"Yo sufr¨ª y practiqu¨¦ la intolerancia"
La vida de Violeta Granera encarna las vicisitudes de Nicaragua. La guerra, el exilio, las trincheras ideol¨®gicas. Pero tambi¨¦n el esfuerzo por la reconciliaci¨®n y por rescatar al pa¨ªs de una c¨²pula pol¨ªtica "que antepone los intereses personales al inter¨¦s general". "Hay m¨¢s conciencia democr¨¢tica en la gente que en esos liderazgos enquistados y anacr¨®nicos de los que no hemos logrado salir", explica. Por eso, desde el Movimiento por Nicaragua impulsa la participaci¨®n de una ciudadan¨ªa que merece algo mejor que unos dirigentes que medran en la corrupci¨®n y en el reparto de cuotas de poder.
La conversaci¨®n comienza en el parque de Berl¨ªn. Los restos del Muro donados por Alemania sirven de oportuno escenario para la fotograf¨ªa: en febrero de 1990, apenas tres meses despu¨¦s del hundimiento del bloque sovi¨¦tico, el Frente Sandinista perd¨ªa las elecciones, tras una d¨¦cada en el poder, y Violeta Granera regresaba a Nicaragua desde un exilio provocado por el asesinato de su padre a manos de los revolucionarios. "Yo estaba en contra del r¨¦gimen somocista", evoca, "y llegu¨¦ a albergar esperanzas". Se diluyeron pronto, en cuanto vio llegar a Guatemala, donde viv¨ªa, a oleadas de campesinos y peque?os comerciantes v¨ªctimas de la colectivizaci¨®n y las expropiaciones.
La activista de Nicaragua lucha por la reconciliaci¨®n en su pa¨ªs
Ya en el restaurante, y para acompa?ar las espinacas y el bonito, pide entre excusas una coca- cola. A¨²n recuerda el horror que semejante h¨¢bito provocaba en los camareros de Francia, donde estudi¨® Sociolog¨ªa. "Me ca¨ªa encima todo su desprecio", dice entre carcajadas contagiosas.
Granera ha participado en un foro sobre cohesi¨®n social, organizado en Madrid por la cooperaci¨®n espa?ola. Tiene 58 a?os juveniles, cinco hijos y seis nietos, y una energ¨ªa desbordante que la mantiene en primera l¨ªnea del activismo social. Del apoyo a los refugiados pas¨® a volcarse, con el Gobierno de su tocaya, Violeta Chamorro, en la reinserci¨®n de los campesinos de la Contra y la localizaci¨®n de cementerios clandestinos, huella de la represi¨®n sandinista en las ¨¢reas rurales. "Fueron a?os de una polarizaci¨®n terrible. Yo sufr¨ª y practiqu¨¦ esa intolerancia. Pero lleg¨® un momento en el que la gente necesitaba reencontrarse fuera de ideolog¨ªas y partidos. Con organizaciones que ven¨ªan del sandinismo impulsamos espacios de di¨¢logo en las comunidades y los departamentos".
Mientras la sociedad civil avanzaba en la reconciliaci¨®n, dos viejos enemigos, el sandinista Daniel Ortega y el ex presidente liberal Arnoldo Alem¨¢n, condenado por corrupci¨®n, sellaban un pacto que "ha destruido la institucionalidad democr¨¢tica que con tanto esfuerzo se hab¨ªa empezado a construir en los noventa". Alem¨¢n fue excarcelado y Ortega, desde la presidencia, "ha secuestrado el pa¨ªs", dice la activista. "Controla de nuevo todos los resortes del poder y recibe fondos de Hugo Ch¨¢vez, que maneja de manera discrecional".
Granera se ha enamorado de la botella de agua, un elegante envase de vidrio azulado que el camarero le regala en una bolsa de papel. "Pintar botellas me relaja", explica bajito. Y vuelve a la carga. "El muro de Berl¨ªn cay¨® porque cayeron los muros mentales de Alemania. Nosotros derribamos el muro de la guerra sin derribar los muros mentales. Mientras no renovemos el liderazgo y sigamos con esa enorme exclusi¨®n social, Nicaragua no ser¨¢ viable".
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