El Ap¨®stol resucita un pueblo leon¨¦s
Foncebad¨®n estuvo abandonado hasta el nuevo auge de las peregrinaciones
Foncebad¨®n, a caballo entre la Maragater¨ªa y el Bierzo, vive de respirar la misma fe que lleva a los fieles hasta Compostela y se ahoga cuando este aliento se debilita. Las primeras construcciones del pueblo se levantaron para dar servicio a los peregrinos y el lugar floreci¨® durante la Edad Media. Cuando la luz de Santiago se hizo m¨¢s d¨¦bil, tambi¨¦n lleg¨® el ocaso del lugar: cada vez menos vecinos se afanaban en el pastoreo y en una agricultura que trataba de ara?ar centeno a suelos poco generosos. La emigraci¨®n le arranc¨® el ¨²ltimo aliento y, abandonado, no ten¨ªa m¨¢s futuro que entregarse a las ruinas. Entonces el Ap¨®stol obr¨® el milagro. El nuevo auge de las peregrinaciones ha vuelto a llevar ox¨ªgeno a los pulmones de este enclave leon¨¦s. Foncebad¨®n ha reabierto sus puertas al servicio de la misma causa que llev¨® a los primeros ermita?os a asentarse en estas latitudes: atender a los caminantes.
La primera prueba de que por aqu¨ª pasaban los devotos que se dirig¨ªan a Compostela fue la celebraci¨®n, a mediados del siglo X, del concilio del Monte Irago, en el que se trataba de acabar con la oleada de robos y asesinatos que se produc¨ªan en aquellos tiempos a lo largo de la Ruta Jacobea. Un siglo despu¨¦s, se fund¨® una iglesia y un hospital para peregrinos, primeras construcciones de un n¨²cleo urbano que se consolidar¨ªa en paralelo a la fama de la senda apost¨®lica. Por su vocaci¨®n de servicio a los peregrinos, Foncebad¨®n obtuvo privilegios de reyes, que liberaban a sus habitantes del pago de tributos.
Hoy, los empresarios que se han asentado en este pueblo maragato no est¨¢n exentos de impuestos, pero igualmente han visto la rentabilidad del lugar para el negocio tur¨ªstico. Enrique Notario (Le¨®n, 1959) fue pionero en la reconquista de esta tierra. De familia obrera, profesional de muchas ramas hasta llegar a hacerse ceramista, descubri¨® su vocaci¨®n de hostelero nada m¨¢s ver esta parada del Camino de Santiago.
"Conoc¨ª Foncebad¨®n durante unas jornadas de cultura maragata, y recuerdo que me fascin¨® la espada?a de la iglesia". Tanto le deslumbr¨® el templo en ruinas, que intent¨® comprar la propiedad. Era patrimonio eclesi¨¢stico y no estaba en venta, as¨ª que tuvo que conformarse con la Cantina de C¨¢ndido. Su nueva adquisici¨®n presentaba el mismo estado de decadencia que todas las que la rodeaban, es decir, que estaba a punto de caerse. No hab¨ªa agua, ni alcantarillado, y la electricidad iba a 125 voltios, pero con esas piedras construy¨® su futuro.
Enrique asegura que el Camino de Santiago exist¨ªa como ruta de peregrinaci¨®n mucho antes de ser una senda de fe: "Aqu¨ª hab¨ªa ya un camino pagano de la energ¨ªa, y la iglesia decidi¨® cristianizarlo para frenar el avance de los musulmanes". Est¨¢ convencido de que la Tierra es un ser vivo que se manifiesta a trav¨¦s de la energ¨ªa que de ella se desprende en algunos lugares. Foncebad¨®n es, en su opini¨®n, uno de estos enclaves tel¨²ricos. Por eso bautiz¨® a su negocio como La Taberna de Gaia, en honor de la diosa griega de la Tierra.
El establecimiento abri¨® la v¨ªspera del D¨ªa del Ap¨®stol del A?o Santo de 1999. Un lustro despu¨¦s, tanta energ¨ªa se concentr¨® en una tormenta y el local acab¨® destrozado por un rayo. "Desde Foncebad¨®n se puede ver el Monte Telmo, donde se dice que habita el dios del trueno", comenta Enrique, como si un destino escrito y no una desafortunada casualidad hubiera sido el origen del percance.
Lejos de rendirse, Enrique reconstruy¨® el lugar y le dio un cierto aspecto de palloza, utilizando la madera y la piedra originales. "Quer¨ªa recuperar los or¨ªgenes, los tiempos de los druidas, convertir todo esto en un sitio original vinculado a la naturaleza". En su taberna se evoca la tradici¨®n c¨¦ltica, tanto en los platos de la carta -donde se pueden encontrar especialidades con nombres como Ninfa del r¨ªo, Doncel marino o Doncella del trigal- como en el calendario de espect¨¢culos, donde se incluyen las fiestas de Yul, Sama¨ªn, y Beltane. Es una curiosa inspiraci¨®n pagana en un enclave ligado al cristianismo, pero peregrinos y turistas, devotos o no, disfrutan por igual de la taberna.
La afluencia de forasteros ha tra¨ªdo los recursos para sufragar los cimientos del futuro del pueblo. Foncebad¨®n ha ido restaurando poco a poco sus construcciones m¨¢s emblem¨¢ticas. Gracias a un proyecto europeo, se rehabilitaron la iglesia y el albergue.
Adem¨¢s del establecimiento de Enrique, varias casas se han dedicado al negocio del turismo. El pueblo maragato seguir¨¢ el camino del progreso mientras haya almas recorriendo el Camino de Santiago. Mientras las piedras que dejan los peregrinos se sigan acumulando por miles a los pies de la cercana Cruz de Ferro.
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