Combustible para el declive
El Estado, m¨ªnimo. Dirigido por quienes m¨¢s se parecen a los ciudadanos, no por quienes saben. Inactivo ante las desigualdades. Insensible ante los desfavorecidos. Dedicado a desenfundar r¨¢pidamente ante los delincuentes, dentro y fuera del pa¨ªs. A ser posible, sin impuestos. Tambi¨¦n sin funcionarios, salvo en las prisiones y en las comisar¨ªas. Lo mismo en el mundo: con menos diplom¨¢ticos; cuantos menos diplom¨¢ticos mejor, y en cambio tantos soldados como haga falta. Y, claro est¨¢, en las fronteras y aduanas. Para cerrar el paso a las hordas extranjeras que se disponen a invadir y desnaturalizar la fibra ¨ªntima y aut¨¦ntica de esta naci¨®n que se siente excepcional, en todo caso elegida por Dios. Para destruir a los terroristas, isl¨¢micos por supuesto, que desaf¨ªan el poder americano e intentan destruir su dominio.
Los m¨¢rgenes de acci¨®n internacional de Obama se estrechan con la nueva geometr¨ªa parlamentaria
Y luego lo m¨¢s dif¨ªcil: pol¨ªtica sin pol¨ªticos, un Parlamento sin aut¨¦nticos parlamentarios. Con hombres y mujeres intr¨¦pidos, dispuestos a resistirse a las ¨¦lites gobernantes, entregados a la ley y al orden, armados hasta los dientes si hace falta para defender los derechos individuales e iluminados por la inspiraci¨®n de su divinidad particular, entregada incondicionalmente a su causa.
Esta es la fuerza que ha vencido en las elecciones de mitad de mandato. Un vector de ideas y sentimientos profundamente americano, alojado en el ventr¨ªculo m¨¢s reaccionario del coraz¨®n m¨¢s conservador de Estados Unidos. Sab¨ªamos que la victoria de Obama hace dos a?os iba a nutrir y excitar esta v¨ªscera, profundamente incomodada por un presidente surgido del liberalismo, que en europeo quiere decir la izquierda. No pod¨ªamos medir todav¨ªa la dimensi¨®n de la crisis econ¨®mica ni sus efectos sobre el empleo. Las altas expectativas creadas por la llegada del primer afroamericano a la Casa Blanca tampoco permit¨ªan calibrar la magnitud de la victoria dem¨®crata: luego se ha revelado m¨¢s coyuntural y ef¨ªmera de lo que los amigos de Obama hab¨ªan pensado. No hubo cambio de ¨¦poca, ni una nueva hegemon¨ªa dem¨®crata para varias d¨¦cadas como esperaban algunos. No hubo tampoco una transformaci¨®n radical de la pol¨ªtica presidencial: al contrario, con el tiempo han ido apareciendo las huellas de las continuidades entre el detestado Bush y el adorado Obama.
Pero el corto aliento dem¨®crata y la dureza de la crisis econ¨®mica no bastan para explicar este profundo bache, que podr¨ªa convertirse en sima. Sin la subordinaci¨®n de la pol¨ªtica a unos medios de comunicaci¨®n radicalizados y escorados hacia la derecha, no habr¨ªa partidos ni partidas del t¨¦, aut¨¦nticas subastas delirantes que prometen terminar con la sensatez y el pragmatismo requeridos para hacer pol¨ªtica. Tampoco existir¨ªan sin los intereses m¨¢s particulares que han financiado esta campa?a electoral, la m¨¢s cara de la historia, con el objetivo de bloquear o torcer el programa legislativo de Obama sobre reducci¨®n de emisiones de gases, impuestos, banca financiera o seguros m¨¦dicos y productos farmac¨¦uticos.
La barra libre para que las empresas inviertan en la defensa de sus intereses electorales recibi¨® la luz verde del Tribunal Supremo el pasado junio, en una sentencia que protege las donaciones an¨®nimas bajo el manto sagrado de la primera enmienda, que afecta a la libertad de expresi¨®n. Obama la critic¨® "como una victoria de las grandes petroleras, las compa?¨ªas de seguros sanitarios y otros intereses poderosos que se imponen diariamente en Washington ahogando las voces de los ciudadanos de a pie".
Los resultados electorales conseguidos tendr¨¢n consecuencias paralizantes no tan solo en la acci¨®n interior del Gobierno, sino lo que es m¨¢s grave en sus m¨¢rgenes de acci¨®n exterior y su capacidad de liderazgo internacional. En el momento en que China se reafirma en su papel econ¨®mico global, Obama ver¨¢ atascada su acci¨®n exterior en varios cap¨ªtulos: el desarme nuclear y el llamado reseting (reinicio) de las relaciones con Rusia quedar¨¢n hipotecados por unos congresistas republicanos que rechazar¨¢n la ratificaci¨®n del nuevo tratado START firmado con Mosc¨² para una dr¨¢stica reducci¨®n de cabezas nucleares activas; lo mismo suceder¨¢ con la legislaci¨®n medioambiental, que influir¨¢ muy negativamente en el eventual liderazgo de Washington en las negociaciones de reducci¨®n de emisiones; tambi¨¦n con la ¨²ltima generaci¨®n de tratados de libre comercio, emitiendo as¨ª p¨¦simos signos proteccionistas en un momento de crisis econ¨®mica global.
As¨ª es como ese pueblo insurgente que no soporta el retroceso de EE UU en el mundo convierte su rebeli¨®n en combustible para acelerar su declive, repitiendo as¨ª la operaci¨®n geopol¨ªtica con la que George W. Bush quiso asentar la hegemon¨ªa norteamericana como superpotencia ¨²nica para todo el siglo XXI, consiguiendo ¨²nicamente arruinarla en dos guerras sin salida, desprestigiarla ante el mundo y abrir las puertas de par en par al mundo multipolar.
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