El ¨²ltimo concierto de Camar¨®n
Sale a la luz el disco del recital del maestro en el colegio mayor Johnny, una actuaci¨®n que a punto estuvo de no celebrarse. Esta es la historia
Cinco horas antes de comenzar la actuaci¨®n, Camar¨®n de la Isla, recluido en el madrile?o hotel Pr¨ªncipe P¨ªo, no quer¨ªa cantar. Acababa de llegar de un concierto en Nimes, en el sur de Francia, y el maestro alegaba cansancio, tanto f¨ªsico como ps¨ªquico. Cinco minutos antes del concierto, con la gente que llenaba un San Juan Evangelista (el Johnny) a punto del mot¨ªn por el retraso, la gran voz del flamenco, ya en el camerino del recinto, se negaba a salir. Sudores fr¨ªos en los miembros de la organizaci¨®n, caras contrariadas en los pasillos, gente a punto de darse cabezazos contra la pared. De repente, la melena rizada del maestro asom¨® por la puerta del camerino. Enseguida, y quiz¨¢ para que no se escapara, Pablo Nacarino (entonces 29 a?os y responsable de la zona de camerinos del colegio mayor) se lanz¨® al encuentro del cantaor. Le cogi¨® con ternura del brazo y empez¨® a tirar suavemente de ¨¦l. "Venga, Jos¨¦, an¨ªmate, que hay mucha gente esper¨¢ndote", le dijo Nacarino. Pero no hab¨ªa manera.
El cantaor no quer¨ªa salir al escenario. Estaba hecho polvo
Un empleado le dijo: "An¨ªmate, Jos¨¦". La abarrotada sala gritaba impaciente
Se arranc¨® con la sole¨¢ 'Salud es lo que yo quiero'. El canto lo transform¨®
"No sab¨ªamos que estaba enfermo de c¨¢ncer", cuenta Tomatito
"No quer¨ªa salir", explica ahora Nacarino. "Estaba muy alica¨ªdo, hecho polvo. Para acceder al escenario del Johnny hay unas peque?as escaleras de metal. Yo sub¨ª con ¨¦l, casi empuj¨¢ndole. Me dec¨ªa: 'Es que estoy mal, no puedo actuar'. Yo le respond¨ªa: 'An¨ªmate, Jos¨¦'. Y le iba guiando del brazo por la escalera". Cuando alcanzaron, no sin dificultad, el ¨²ltimo escal¨®n, solo les separaba una cortina para presentarse ante el p¨²blico.
La abarrotada sala ya gritaba, impaciente. Tomatito, el fiel Tomate, ¨²nico m¨²sico que le acompa?ar¨ªa esa hist¨®rica noche, se acerc¨® al lateral, corri¨® la cortina y cogi¨® a Camar¨®n del brazo para llevarle hasta su silla de mimbre. En cuanto el maestro apareci¨® en el escenario, la gente (525 personas, llen¨ªsimo), que voceaba, se sumergi¨® en un silencio indescriptible. Congoja. Camar¨®n se sent¨®, no dijo nada (ni en ese momento ni en todo el recital) y se arranc¨® con la sole¨¢ Salud es lo que yo quiero. Nacarino: "Fue incre¨ªble el canto tan hondo que sali¨® de la garganta de ese hombre. Estaba hundido, pero se transform¨®. A m¨ª se me ca¨ªan las l¨¢grimas". A muchos espectadores tambi¨¦n.
De esta forma tan ¨¦pica se desarroll¨® el hist¨®rico ¨²ltimo concierto de Camar¨®n de la Isla. Los flamencos se saben la fecha de memoria: un g¨¦lido 25 de enero de 1992. Seis meses despu¨¦s, el 2 de julio, fallec¨ªa, a los 41 a?os, v¨ªctima de un c¨¢ncer de pulm¨®n. El 7 de diciembre se publica el disco de aquella vibrante actuaci¨®n, titulado El ¨²ltimo concierto.
Pero volvamos a aquella postrera actuaci¨®n. Tomatito, entonces 32 a?os, estuvo a su lado desde el primer momento: "La verdad es que no sab¨ªamos que estaba enfermo de c¨¢ncer. Ya en el hotel se encontraba muy fatigado. Me dijo que suspendiera el concierto, que no pod¨ªa. Yo le coment¨¦ que era un recital importante, el Festival por Tarantos, muy arraigado en mi tierra, Almer¨ªa. Y que el director del San Juan, Alejandro Reyes, que hac¨ªa un gran esfuerzo para difundir el flamenco, tambi¨¦n era de Almer¨ªa. Entonces Camar¨®n me mir¨® y dijo: 'Bueno, venga...".
Efectivamente, la actuaci¨®n de Camar¨®n se ofrec¨ªa dentro del festival Flamenco por Tarantos, que cumpl¨ªa la tercera edici¨®n. Cost¨® traer al de la Isla 3,5 millones de pesetas (21.000 euros). Las entradas costaron 4.000 pesetas, unos 24 euros. Dato: todav¨ªa sigue siendo la entrada m¨¢s cara de la historia del San Juan. Aquel d¨ªa se llegaron a pagar 25.000 pesetas (150 euros) en la reventa, "o una china de hach¨ªs muy grande", apunta el director del San Juan, Alejandro Reyes, que ya lo era en 1992. "Actu¨® unos 55 minutos y fue uno de los mejores recitales de su ¨²ltima ¨¦poca. Luego estuvo una media hora recibiendo a gente en el camerino, se puso un abrigo largo que ten¨ªa y se fue. Estuvo muy cari?oso y tierno", apunta Reyes.
Camar¨®n acudi¨® acompa?ado de su m¨¦dico, que era costumbre que le asistiera en esta etapa final. Justo antes de empezar el recital, m¨¦dico y cantaor se encerraron solos en el camerino. "Que no pase nadie", orden¨® alguien. Y colocaron a un portero para proteger la puerta. Al rato salieron los dos. Las cr¨ªticas fueron excelentes. "?C¨®mo cant¨®! En cuanto que tom¨® asiento en el escenario sus fatigas volaron. Lo dio todo, arriesgando en cada nota, y sali¨® triunfante", escribi¨® el cr¨ªtico Jos¨¦ Manuel Gamboa. La gente, extasiada, no paraba de interrumpir el canto con sonoros "ol¨¦s". Hasta que un patriarca gitano les grit¨®: "A ver, se?ores, que en misa no se habla".
Tomatito ha estado escuchando estos d¨ªas la grabaci¨®n de aquel concierto. Pero su guitarra no suena. O al menos eso es lo que a ¨¦l le parece: "Al lado de Camar¨®n ni me escucho. Lo digo totalmente en serio. Cuando ¨¦l estaba, todos sobr¨¢bamos". Ol¨¦.
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