'Pintxo' con correa
Ir de pintxos ya no es lo que era. Qu¨¦ dolor.
Al principio pens¨¦ que era cosa m¨ªa. A veces se te cruza el d¨ªa, y esos d¨ªas todos los taxistas son estafadores, todos los camareros tienen sistemas mononeuronales y todos los chicos guapos llevan peluqu¨ªn. Pero he comprobado con horror que lo que les voy a contar a continuaci¨®n no es un hecho aislado, sino un patr¨®n de comportamiento.
Descubr¨ª el pastel a principio de verano. Estaba ejerciendo de anfitriona donostiarra por la Parte Vieja, m¨¢s feliz que una perdiz. Los donostiarras servimos para anfitriones de pecho hinchado, ¨¦sa es la verdad. No tiene demasiado m¨¦rito; la ciudad se vende sola. Ah¨ª iba yo con mis dos amigos argentinos, con el plumaje abierto, ensalzando las lindezas de la tierra y preparando los paladares para una ingesta salvaje de pintxos. "Vais a ver qu¨¦ cosas m¨¢s ricas, el pan siempre lo tienen crujiente y las barras hasta arriba de pintxos, mirad, mirad". Y le se?alaba hacia dentro de un bar cualquiera. Ellos, salivando como el perro de Pavlov, quer¨ªan entrar en todos. Y yo, haci¨¦ndome la interesante, les ped¨ªa paciencia. Hab¨ªa que elegir bien.
Entramos en un bar nuevo que ten¨ªa la barra m¨¢s hermosa que yo hab¨ªa visto en a?os. Qu¨¦ maravilla, qu¨¦ colorido, qu¨¦ promesas de placer para el cuerpo. Mis amigos miraban extasiados y yo, por alguna raz¨®n absurda, me sent¨ªa un poco autora de la obra. "?Y podemos comer directamente los pintxos?", preguntaron, sorprendidos. Yo sonre¨ª, condescendiente. "Claro, claro, se cogen libremente". Y estir¨¦ el brazo hacia uno de los platos, como d¨¢ndoles ejemplo, con un gesto que para cualquier euskaldun es m¨¢s rutinario que el de sonarse la nariz. Craso error.
El camarero se me acerc¨® a toda velocidad, sin darme tiempo a coger el pintxo. "Perdona, ?qu¨¦ vais a beber?", me pregunt¨®, brusco. Me qued¨¦ cortada. Le dije que no lo hab¨ªamos pensado a¨²n y volv¨ª a estirar el brazo hacia la barra. "No, no", me volvi¨® a interrumpir, m¨¢s brusco todav¨ªa. "Primero me dices lo que beb¨¦is, luego te doy un plato, eleg¨ªs los pintxos que quer¨¦is y, antes de com¨¦roslos, me ense?as el plato". Me qued¨¦ congelada, procesando la informaci¨®n. No entend¨ªa nada. Era como si me hubiera hablado en chino canton¨¦s. Entonces, mir¨¦ a mis amigos de reojo y me sonroj¨¦. Ay. Mi autoridad de anfitriona estaba quedando en entredicho, me dol¨ªa el orgullo donostiarra, ya me entienden. Levant¨¦ la barbilla, muy digna, y dije: "V¨¢monos". Y nos fuimos.
Sinti¨¦ndolo mucho, para esto no hay medias tintas. Los pintxos se comen libremente o no se comen. Si quisiera comer pintxos con correa, me ir¨ªa a comerlos a Madrid y Barcelona. Es el principio del fin. Acab¨¢ramos.
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