El Rey que se gan¨® la corona
Se cumplieron ayer 35 a?os de la proclamaci¨®n de don Juan Carlos como Rey por aquellas Cortes org¨¢nicas, las que hab¨ªa. Sus palabras de entonces encendieron la concordia. Los espa?oles entendieron el mensaje. Para desesperaci¨®n de ciertos hispanistas en lugar de comportarse como apasionados mediterr¨¢neos y apuntarse a la exasperaci¨®n unamuniana, prefirieron adoptar la actitud de fr¨ªos ribere?os del B¨¢ltico. Decidieron emprender el camino de la racionalidad y del di¨¢logo. El dictador hab¨ªa muerto en la Cl¨ªnica de la Paz de la Seguridad Social en la madrugada del 20-N, una vez desenchufado por su yerno, el marqu¨¦s de Villaverde, al frente de la ¨²ltima versi¨®n del equipo m¨¦dico habitual. Hab¨ªa resultado imposible sostenerle con vida unos d¨ªas m¨¢s, los que faltaban para que hubiera sido prorrogado por aquel Consejo del Reino como presidente de las Cortes, Alejandro Rodr¨ªguez de Valc¨¢rcel, en quien tantas esperanzas ten¨ªan depositadas los que anidaban en el b¨²nker.
En las tribunas de invitados aquel s¨¢bado 22 brillaba, casi en solitario, el general Pinochet con uniforme de gala. Las representaciones extranjeras quisieron evitar su presencia porque se hubieran visto obligadas a mezclarse con las exequias del dictador. El ambiente era desolado y el falangista de estricta obediencia Rodr¨ªguez Valc¨¢rcel lo enrareci¨® a¨²n m¨¢s cuando al final de la sesi¨®n grit¨® de modo estent¨®reo y fuera de programa "desde la emoci¨®n en el recuerdo a Franco, ?viva el Rey!". Don Juan Carlos, que se estrenaba como capit¨¢n general, y do?a Sof¨ªa se encaminaron desde el hemiciclo a la capilla ardiente, dispuesta en el sal¨®n de columnas de Palacio, donde se encontraba desde el mediod¨ªa del jueves 20 el cad¨¢ver de Franco. Al d¨ªa siguiente, domingo, fue enterrado el que se proclamaba Caudillo en su tumba fara¨®nica del Valle de los Ca¨ªdos, con misa de campa?a previa en la Plaza de Oriente, arm¨®n de artiller¨ªa y dem¨¢s pompas f¨²nebres y honores de ordenanza.
Todo estaba en el aire. Solo era firme el prop¨®sito de don Juan Carlos de ser el Rey de todos los espa?oles, de renunciar a los poderes excepcionales que recib¨ªa y preparar el advenimiento de la democracia. Su reinado empezaba con renuncias. Una de las primeras, la del derecho de presentaci¨®n de obispos que figuraba en el Concordato con la Santa Sede suscrito por el r¨¦gimen. Los militares se sent¨ªan depositarios de la continuidad. Franco hab¨ªa dicho en 1961 en el cerro de Garabitas ante una concentraci¨®n de excombatientes, ansiosos de garant¨ªas de perennidad del r¨¦gimen, aquello de "todo quedar¨¢ atado y bien atado, bajo la guardia fiel de nuestro Ej¨¦rcito". Era precisa una transferencia de lealtades, la oficialidad hab¨ªa sido formada en la adhesi¨®n a Franco pero deb¨ªa en adelante sentirse parte de las Fuerzas Armadas, obedeciendo al Rey como su jefe supremo.
El cambio era una operaci¨®n dificil¨ªsima. No hubo tregua alguna, ETA arreciaba en sus atentados, dispuesta a provocar el pronunciamiento de los golpistas. Los de la extrema derecha, tampoco daban cuartel. Los hoy tan queridos Polisarios la emprend¨ªan contra los nuestros en Fosdbucr¨¢ o en el banco pesquero canario-saharaui. Cund¨ªa la impaciencia y los intentos churriguerescos de Fraga y Arias Navarro por retorcer las improrrogables Leyes Fundamentales para darles apariencias democr¨¢ticas se averiguaban imposibles. Se apost¨® por el aventurado camino de ir de la ley a la ley, pasando por la ley. Por primera vez, como jefe del Estado, don Juan Carlos viajaba a Par¨ªs o a Washington y todos empez¨¢bamos a sentirnos orgullosos de vernos aceptados por la familia democr¨¢tica. Se legalizaron los partidos y los sindicatos, se promulg¨® la amnist¨ªa en todas direcciones. Tuvimos las primeras elecciones generales libres en 1977, que resultaron ser constituyentes. Hubo graves sobresaltos, entre ellos el de la intentona del 23 de febrero de 1981. El Rey fue decisivo para que los del golpe fracasaran y aquella noche se gan¨® la Corona.
Espa?a se adhiri¨® a la Uni¨®n Europea, permaneci¨® en la OTAN y redujo mediante una negociaci¨®n ejemplar la presencia militar norteamericana en su suelo. Nuestro pa¨ªs lanzaba iniciativas y era tenido en cuenta. Sac¨¢bamos lo mejor de nosotros mismos y ¨¦ramos un ejemplo envidiado para otras transiciones en marcha. Los momentos de euforia fueron seguidos de otros de desencanto pero prevalec¨ªa la idea de que juntos ser¨ªamos capaces de superar las nuevas dificultades. Ahora se dir¨ªa que hemos dejado que prenda el antagonismo en detrimento propio. En todo caso, en el 35? aniversario de ayer el Rey merece nuestra gratitud. Dicho queda para los que han llegado despu¨¦s y piensan que todo nos fue dado por a?adidura.
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