Enorme Petibon
Enorme Patricia Petibon. Su debut en el Liceo se sald¨® con un rotundo ¨¦xito, todo lo rotundo que permite la Lul¨² de Berg, ¨®pera a cuyo final se llega por extenuaci¨®n de artistas y de p¨²blico. Hubo las habituales deserciones en los entreactos, pero los que resistieron ovacionaron a la soprano hasta donde les alcanzaron las fuerzas. Se lo merec¨ªa. Su Lul¨² es cautivadora, d¨²ctil, arriesgada, vibrante, sensual y cerebral a la vez, en lo esc¨¦nico y lo vocal. Tras haber incorporado el personaje este mismo a?o en Ginebra y en Salzburgo y retomarlo ahora en Barcelona, Petibon dice que necesita volver con urgencia a las hero¨ªnas barrocas y mozartianas. Se comprende: Lul¨² a la fuerza te vac¨ªa. Ella misma es un agujero negro en el que convergen los peores instintos de una sociedad corrupta, materialista, moralmente inane, que Frank Wedekind retrat¨® sin piedad en El esp¨ªritu de la tierra (1895) y La caja de Pandora (1904) y que Berg concentr¨® en su poderosa ¨®pera. El v¨¦rtigo que produce esta femme fatale viene de su absoluto nihilismo, de la naturalidad con la que seduce al hijo en el sof¨¢ en que ha matado al padre (su marido) o de la asepsia con la que describe la homosexualidad de la condesa de Geschwitz, enamorada de ella ("No eres un ser humano como los dem¨¢s. No hay suficiente materia para hacer de ti un hombre y tienes demasiado cerebro para ser mujer", le dice). Dar esa frialdad cortante, ese vac¨ªo, a trav¨¦s del canto, la manifestaci¨®n m¨¢s c¨¢lida del alma, requiere un esfuerzo interpretativo en el que Petibon estuvo inconmensurable. Se comprende que necesite reposo.
LUL?
De Alban Berg. Int¨¦rpretes: Patricia Petibon, Julia Juon, Silvia de la Muela, Robert W?rle, Ashley Holland, Paul Groves, Fanz Grundheber, Andreas H?rl y Will Hartmann. Orquesta Sinf¨®nica del Liceo. Direcci¨®n esc¨¦nica: Olivier Py. Escenograf¨ªa y vestuario: Pierre-Andr¨¦ Weitz. Direcci¨®n musical: Michael Boder. Teatro del Liceo. Barcelona, 3 de noviembre.
El ¨¦xito fue compartido con el director Michael Boder, quien sac¨® de la orquesta de la que es titular, hasta donde pudo, una lectura clara, transparente, equilibrada. La dureza del lenguaje serialista se ve en esta obra compensada por el uso de n¨²meros cerrados -canci¨®n, lied, himno, coral-, de aliento mel¨®dico por m¨¢s que atonal, que Boder tradujo con fuerza comunicativa. El resto del reparto estuvo a notable altura. Tal vez a Ashley Holland (Doctor Sch?n / Jack el Destripador) le faltara dar m¨¢s de gramaje a su papel y Paul Grove (Alwa) superara forzando los temibles escollos de la parte, pero a cambio, Franz Grundheber (Schigolch), Julia Juon (Geschwitz), Andreas H?rl (domador / atleta) y dem¨¢s bestiario estuvieron bien.
La ¨²nica, m¨ªnima, contestaci¨®n para la puesta en escena. Los siete cuadros constituyen un gran fresco urbano-circense, en el estilo de la Nueva Objetividad de Otto Dix y George Grosz, por el que entran y salen novias de blanco, prostitutas de colores, proxenetas marcando paquete, burgueses ociosos, cabezudos, gorilas, payasos, militares e incluso Pap¨¢ Noel. Operaci¨®n estil¨ªstica en el esp¨ªritu de la obra que da por resultado escenas de gran plasticidad. Pero el problema viene del exceso, por querer decir demasiadas cosas. ?Hace falta rotularle al espectador tantas frases? Es como si esta producci¨®n no se fiase de su capacidad de comprensi¨®n, con el a?adido de fren¨¦ticos movimientos de decorados que ya est¨¢n en la m¨²sica y acaban por distraerte de ella. Lul¨² pertenece a la categor¨ªa del mito y como tal reclama un mayor libertad para que cada cual lo llene con sus propios fantasmas.
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