China tiene la llave
Ni la virtuosa Asia, supuesto paradigma del nuevo siglo, acumulando peso estrat¨¦gico e influencia econ¨®mica y pol¨ªtica cada vez mayores, es tan virtuosa. Ni tan estable. Ni ofrece una nueva v¨ªa para salir de la crisis que no cesa. Nos llegan desde el mar Amarillo im¨¢genes de una guerra fr¨ªa a¨²n no cerrada en la pen¨ªnsula de Corea, 20 a?os despu¨¦s de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, con ataques de artiller¨ªa contra una peque?a isla surcoreana que nos retrotraen a las viejas pel¨ªculas en blanco y negro de la guerra del Pac¨ªfico.
Girando el globo terr¨¢queo hacia el oeste, asistimos impotentes a la sacudida que sufre la moneda ¨²nica europea, y con ella el extraordinario proyecto de uni¨®n de nuestro continente lanzado en Roma hace ya m¨¢s de medio siglo. Acciones armadas que hay que contener y turbulencias financieras que debemos soportar, pero que no nos deben llevar a perder la perspectiva general, presos del miedo y la incertidumbre, en gran medida los motores de lo que nos est¨¢ ocurriendo.
El r¨¦gimen de Kim Jong-il calcula que sus constantes provocaciones armadas no le van a costar nada
Vivimos en un mundo sometido a la perversi¨®n del ciclo de noticias continuas de 24 horas, con la exigencia de respuestas inmediatas a sucesos muy complejos, que impiden aplicar distancia y una m¨ªnima reflexi¨®n sensata sobre los acontecimientos. Podr¨ªamos convenir que, por el momento, ni Asia es el faro de un Occidente desnortado, ni Europa est¨¢ a punto de hundirse derrotada por los mercados. Una legi¨®n de j¨®venes de ambos sexos, aunque predominan los hombres, que desde las terminales electr¨®nicas de Bloomberg o Reuters, en salas de tesorer¨ªa de Londres, Nueva York o Tokio, especulan contra las deudas, p¨²blicas y privadas, de Grecia, Irlanda, Portugal o Espa?a, logrando a veces que sus propias autoexpectativas se cumplan.
Habitamos un mundo integrado en el que la crisis de la deuda europea es capaz de sembrar el desconcierto mundial; nuestra seguridad depende de los caprichos de un cl¨¦rigo que supuestamente vive en una cueva en Pakist¨¢n; de la incertidumbre de la sucesi¨®n de la monarqu¨ªa comunista s¨¢trapa de los Kim en Corea del Norte; de los manejos de una gerontocracia militar aislada en la opaca Pyongyang, pero que dispone de entre seis y 10 bombas nucleares y parece decidida a dotarse de algunas m¨¢s. Un r¨¦gimen de opereta, pero at¨®mica, que ha condenado al hambre a su poblaci¨®n. Estima que sus constantes provocaciones armadas no le van a costar nada. Su arsenal nuclear y sus misiles convierten a este pa¨ªs, paria internacional, en intocable. No hay soluci¨®n militar. Estados Unidos tiene todav¨ªa 28.000 soldados en Corea del Sur, y el portaaviones de propulsi¨®n nuclear USS George Washington, se dirige a la zona del conflicto para realizar maniobras junto a los surcoreanos. La vieja diplomacia de la ca?onera ense?ando la bandera en un mar, el Amarillo, que Pek¨ªn considera su lago. China, el banquero prestamista de Estados Unidos, tiene la llave capaz de contener a Pyongyang. Posee un acuerdo de defensa mutua con Corea del Norte a cuyo lado luch¨® en la guerra de Corea, en la que muri¨® el hijo mayor de Mao. China garantiza el 90% de la energ¨ªa, el 80% de los bienes de consumo y el 45% de los alimentos que consume Corea del Norte. Su inter¨¦s estrat¨¦gico reside en evitar la desestabilizaci¨®n de su vecino y un posible ¨¦xodo demogr¨¢fico hacia sus fronteras. El ex presidente norteamericano Jimmy Carter, buen conocedor de Corea del Norte, explica en The Washington Post que solo es posible una soluci¨®n diplom¨¢tica. Pyongyang estar¨ªa pidiendo respeto y negociaciones directas con Washington, y este ser¨ªa el objetivo de la escalada de provocaciones. Con un tel¨®n de fondo de sucesi¨®n en la dictadura y necesidad de afirmar la firmeza y competencia, visiblemente inexistentes, del sucesor, Kim Jong-un, el general m¨¢s joven del mundo, 27 a?os, al que el Ej¨¦rcito no acaba de tragar. Obama deber¨¢ seguir con su pol¨ªtica de paciencia estrat¨¦gica e incluso, finalmente, puede verse obligado a aceptar el statu quo.
La historia se repite. El presidente Eisenhower, un general, entendi¨® que deb¨ªa acabar con la guerra de Corea con un acuerdo pol¨ªtico, que llev¨® al armisticio, una suspensi¨®n de hostilidades sin tratado de paz, largas tablas que se mantienen desde 1953. As¨ª nacieron las dos Coreas, a similitud de la Alemania dividida entre comunistas y capitalistas. Antes, Truman destituy¨® al general MacArthur que, insubordinado contra el poder civil, quer¨ªa arrasar China con armas at¨®micas para acabar con la guerra. El historiador Robert Dallek, bi¨®grafo de las presidencias de John Kennedy y Lyndon Johnson, reflexiona sobre lo que llama "cualidades ingobernables" de los tiempos que vivimos. Y afirma que lo que definir¨¢ esta era de la presidencia de Obama es "el poder disminuido, la autoridad reducida, la capacidad mermada para definir los acontecimientos".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.