Decepci¨®n en Se¨²l
Tras el fracaso cambiario del G-20, el FMI debe coordinar las pol¨ªticas para salir de la crisis
La cumbre del G-20 en Se¨²l no ha contribuido a eliminar los riesgos que pesaban sobre la recuperaci¨®n econ¨®mica global. Tampoco se ha puesto fin a las guerras cambiarias. Ni el Gobierno de EE UU ha podido comprometerse a una suavizaci¨®n de la inundaci¨®n de d¨®lares que est¨¢ llevando a cabo en el contexto de su pol¨ªtica monetaria agresiva, ni el de China ha dejado ver su intenci¨®n de flexibilizar el r¨¦gimen de flotaci¨®n muy limitada del yuan. Tampoco los bancos centrales de otros pa¨ªses de la OCDE han anunciado que dejar¨¢n de intervenir en los mercados de divisas para neutralizar la apreciaci¨®n de sus monedas, ni los que han introducido controles de cambio han proclamado su levantamiento.
Todas esas pr¨¢cticas son contraproducentes para la recuperaci¨®n econ¨®mica y pueden sentar las bases de una escalada peligrosa. Las pol¨ªticas de empobrecimiento del vecino fueron las responsables de la oleada de proteccionismo que, adem¨¢s de profundizar la Gran Depresi¨®n, causaron las tensiones que condujeron a la II Guerra Mundial.
En ninguna de las dos l¨ªneas complementarias que ten¨ªan que haber trabajado los asistentes a esa cumbre -la definici¨®n de regulaciones vinculantes para neutralizar las peores consecuencias de las futuras crisis financieras y el alejamiento de los brotes de proteccionismo- los avances han sido rese?ables. Aunque la importancia de ese prop¨®sito de fortalecimiento de la regulaci¨®n bancaria sigue vigente, lo m¨¢s urgente ahora era volver al juego limpio: concretar la cooperaci¨®n internacional en torno a la necesaria recuperaci¨®n econ¨®mica y del empleo, evitando los atajos que empobrecen a los vecinos con pr¨¢cticas distantes del juego limpio.
Pero tampoco ha habido avances en el frente bancario. La regulaci¨®n que deber¨ªa haberse aprobado en esa reuni¨®n deber¨ªa haber tenido en cuenta la nefasta gesti¨®n de riesgos. A los bancos han de exig¨ªrseles requisitos de capital suficientes, posiciones de liquidez m¨ªnimas y topes al margen de apalancamiento. Y esas exigencias han de ser tanto mayores cuanto mayor sea el potencial desestabilizador de las empresas financieras. Es razonable, como propuso Paul Volcker, que sean los mayores (too big to fail: demasiado grandes para dejarlos quebrar) y los que llevan a cabo una actividad transfronteriza m¨¢s intensa, los que tengan una regulaci¨®n m¨¢s estricta.
No deber¨ªa esperarse a la pr¨®xima reuni¨®n del G-20 para coordinar las pol¨ªticas econ¨®micas que sacar¨¢n al mundo de la crisis y reducir¨¢n el desempleo. Puede hacerlo perfectamente el Fondo Monetario Internacional, empezando por la redefinici¨®n de nuevos esquemas de reg¨ªmenes cambiarios y la supervisi¨®n de las pr¨¢cticas al respecto de sus pa¨ªses socios. No se trata tanto de una segunda edici¨®n de Bretton Woods como de la definici¨®n de un proceso por parte de las econom¨ªas m¨¢s integradas internacionalmente hacia un sistema de flotaci¨®n de los tipos de cambio, libre de las intervenciones excesivas que generan las tensiones actuales.
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