Raz¨®n y sentimiento
La cautelosa reacci¨®n del Gobierno socialista ante el desmantelamiento el pasado d¨ªa 8 por la gendarmer¨ªa marroqu¨ª de un campamento levantado durante las semanas anteriores a pocos kil¨®metros de El Aai¨²n (20.000 pobladores alojados en jaimas) invoc¨® para justificar su prudencia los intereses que ligan a Espa?a con el reino alau¨ª y la insuficiente informaci¨®n disponible sobre los hechos. Sin embargo, todos los grupos del Senado -salvo el socialista- han condenado la actuaci¨®n de Rabat. Adem¨¢s, la simpat¨ªa -organizada o difusa- de la sociedad espa?ola hacia los 70.000 saharauis abandonados a su suerte por el r¨¦gimen de Franco en noviembre de 1975 dan en la l¨ªnea de flotaci¨®n de un PSOE algo reanimado -poco dura la dicha en casa del pobre- por el reciente cambio de Gobierno.
La gendarmer¨ªa marroqu¨ª desmantela un campamento saharaui a las puertas de El Aai¨²n
El hecho de que la acci¨®n exterior del Estado se halla fundamentalmente guiada por los intereses nacionales y no por los principios humanitarios constituye una obviedad solo negada -le ocurri¨® alguna vez a Zapatero- en momentos de ebriedad ret¨®rica. Cabe atribuir la repentina adhesi¨®n del PP a la causa saharaui al oportunismo de los partidos de la oposici¨®n -as¨ª ocurri¨® en 1986 con el refer¨¦ndum sobre la OTAN- en busca de votos; la hostilidad de los dirigentes populares hacia Marruecos explica el apoyo que dieron a la disparatada teor¨ªa de la participaci¨®n de los servicios secretos del reino alau¨ª en el atentado del 11-M.
Por lo dem¨¢s, la fotograf¨ªa de la participaci¨®n de la actual ministra de Asuntos Exteriores, antes de asumir la cartera del departamento, en una festiva manifestaci¨®n de apoyo a la autodeterminaci¨®n del S¨¢hara Occidental simboliza gr¨¢ficamente el pronunciado viraje del Gobierno respecto a la descolonizaci¨®n pendiente del S¨¢hara Occidental. La hip¨®tesis de que ese proceso exigido por Naciones Unidas hubiera podido concluir con la aceptaci¨®n voluntaria de la poblaci¨®n saharaui de una amplia autonom¨ªa pierde plausibilidad desde el momento en que Marruecos la impone con la fuerza de las armas como ¨²nica opci¨®n.
Las autoridades de Rabat desconocen que la democracia pluralista es un r¨¦gimen de opini¨®n, nacida primero en diferentes nichos de la sociedad y recogida, articulada y transmitida luego por los medios de comunicaci¨®n. La visita a Madrid del ministro del Interior marroqu¨ª como correo de la verdadera informaci¨®n sobre los sucesos de El Aai¨²n y las injuriosas acusaciones de racismo lanzadas contra los periodistas espa?oles como maliciosos difusores de noticias falsas parecen estampas en sepia extra¨ªdas de la historia reciente de nuestro pa¨ªs. Por ese motivo resulta incomprensible que el Gobierno espa?ol pretenda arbitrar entre la locuacidad incontrolada del poderoso aparato estatal marroqu¨ª, capaz de suprimir testimonios molestos y de manipular pruebas, y el silencio obligado de unos periodistas a quienes se niega la entrada en el pa¨ªs.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.