Marcar el ritmo
El llamado bloqueo del escritor, o ese tiempo des¨¦rtico en que, obligado a llenar algunas p¨¢ginas, a uno no se le ocurre nada provechoso, puede dar mucho juego bordeando el vac¨ªo. Hay quien ha escrito un libro sobre por qu¨¦ no ha escrito libros (Marcel B¨¦nabou) y no faltan cuentos, demasiados, que terminan donde podr¨ªa empezar una novela. O novelas puramente digresivas, como Tristram Shandy, que se abandonan acaso por cansancio. En El ant¨®logo Paul Chowder est¨¢ dispuesto, dice, a contarnos todo lo que sabe de poes¨ªa. No es novelista, es poeta, "un modelo de fracaso"; tiene que escribir la introducci¨®n a una antolog¨ªa de poemas ingleses rimados preparada por ¨¦l, justo cuando Roz, su novia, lo ha dejado, tal vez por negligente; vive en un establo con un perro y, a la vez que se esfuerza en no defraudar a su editor, revela al lector sus divagaciones sobre m¨¦trica y rima, usando un tono cordial de charlat¨¢n reflexivo para no ahuyentar a nadie. De este modo sabemos que El ant¨®logo no va a ser un tratado, ni una n¨®mina de t¨¦cnicas po¨¦ticas tradicionales, ni una disertaci¨®n para promover su autoridad en la materia, aunque no desde?a ninguna opci¨®n. Su precoz definici¨®n de la poes¨ªa no rimada como "prosa a c¨¢mara lenta" sugiere la impronta de una inteligencia muy f¨¦rtil, que sabe concertar experiencia e imagen. Y que aprovecha maliciosamente el valioso veh¨ªculo de la novela para promover la poes¨ªa
El ant¨®logo
Nicholson Baker
Traducci¨®n de Ram¨®n Garc¨ªa
Duomo. Barcelona, 2010
256 p¨¢ginas. 18 euros
... entre quienes no leen poes¨ªa. Pues el personaje central de esta novela no es Paul Chowder, aunque ¨¦ste no deje de hablar, ni el fin del amor ("No me voy a poner a lloriquear sobre las razones por las que Roz se fue"), sino la poes¨ªa rimada. Escribir una novela con ese tema es muy arriesgado, sin duda. As¨ª que, con mucha sagacidad, mientras expone muy desenvueltamente su pasi¨®n y desavenencias con los poetas, de William Byrd a Auden, con especial inclinaci¨®n por Elizabeth Bishop, describe a salto de ocurrencia sus d¨ªas solitarios y el entorno en que vive, aplicando a las cosas una mirada l¨ªrica, pero no exclamatoria, liberando de ese modo su esp¨ªritu de la coacci¨®n de escribir la introducci¨®n, y tener que justificar un trabajo que sabe que apenas ser¨¢ le¨ªdo. La soledad de Paul Chowder es una soledad habitada por la cadencia y el ritmo, sobre todo el pent¨¢metro y¨¢mbico, de los poemas que ama, y por tanto una soledad que evita el dramatismo y la queja. Gracias a su chispeante humor -que encuentra en las cucarachas, en un mantel o en herirse dos veces el mismo dedo, causas eficientes de la existencia de la poes¨ªa-, consigue mantenerse al margen del "auge del caos y la disonancia", y seguir marcando "el ritmo con el pie". S¨®lo rima, que as¨ª se llama su antolog¨ªa, es para Chowder una forma de resistencia y una provocaci¨®n, pero tambi¨¦n, por su aparente anacronismo, la mejor credencial para ser un ant¨®logo incomprendido, o sea, alguien equivocado de ¨¦poca que, no obstante, apuesta por el "sentimiento de ponerse en marcha", pues eso sucede con los libros de poes¨ªa: "sea cual sea el sitio por donde los abras, caes en un principio". Y ese movimiento de apertura es una constante renovaci¨®n, una apelaci¨®n a no dejar nunca de abrirse a lo inesperado. El ant¨®logo admite ser le¨ªdo as¨ª, no a la manera acumulativa de las novelas, sino aceptando que sus divagaciones exaltadas o delirantes, la caprichosa imaginaci¨®n, la simp¨¢tica erudici¨®n de Paul Chowder son comienzos de una larga reflexi¨®n en busca del poema que ponga de nuevo en marcha el ritmo sostenido del universo.
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