No ha podido ser

No faltaba nada para tener un museo perfecto: un edificio inteligentemente restaurado en el coraz¨®n de la ciudad, en una de esas pocas calles en las que Granada conserva todav¨ªa su condici¨®n de laberinto; una colecci¨®n de primera categor¨ªa, cedida por los herederos de un artista que sali¨® de Granada y de Espa?a en lo m¨¢s oscuro del franquismo para sumarse en Nueva York a la escuela vibrante del expresionismo abstracto, y que regres¨® despu¨¦s armado de una generosa vocaci¨®n pedag¨®gica, con un entusiasmo no menos admirable por ser tambi¨¦n algo ingenuo; no falt¨® la buena disposici¨®n de una esposa y unos hijos para quienes el deseo del padre de que su obra volviera a la ciudad fue un mandato asumido como propio; por no faltar no falt¨® ni una directora, Yolanda Romero, con el grado necesario de formaci¨®n y de energ¨ªa pr¨¢ctica para llevar adelante un proyecto que en la imaginaci¨®n del pintor tendr¨ªa que ir m¨¢s all¨¢ de la simple exhibici¨®n de su pintura.

Jos¨¦ Guerrero, que hab¨ªa experimentado en carne propia el aislamiento y la falta de referencias de un joven artista en un medio ambiente hostil a cualquier forma de modernidad, quer¨ªa que el lugar que acogiera sus obras fuese tambi¨¦n un espacio de contacto con el mundo exterior, un ejemplo y una ventana abierta desde la que su legado pudiera verse en la perspectiva del arte universal al que pertenec¨ªa.

No faltaba nada, pero no ha podido ser. Ahora que hay tantos enf¨¢ticos museos oficiales de arte contempor¨¢neo sin casi nada que mostrar, el centro Jos¨¦ Guerrero de Granada ofrec¨ªa el tama?o perfecto, la solidez discreta de lo bien hecho, lo luminoso, lo posible. Algo tendr¨¢ que ver con este infortunio la debilidad de una sociedad civil en la que todo, absolutamente todo, depende de la pol¨ªtica y de la clase pol¨ªtica.