcaba pueda invertir una desventaja en las encuestas preelectorales de 14 puntos. Por lo tanto, esta parte del cuento no me la creo. A no ser, claro est¨¢, que, rizando el rizo de la met¨¢fora, nos tomemos el concepto de redenci¨®n en su sentido m¨¢s milagroso. Si recordamos los evangelios cristianos, tras la Resurrecci¨®n de Cristo tiene que llegar su Ascensi¨®n a los cielos. Y traduciendo esto a la pol¨ªtica terrenal, tras la hipot¨¦tica resurrecci¨®n de Zapatero deber¨ªa venir su ascensi¨®n al emp¨ªreo ex presidencial donde flotan Gonz¨¢lez y Aznar. Dicho de otro modo: el relato de la presunta resurrecci¨®n de Zapatero s¨®lo es cre¨ªble si va unido a su renuncia a presentar por tercera vez su candidatura a presidente de Gobierno.
Pero entonces, con Zapatero fuera de juego tras su ascensi¨®n a los cielos, el partido y el Gobierno se quedan, como si fuera la iglesia cristiana, en manos de sus ap¨®stoles: Rubalcaba, Chac¨®n, Blanco, J¨¢uregui, Aguilar, Caama?o, Iglesias... Y aqu¨ª llega la gran inc¨®gnita. ?Qui¨¦n se encargar¨¢ de representar el papel de San Pedro: esa piedra basal sobre la que habr¨ªa de edificarse la supervivencia futura del partido socialista? ?En qui¨¦n delegar¨¢ su liderazgo el reborn Zapatero, tras morir, resucitar y ascender a los cielos? ?En Rubalcaba? En este momento se dir¨ªa que s¨ª, puesto que el presidente parece haber puesto en ¨¦l todas sus complacencias. Adem¨¢s, de los posibles candidatos, es el ¨²nico con una Z en su apellido (requisito m¨¢gico supuestamente exigible en los presidentes del Gobierno espa?ol). No obstante, de entre todos los ap¨®stoles, creo que Rubalcaba es el menos indicado.
Enti¨¦ndaseme, a m¨ª tambi¨¦n me cae muy bien Alfredo, pues me parece la mejor excepci¨®n que confirma la regla de la deprimente mediocridad de nuestra clase pol¨ªtica. Pero por m¨¢s inteligente, h¨¢bil y eficaz que sea (?y encima tiene sentido del humor!), creo que no deber¨ªa ocupar el liderazgo socialista. Y no deber¨ªa liderarlo porque, si lo hiciera, se iniciar¨ªa un nuevo ciclo de crispaci¨®n pol¨ªtica, encadenado en espiral a los ciclos anteriores (1993, 2004) de venganzas a la siciliana y eternos ajustes de cuentas pendientes. Lo cual nos retrotraer¨ªa de vuelta atr¨¢s en el t¨²nel del tiempo, para encerrarnos de nuevo en otro c¨ªrculo vicioso de confrontaci¨®n bipolar y abierto conflicto civil. Algo que Espa?a no puede permitirse, pues tras las ¨²ltimas fracturas recientemente abiertas (como las derivadas del llamado proceso de paz y el fallido Estatut catal¨¢n), necesitamos hacer un punto y aparte para iniciar otro ciclo m¨¢s constructivo y esperanzador, esta vez fundado en el consenso y no en la confrontaci¨®n. Y para eso Rubalcaba no sirve. Hace falta alguien sin quemar, como Chac¨®n o J¨¢uregui.
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