Deterioro y sensatez
Una de las pocas maneras para que descubramos lo que es sensato es que antes nos hayamos hartado de soportar disparates. Rubalcaba hoy nos parece un ministro sensato porque antes en su campo se cometieron muchos errores. Y qu¨¦ mejor que la sensatez para que sea ministro. Ya nos conformamos tan s¨®lo, incluso, con la sensatez sobrevenida.
Esta capacidad para conformarnos con poco es despu¨¦s de que hayan ensayado embaucarnos con el surrealismo, esa huida de la realidad, pero no total, que nos acaba seduciendo. Salimos de lo real y nos dejamos llevar por cualquier cosa por sorprendente que fuere. Como lo de cambiar los apellidos, y por qu¨¦ no de nombre, como en algunas tribus indias y asi¨¢ticas, que cuando por razones de edad dejan de llamarte Caballo Veloz te llaman Caballo Cojo. Si yo les contara hasta d¨®nde se puede llegar con un nombre que no es el tuyo... La cosa no es tan complicada; a veces te preguntan por el otro y resulta hasta divertido.
Lo curioso del caso es que fue el Estado, entonces llamado Corona, el que siguiendo pautas ilustradas nos puso unos apellidos que inscrib¨ªan unos escribanos en un registro con el fin de controlarnos y dar seguridad en contratos, herencias, impuestos, etc¨¦tera. Hasta entonces, nos apellid¨¢bamos como nos diera la gana; si nos persegu¨ªa la justicia nos ¨ªbamos a las Indias con el apellido cambiado. Total, que los que antes nos obligaron a apellidarnos de una manera ahora nos dicen que nos podemos apellidar de otra. ?Se dan ustedes cuenta de que la cuesti¨®n es mandar? Pero ahora es por la igualdad.
El hombre del Renacimiento, o la mujer, y el hombre, o la mujer, de la Revoluci¨®n francesa, hasta el revolucionario, o hasta la revolucionaria, de la rusa, sab¨ªan, por muy innovadores que fuesen, que muchas limitaciones les ven¨ªan dadas, adem¨¢s de por la naturaleza por la ¨¦poca anterior, pues la religi¨®n segu¨ªa, la soberan¨ªa cambiaba de sujeto, pero era la misma, las ideas se sustentaban en las de la revoluci¨®n anterior... Ahora nos hacen creer que todo es posible sin l¨ªmite. Debajo de los adoquines la playa, ?qu¨¦ estupidez! Lo que estaba debajo era el poder. Y al poco de haber cre¨ªdo en imposibles, un golpe de realismo nos obliga a amar la sensatez escamoteada por sue?os milagrosos que superan con creces los consuelos que nos ofrecen las religiones.
Conform¨¦monos con lo real y lo posible, con el racionalismo y la libertad. Odiemos a mes¨ªas y embaucadores, asumamos la modestia y la normalidad. Por eso me consuelo con que dos chavales como Patxi y Antonio sean tan sensatos. Que son los que sin llamadas surrealistas al para¨ªso, astracanadas para despistar, nos permiten vivir el d¨ªa a d¨ªa tranquilos, sin tener que madrugar para levantar la jaima cada ma?ana, pues no hay ning¨²n pueblo en marcha b¨ªblica aunque digan que tiene siete mil a?os de historia. Sensatez, divino tesoro.
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