Somorrostro, la dignidad del nombre
Quien pierde los or¨ªgenes pierde identidad, dice Raimon en una de las mejores canciones que se han escrito en catal¨¢n. Lacan escribe que para existir y ser reconocido por los otros hay que tener un nombre propio, espec¨ªfico, sea una persona o un lugar. Cuando se borran las palabras, se niega aquello que significaban. Es lamentable el af¨¢n que hubo en el pasado de borrar el nombre de Somorrostro del nomencl¨¢tor municipal y que m¨¢s tarde, cuando, despu¨¦s de los Juegos Ol¨ªmpicos, la playa y el nombre se hab¨ªan recuperado, el Ayuntamiento democr¨¢tico no se atreviera a mantener el nombre hist¨®rico. Todo ello forma parte de una pol¨ªtica -inconsciente o deliberada, da lo mismo- de borrar el pasado de ciudad industrial y trabajadora, de barracas y de inmigrantes, antes del resto de Espa?a y ahora de todo el mundo. El patrimonio hist¨®rico y cultural se ha reservado hasta hace muy poco tiempo a los palacios y a las iglesias, a pol¨ªticos y militares, pero no a las f¨¢bricas y a las viviendas obreras, ni a las luchas sociales.
Ni ten¨ªan la culpa de vivir en una barraca ni era una verg¨¹enza. La verg¨¹enza la deben tener las autoridades de la ¨¦poca
Vivo justo enfrente de la playa del Somorrostro, salgo de casa y tres minutos despu¨¦s piso la arena, entre el hospital del Mar y el Port Ol¨ªmpic. El nombre del Somorrostro no solo me recuerda la miseria y la injusticia de la Barcelona de mi infancia y juventud, sino tambi¨¦n el ansia de vivir, el combate cotidiano de la gente que all¨ª viv¨ªa, que en las condiciones m¨¢s adversas luch¨® para sobrevivir con dignidad y contribuy¨® a su manera a hacer la ciudad actual. Nos referimos a una poblaci¨®n numerosa, unos 200.000 barraquistas, entre las d¨¦cadas de 1950 y 1960. La cifra estable era aproximadamente de 100.000, que aumentaban y se renovaban regularmente. La gran mayor¨ªa, gente trabajadora, ni marginal ni delincuente, mal pagada y en permanente precariedad.
Cuando iniciaba mis estudios universitarios, ahora hace 50 a?os, frecuent¨¦ las barracas del Somorrostro y del Bogatell, muy cerca las unas de las otras. Hab¨ªa conocido las de la Perona (cerca del pont del Treball), de Can Valero (en Montju?c), del Guinard¨® (sobre el hospital de Sant Pau) y de Les Corts (camino del antiguo campo del Bar?a), e incluso las cuevas de Collblanc y el Carmel. En el Bogatell y el Somorrostro la impresi¨®n era m¨¢s dura, cerca de un mar que amenazaba unas barracas que a duras penas se aguantaban, una playa sucia (la de La resaca, una de las primeras novelas de Juan Goytisolo), sin agua ni electricidad, colchones y mantas directamente sobre la arena, ni alcantarillado ni alumbrado. Llegar all¨ª siguiendo el colector a cielo abierto del Bogatell y saltando sobre las diversas v¨ªas del tren era pasar al otro lado del espejo.
Pero cuando te encontrabas al atardecer con los otros ciudadanos, te recib¨ªan amablemente y te ofrec¨ªan un caf¨¦; los mayores ven¨ªan de trabajar, a menudo en la construcci¨®n o en el servicio dom¨¦stico; los ni?os iban a la escuela, y los gitanos acumulaban todo lo que se pod¨ªa vender. Las barracas estaban relativamente limpias y ordenadas pese a la suciedad del entorno. Y a un inexperto estudiante de Derecho le preguntaban qu¨¦ pod¨ªan hacer para que no los expulsaran de la barraca o para que admitieran a sus hijos en la escuela, o so?aban que alg¨²n d¨ªa podr¨ªan acceder a un piso.
El nombre de Somorrostro es muy anterior a las barracas, viene del siglo XIX. Es el barrio de donde sali¨® Carmen Amaya, recuerden la gran pel¨ªcula de Rovira Beleta Los Tarantos, y miles de h¨¦roes an¨®nimos que luchaban por vivir y progresar. No se merecen ni el olvido ni ser menospreciados, ni ten¨ªan la culpa de vivir en una barraca ni era una verg¨¹enza. La verg¨¹enza, en cualquier caso, la deben tener las autoridades de la ¨¦poca, los ricos que se aprovechaban, les pagaban una miseria y los trataban mal, y todos aquellos que miraban a otro lado para no verlo. La verg¨¹enza la deben tener quienes ahora quieren que se olvide que all¨ª vivieron muchos miles de ciudadanos a quienes se les negaban los derechos m¨¢s fundamentales y que pese a todo conquistaron la ciudadan¨ªa.
Se ha constituido una comisi¨®n que promueve la recuperaci¨®n de los nombres y la se?alizaci¨®n de los lugares donde estaban los barrios de barracas. Para combatir la injusticia del presente, para no repetir las del pasado, hay que recordar cuando la ciudad con nombre no era capaz de mirar a "donde la ciudad cambia su nombre", como dec¨ªa Paco Candel.
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