La hija pr¨®diga recobrada
La declaraci¨®n como Bien de Inter¨¦s Cultural de la Casa de Campo supone una ocasi¨®n para protegerla e integrarla de nuevo en el imaginario de la ciudad
La Casa de Campo, cuya declaraci¨®n como Bien de Inter¨¦s Cultural en calidad de Sitio Hist¨®rico acaba de ser ratificada esta semana por el Gobierno regional, retorna as¨ª al amparo de las leyes protectoras de la ciudad y su entorno. Muchas vicisitudes la han afligido durante cinco siglos. Han sido tantas, que Madrid dej¨® de pensar en ella y de frecuentarla. Hoy, ecologistas, jardineros y especialistas perciben la decisi¨®n reci¨¦n adoptada como un primer paso para impedir su deterioro y recobrar para los madrile?os la plenitud de este bosque urbano ¨²nico en Europa.
Con 1.900 hect¨¢reas de extensi¨®n total, la protecci¨®n se aplica sobre 1.722 hect¨¢reas. Se halla enclavada en el poniente de la ciudad, en la ribera derecha del Manzanares. La riegan sus afluentes los arroyos Antequina y Meaques.
Con 1.900 hect¨¢reas de extensi¨®n total, la protecci¨®n se aplica sobre 1.722
La II Rep¨²blica se incaut¨® de su propiedad a la Corona en 1931
Pocos madrile?os saben que este espacio forestal tan unido a la historia madrile?a, aunque a¨²n muy desconocido por quienes no viven en su vecindad, es el mejor mirador para la contemplaci¨®n de la ciudad y de la sierra del Guadarrama, as¨ª como para el avistamiento de aves migratorias en tr¨¢nsito hacia climas ben¨¦volos. Bandadas de grullas, cig¨¹e?as, cormoranes y gaviotas surcan en oto?o y primavera sus cielos transparentes gracias a las mir¨ªadas de quintales de ox¨ªgeno que les regala el medio mill¨®n de encinas, pinos y fresnos que aroman su atm¨®sfera. Antiguo bosque y cazadero real, fue adquirido en 1562 por Felipe II a la familia de los Vargas. Desde 1931 es propiedad del Ayuntamiento.
La Casa de Campo es un bosque mediterr¨¢neo de encinas, adehesado, nutrido de pastizales y praderas, repoblado de pinos y ariz¨®nica. Lleg¨® a albergar hasta 778 especies vegetales, seg¨²n un censo del catal¨¢n Mas y Guindal realizado en 1923. Su flora descender¨ªa a 476 especies seis d¨¦cadas despu¨¦s. Tal fue su deterioro que de tantas variedades se cree que no perdura m¨¢s de la mitad. Pero a d¨ªa de hoy no existe a¨²n un nuevo censo. Sus frondosas arboledas y sotos, por donde remolonean erizos, triscan liebres y acechan zorros, decoran lomas de perfiles suaves cuya cota m¨¢s elevada se sit¨²a en el cerro Garabitas, a 675 metros de altitud, y la m¨¢s baja a 594 metros, cerca del r¨ªo que surca su fachada oriental. Este cerro, desde donde la artiller¨ªa pesada franquista bati¨® Madrid durante la Guerra Civil, fue el primer enclave elegido por Franco para emplazar su monumento a los ca¨ªdos, que luego instalar¨ªa en el valle de Cuelgamuros, cerca de San Lorenzo de El Escorial. Hasta 20 fortines de la contienda quedan a¨²n en pie dentro de su per¨ªmetro, trufado todav¨ªa de trincheras.
La finca regia atesora un repertorio art¨ªstico-patrimonial que abarca desde yacimientos paleontol¨®gicos de grandes animales como rinoc¨¦ridos y mamuts, hasta vestigios romanos, un cementerio visigodo o una galer¨ªa de grutas abovedadas, espacio de recreo dotado de fuentes y jardines construidos en clave renacentista por Juan Bautista de Toledo, disc¨ªpulo de Miguel ?ngel en el Vaticano y autor de los primeros planos del monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
En su interior se alz¨® el palacete de los Vargas, donde Felipe II reuni¨® cuantos cuadros pudo acopiar de Hieronimus van Aeken, El Bosco, como El jard¨ªn de las Delicias. ?Qu¨¦ hac¨ªan, en las colecciones de un rey tan rigurosamente grave, pinturas heterodoxas y semiher¨¦ticas como las de El Bosco? Hay pruebas de que Felipe II padec¨ªa de gota, cuyos agud¨ªsimos dolores se combat¨ªan en la ¨¦poca con l¨¢udano y alucin¨®genos. Su jardinero, el sacerdote Gregorio de los R¨ªos, cultivaba por orden suya estas especies en un jard¨ªn de plantas arom¨¢ticas y medicinales instalado en los aleda?os del vetusto palacio.
Ensanchada en 43 fincas colindantes bajo el reinado de Fernando VI, entre 1746 y 1750, vallada durante el mandato de su hermano Carlos III, la Casa de Campo fue todav¨ªa ampliada hasta el siglo XIX por agregaci¨®n de nuevas parcelas. La Segunda Rep¨²blica se incaut¨® de su propiedad a la Corona para entregarla al pueblo de Madrid. La poblaci¨®n lo festej¨® con una romer¨ªa laica en la que los madrile?os guisaron caza menor all¨ª capturada.
A¨²n hoy, la Casa de Campo permanece cercada de manera parcial por el tapial mampostero neocl¨¢sico que en los ¨²ltimos a?os ha sufrido los embates de obras muy da?inas. La principal de sus 14 puertas hist¨®ricas, que da al Puente del Rey, fue descentrada de su enclave. Hoy son unos cuantos hitos p¨¦treos desconectados entre s¨ª.
"Tal vez todo aquello fue posible porque la Casa de Campo permanec¨ªa en una especie de limbo legal que, ahora, la declaraci¨®n de Bien de Inter¨¦s Cultural ha atajado". As¨ª lo pone de manifiesto Luciano Labajos, oficial de Jardiner¨ªa, 20 a?os destinado en el vivero municipal y uno de los principales conocedores del gran paraje forestal madrile?o. "Por su condici¨®n de bosque urbano y por su situaci¨®n, hoy ya dentro del casco de Madrid, es uno de los enclaves naturales m¨¢s importantes de Europa", dice Labajos.
Paloma Barreiro es historiadora de la arquitectura de la Fundaci¨®n del Colegio de Arquitectos y coautora, con el catedr¨¢tico ?ngel Bahamonde, de un libro editado en 2003 sobre el bosque urbano madrile?o. "Como Versalles o Fontainebleau, la Casa de Campo era la prolongaci¨®n del Campo del Moro, bajo el palacio Real, expresi¨®n del concepto borb¨®nico del jard¨ªn urbanizado conectado a un bosque real", subraya. Admite sentirse "fascinada por la riqueza patrimonial que esconde a¨²n. Encomia los vestigios neocl¨¢sicos que el parque conserva, "como sus siete puentes de piedra del siglo XVIII".
Entre 1960 y 1970, "el Parque Zool¨®gico de la Casa de Campo, de muy interesante arquitectura, fue trazado por el arquitecto Javier Carvajal en contacto permanente con F¨¦lix Rodr¨ªguez de la Fuente", dice Barreiro.
Juan Garc¨ªa es el portavoz de Ecologistas en Acci¨®n, una de las organizaciones que m¨¢s iniciativas ha desplegado ante las Administraciones para lograr las garant¨ªas ahora conseguidas a la Casa de Campo. "Ahora es urgente que se regulen los usos, como la presencia de bicicletas. Y falta desarrollar una conexi¨®n, que en su d¨ªa fue natural, entre la Casa de Campo, el Club de Campo y el Monte del Pardo". Este monte tiene una extensi¨®n 10 veces superior a la de la Casa de Campo. Tal conexi¨®n, que entroncar¨ªa con el Parque de la Cuenca Alta del Manzanares, se convertir¨ªa en un cintur¨®n verde urbano ins¨®lito en el continente europeo.
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