Los embarazos se disparan en Hait¨ª
La tasa de nacimientos en Puerto Pr¨ªncipe se ha triplicado en 10 meses - Las violaciones son frecuentes en los campos de desplazados por el se¨ªsmo
Las parturientas que no gritan en el hospital Isa?e Jeanty de Puerto Pr¨ªncipe, cantan. Cantan lo primero que se les viene a la garganta. Cantan konpa, ese ritmo entre la soka y el reggae que tanto suena en la radio, el que usan los candidatos para buscar votos. Cantan tumbadas en el suelo, por los pasillos. Cantan hasta merecer, a pocos minutos de traer otro hijo al mundo, una de las seis ¨²nicas camas que hay en la sala de partos. Luego con el ni?o viene el silencio. Y si no hay complicaciones, al cabo de seis horas est¨¢n de vuelta en la calle, buscando la manera de volver a casa.
Despu¨¦s del terremoto de enero pasado, la m¨²sica se ha multiplicado en las maternidades de la capital haitiana. En los ¨²ltimos 10 meses, la tasa anual de embarazos en la zona metropolitana de Puerto Pr¨ªncipe, la m¨¢s afectada por el se¨ªsmo, ha aumentado del 4% a 12%, de acuerdo con las cifras que maneja el Fondo de Poblaci¨®n de las Naciones Unidas (UNFPA, en sus siglas en ingl¨¦s).
Hasta 2005, la violaci¨®n dentro de la familia no se consideraba delito
A las parturientas se las pone en la calle seis horas despu¨¦s de dar a luz
El hospital Isa?e Jeanty est¨¢ a reventar y ellas tambi¨¦n. Hay ocho mujeres en trabajo de parto a¨²n sentadas en la sala de espera, tratando de acompasar la respiraci¨®n. Otras seis est¨¢n en el pasillo, echadas en el suelo, secando con un trapo cuanto l¨ªquido les brota del cuerpo. En condiciones normales, una parturienta con cinco cent¨ªmetros de dilataci¨®n estar¨ªa hospitalizada. En este hospital sin suficientes camas, se les acuesta cuando alcanzan los ocho cent¨ªmetros de dilataci¨®n, cuando el ni?o ya est¨¢ a punto de nacer.
Al menos ellas no han contra¨ªdo el c¨®lera. En el centro para el tratamiento de la epidemia de M¨¦dicos Sin Fronteras que funciona en el patio del hospital, hay cada d¨ªa 10 mujeres conectadas a una bolsa de suero, desnudas, con espasmos, vomitando. Casi todas han perdido a sus beb¨¦s. Felipe Rojas L¨®pez -chileno, de 27 a?os- es uno de los m¨¦dicos que las atiende: "Las embarazadas llegan ac¨¢ en muy malas condiciones y ya con ese nivel de deshidrataci¨®n, el flujo de sangre hacia el feto es precario. Por eso la mayor¨ªa de los beb¨¦s mueren en el ¨²tero y hay que sacarlos". Los que nacen vivos, siempre necesitan ser reanimados; las madres de los que nacen muertos, tambi¨¦n.
Pero no para todas ha sido una buena noticia la llegada de otro hijo a casa. "Cerca de dos tercios de esos embarazos son no deseados. Y en el 1% de los casos, ha habido violencia sexual en el momento de la concepci¨®n", dice Igor Bosc, representante en Hait¨ª del Fondo de Poblaci¨®n de las Naciones Unidas. Hasta 2005, la violaci¨®n intrafamiliar no era considerada delito en este pa¨ªs. Para algunos de los hombres haitianos que viven en los campamentos de refugiados a¨²n no lo es. Las violaciones de mujeres y ni?as, mientras van a las letrinas o a recoger agua por las noches, es cada vez m¨¢s frecuente. El terremoto del 12 de enero destruy¨® la mayor c¨¢rcel del pa¨ªs y quedaron libres miles de presos. Durante aquellas noches de enero los campamentos fueron m¨¢s inseguros que nunca. Pero la mayor¨ªa de las mujeres no admiten que fueron violadas.
Muchas ni siquiera se atreven a reconocer que viven en un refugio cuando, a los nueve meses, se registran en la maternidad. Dan las direcciones de casas que ya no existen, las que se desplomaron durante el terremoto. Medianite Benjamin Paul, la enfermera de guardia el lunes por la tarde en el Isa?e Jeanty, hace la prueba: trata de buscar una mujer que viva en un campamento entre las 14 nuevas madres que esperan para irse a casa. Vuelve con la respuesta: "Prefieren no decir que viven en los campamentos porque les averg¨¹enza. Saben que quienes viven all¨ª est¨¢n estigmatizadas y no quieren sentir rechazo".
Solo Maigala Fiseme -34 a?os, los hombros apenas cubiertos por una pel¨ªcula de piel- dice que s¨ª: que ella vive en el campamento Boutillier, muy cerca del barrio de Carrefour, donde el 12 de enero desapareci¨® su casa. Maigala nunca ha trabajado y su pareja... "?C¨®mo podr¨ªa decir?", piensa, mientras busca la palabra apropiada: su pareja se dedica a remover escombros en busca de vigas, rejas, metales en general que luego pueda vender por peso.
Este que va a tener ser¨ªa su tercer hijo si los dos anteriores estuvieran con ella: la primera muri¨® hace a?os, muy peque?a; el segundo vive con su padre, fuera de Hait¨ª. Ahora no recuerda la sensaci¨®n de cuando supo que estaba embarazada. "Ha sido mucho sufrimiento, del cuerpo y de la vida".
-?Y ya decidiste c¨®mo lo llamar¨¢s?
-Si nace var¨®n, Gerson. Y Maigardine, si nace ni?a.
Ese es el ¨²nico instante en el que Maigala sonr¨ªe.
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