Un poder a conveniencia
Se dec¨ªa que el Pont¨ªfice romano lo pod¨ªa todo, salvo cambiar un hombre en mujer. Tambi¨¦n se atribuy¨® esa prerrogativa al rey de Inglaterra. Hoy ya no. El hombre m¨¢s poderoso de la Iglesia cat¨®lica, incluso durante el mandato del polaco Juan Pablo II, reconoce que no est¨¢n en sus manos determinadas decisiones. Es una mala noticia para la mujer cat¨®lica, que es quien llena ahora las iglesias. El cerrojazo del Papa al sacerdocio femenino, como si fuese decisi¨®n del fundador cristiano hace algo m¨¢s de 2.000 a?os, se debe m¨¢s a un gusto personal, que a la doctrina. El nazareno Jes¨²s no era cat¨®lico, ni tampoco cristiano, sino jud¨ªo, y ni siquiera fund¨® una iglesia. Como escribi¨® el cl¨¢sico, Jes¨²s anunci¨® el Reino, y lo que vino fue una iglesia. Pues bien, en aquel tiempo, si se toma como argumento el modelo fundador para cerrar el acceso de la mujer al fondo del santuario eclesi¨¢stico, Jes¨²s estaba rodeado a la par de hombres y mujeres, la inmensa mayor¨ªa de baja extracci¨®n social y de pocos medios (salvo, quiz¨¢s, Mar¨ªa Magdalena, que pon¨ªa el dinero). No los hizo sacerdotes, ni obispos, ni siquiera cardenales.
Si volviese a la Tierra, es probable que se enfadara, como lo hizo ante el espect¨¢culo mercantil del templo de Jerusal¨¦n. Del tema escribi¨® p¨¢ginas sublimes Dostoievski en Los hermanos Karamazov, en el famoso encuentro en Sevilla del Gran Inquisidor corrompido y un Jes¨²s que no daba cr¨¦dito. Benedicto XVI dice ahora que no est¨¢ en su poder cambiar nada. Al parecer, los pont¨ªfices romanos lo pueden todo cuando proh¨ªben, y nada, o casi nada, para avanzar en la direcci¨®n que reclaman millones de sus fieles.
Llamativo es tambi¨¦n su reconocimiento de culpas ajenas en el caso del abominable sacerdote Marcial Maciel, el fundador de los Legionarios de Cristo. Es poco cre¨ªble que no conociera el cardenal Ratzinger las andanzas y tropel¨ªas del todopoderoso legionario. Las denuncias de pederastia y corrupci¨®n econ¨®mica eran un clamor en Roma y en Espa?a (tambi¨¦n en M¨¦xico) desde los a?os sesenta del siglo pasado. Si Ratzinger no supo, es que estaba sordo. En todo caso, la declaraci¨®n del Papa ahora pone imposible el camino hacia la beatificaci¨®n de su predecesor Wojtyla, el gran protector de Maciel adem¨¢s de los cardenales de su curia, Ratzinger incluido.
Un reconocimiento semejante (Maciel estaba arropado, protegido, etc¨¦tera) obliga a tomar medidas, que no est¨¢n en la agenda del Papa. ?Dimisiones? Los legionarios que arroparon a su fundador permanecen, nada ha cambiado, todo sigue igual. El Papa, en cambio, asume la idea de que podr¨ªa dimitir si un d¨ªa se sintiese sin fuerzas para ejercer con solvencia. Es una declaraci¨®n sorprendente, porque solo ha ocurrido una vez en la historia de la sede romana. Hasta ese punto le han debido doler los esc¨¢ndalos a los que se refiere con dolor en el libro de Seewald.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.