El ¨²ltimo abrazo de Ana Frank
Dos antiguas fotograf¨ªas retratan a dos ni?as con ciertas similitudes: sonrisa fresca, ojos alegres y abundante cabello casta?o. Eran adolescentes, de apenas trece a?os, cuando estas instant¨¢neas se tomaron, poco despu¨¦s de la ocupaci¨®n nazi de Holanda en 1940. Nadie pod¨ªa imaginar cu¨¢l ser¨ªa su destino.
La primera imagen corresponde a Annelies Marie o Anne Frank -en castellano, Ana Frank-, es mundialmente conocida en libros y documentales y est¨¢ impresa en un sello alem¨¢n. La de la segunda fotograf¨ªa es Nanette Blitz Konig -Nannie, como la llamaban entonces-, una de sus compa?eras de clase. Esta foto se encuentra en su casa de S?o Paulo (Brasil), donde reside desde los a?os cincuenta. Nanette lo archiva todo cuidadosamente: retratos, documentos, el n¨²mero de identificaci¨®n que los nazis le asignaron e incluso la carta que Otto, el padre de Ana Frank, le envi¨® antes de visitarla en el sanatorio donde se recuperaba tras la guerra.
"Cada una ten¨ªa su grupo de amigos. Ana era extravertida, le gustaba ser vista, hablar con los chicos? y su pelo"
"En el colegio ten¨ªamos cuidado de no hablar de nada, ni siquiera de lo que acontec¨ªa en casa: nunca sab¨ªamos qui¨¦n estaba de qu¨¦ lado"
"Poco antes de su muerte, Ana estaba muy d¨¦bil, casi reducida a un mero esqueleto, temblando de fr¨ªo, con piojos"
"Ni Ana ni yo tuvimos adolescencia, pasamos de ni?as a adultas; de estar juntas en clase, a ser deportadas en un campo de concentraci¨®n. Sobrevivimos como el resto, en p¨¦simas condiciones de vida".
Han pasado casi 70 a?os y Nanette Blitz Konig, holandesa nacida en el seno de una familia jud¨ªa acomodada de ?msterdam en 1929, posee una excelente forma f¨ªsica y una buena memoria. Su historia est¨¢ irremediablemente vinculada a la de la familia Frank, pero es una de tantas v¨ªctimas de la discriminaci¨®n racial que caus¨® la muerte de seis millones de jud¨ªos, entre ellos mill¨®n y medio de ni?os. Es la ¨²nica superviviente de su familia directa. Su padre, gerente en el Banco de ?msterdam; su madre, nacida en Kimberly (Sud¨¢frica), y su hermano, todos ellos fueron deportados a campos de concentraci¨®n. Jam¨¢s regresaron.
Desde hace a?os cuenta su experiencia en conferencias. Ha sido consultada por autores de libros como Ana Frank: la biograf¨ªa, de la periodista austriaca Melissa M¨¹ller, y forma parte de un documental cofinanciado por un antiguo compa?ero de clase: Classmates of Anne Frank, dirigido por Eyal Boers. Hoy colabora con las historiadoras Maria Luiza Tucci y Rachel Mizrahi, del departamento de historia de la Universidad de S?o Paulo.
En mayo de 1940, las tropas alemanas ocuparon Holanda, que cinco d¨ªas m¨¢s tarde capitul¨®. El antisemitismo latente se transform¨® en una implacable persecuci¨®n. En Holanda, antes de la guerra hab¨ªa unos 140.000 jud¨ªos. De ellos, unos 100.000 fueron deportados y regresaron poco m¨¢s de 5.000. Nanette explica: "Las personas denunciaban por dinero; hoy nadie quiere acordarse. Solo una minor¨ªa de holandeses ayud¨® a los jud¨ªos. La resistencia representaba el 1% de la poblaci¨®n. Tuvieron mucho coraje porque algunos ser¨ªan deportados o fusilados".
Los profesores y trabajadores p¨²blicos jud¨ªos fueron obligados a dimitir a finales de 1940, como hizo el padre de Nanette. El objetivo era destruir la colonia holandesa jud¨ªa, que a partir de marzo de 1941 fue obligada a registrarse. Prohibieron las bicicletas, el transporte p¨²blico, la asistencia a los cines, parques y otros espacios compartidos. La poblaci¨®n deb¨ªa permanecer en casa entre las ocho de la noche y las seis de la ma?ana, y finalmente los jud¨ªos fueron obligados a depositar sus bienes en un banco confiscado. Deb¨ªan identificarse p¨²blicamente con una estrella amarilla de tela con la palabra jud¨ªo en el centro, la misma que Nanette a¨²n guarda en su casa de S?o Paulo.
a los directores de escuela les obligaron a declarar el n¨²mero de estudiantes jud¨ªos, lo que conllev¨® la creaci¨®n de 25 escuelas solo para ellos. En una de ellas coincidieron Ana y Nanette. Compartieron clase entre octubre de?1941 y julio de 1942, cuando la familia Frank desapareci¨® para esconderse. Menos de un a?o fue tiempo suficiente para entablar una relaci¨®n de colegas. "Entr¨¦ con 12 a?os y sal¨ª a los 14. Ana y yo ven¨ªamos de barrios distintos. No ¨¦ramos ¨ªntimas, cada una ten¨ªa su grupo. Ella era muy viva, extravertida, le gustaba ser vista, hablar con los chicos. Y su pelo? puedo imaginar el trauma que debi¨® de suponer verse en el campo de concentraci¨®n sin aquel cabello tan preciado, con aquel aspecto tan debilitado?".
Un momento clave de su relaci¨®n fue la fiesta de aniversario de Ana, en junio de 1942. "Fui con otras amigas de clase. Cumpl¨ªa 13 a?os. Recibi¨® un regalo especial de sus padres: el primer diario, el que a?os despu¨¦s ser¨ªa tan importante. Yo le regal¨¦ un broche".
De aquella clase, Nanette conserva buenos recuerdos de sus profesores y compa?eros. Todav¨ªa hoy mantiene el contacto con algunos de ellos, como Jacqueline van Maarsen, quien hace un par de a?os present¨® en Espa?a el libro Me llamo Ana, dijo, Ana Frank. "No se hablaba de religi¨®n y el deporte estaba prohibido. Ten¨ªamos el m¨¢ximo cuidado para no hablar de nada, ni siquiera de lo que acontec¨ªa en casa: nunca sab¨ªamos qui¨¦n estaba de qu¨¦ lado".
para evitar la deportaci¨®n inminente de la?hermana de Ana Frank, Margot, en julio de 1942, Otto, el patriarca, decidi¨® acelerar algo que hab¨ªa gestado con ayuda de algunos empleados: su huida. La familia pasar¨ªa dos a?os escondida en la parte trasera de una empresa colindante a los canales de ?msterdam. Un chivatazo de un informador no identificado gui¨® a la polic¨ªa de seguridad hasta all¨ª. Lo revolvieron todo, sustrajeron las joyas y otros objetos, pero dejaron desperdigados algunos ¨¢lbumes de fotograf¨ªas y papeles, entre los que se encontraban los escritos de Ana. Una empleada los recogi¨® y, tras la guerra, se los entreg¨® a Otto, ¨²nico superviviente de la familia Frank.
En septiembre de 1943, cuando los Frank a¨²n permanec¨ªan ocultos, la familia Blitz Konig fue detenida. Nanette lo describe con emoci¨®n: "A¨²n puedo escuchar los golpes en la puerta, los gritos, el desconcierto? es algo que no se transmite, la deshumanizaci¨®n? Entraron dos hombres de la Gestapo que gritaban Schnell, schnell! [r¨¢pido, en alem¨¢n]. Golpeaban la puerta salvajemente. Tuvimos que salir a empujones".
Los condujeron en un tren com¨²n hasta el campo de transici¨®n de Westerbork, al noreste de los Pa¨ªses Bajos, de donde cada semana deportaban a unos 2.000 jud¨ªos en vagones de ganado hacia los campos de exterminio de Polonia. En febrero de 1944, la familia ser¨ªa trasladada de Westerbork a Bergen-Belsen en un convoy destinado al intercambio de jud¨ªos por prisioneros de guerra alemanes. Por este motivo no le asignaron un n¨²mero ni le raparon el cabello ni le dieron un traje de rayas. Sin embargo, sufri¨® el maltrato y las condiciones de vida del campo. "As¨ª me salv¨¦ de ser llevada a Ravensbruck. En Auschwitz, la l¨ªnea de la muerte se situaba en los 15 a?os; por debajo de esa edad las mataban. No hab¨ªa ni?as. Por suerte, Ana hab¨ªa cumplido esa edad".
La vida en el campo era una constante lucha por la supervivencia: letrinas inmundas, condiciones insalubres, piojos, hambre, enfermedades, fr¨ªo, horas de pie durante el appel (recuento de presos), a la intemperie? Nanette recuerda que en un appel se enfrent¨® al temido Joseph Kramer, el comandante del campo de Bergen-Belsen, cuando quiso sacarla de la fila y ella se neg¨®. Tuvo miedo de los perros entrenados para despedazar a los presos, pero escap¨® a salvo. Tambi¨¦n guarda en su memoria el impacto que le caus¨® la segunda ocasi¨®n en que peligr¨® su vida: "Era hacia el final de la guerra, cuando un d¨ªa me sacaron de la fila para que fuera a buscar agua. El guarda me apunt¨® con su arma directamente, me qued¨¦ inm¨®vil sin mostrar miedo alguno. Parece que eso no le gust¨® demasiado, no le divert¨ªa y decidi¨® no dispararme".
El padre de Nanette muri¨® en Bergen-Belsen el 24 de noviembre de 1944. Un mes m¨¢s tarde, su hermano ser¨ªa deportado al campo de Oranienburg, en Alemania, donde falleci¨® nada m¨¢s llegar. Su madre fue transportada un d¨ªa despu¨¦s hacia Magdeburg, cerca de Beendorf, donde trabaj¨® esclavizada en una mina de sal a 700 metros bajo el suelo para fabricar piezas de aviones. No sobrevivir¨ªa, pues antes de la liberaci¨®n, en abril de 1945, morir¨ªa en un tren que transportaba a 2.000 mujeres a Suecia. A partir de diciembre de 1944, Nanette se qued¨® sola en Bergen-Belsen, dividido en varios campos diferentes. Ella estaba en el campo 7 de mujeres y, desde la alambrada que las separaba, vio varias veces en el n¨²mero 8 a Ana Frank, que lleg¨® procedente de Auschwitz en noviembre de 1944. Cuando en febrero de 1945 eliminaron aquella alambrada, Nanette fue a buscarla.
"Fui la ¨²nica de la clase que se reencontr¨® con Ana en Bergen-Belsen poco antes de morir, tal vez un mes antes. Casi no nos reconocimos por nuestro aspecto; ella estaba muy debilitada, casi reducida a un mero esqueleto, muerta de fr¨ªo, envuelta en una manta ra¨ªda, no aguantaba los piojos, no sab¨ªa c¨®mo resistir? Consegu¨ª abrazarla. Jam¨¢s olvidar¨¦ el reencuentro".
Ana Frank le cont¨® todo lo relativo al escondite de su familia, a su estancia en Auschwitz, a su Diario y su inter¨¦s por publicarlo en forma de libro despu¨¦s de la guerra. Pensaba sobrevivir. Pero una epidemia de fiebre tifoidea acab¨® con sus ilusiones y las de su hermana Margot. Ana muri¨® en marzo de 1945. Un mes m¨¢s tarde, las fuerzas brit¨¢nicas liberaban el campo. "Al final, los crematorios de Bergen-Belsen no daban abasto. Los ingleses se encontraron con montones de cuerpos. Aquella noche, la muerte segu¨ªa rondando. Hab¨ªa una forma peculiar de roncar que denotaba si alguien iba a morir?".
Nanette sobrevivi¨® de milagro, con solo 30 kilos de peso. Enferm¨® de tuberculosis y tifus contra¨ªdos en el campo y entr¨® en coma. Gracias a la acci¨®n de un mayor del ej¨¦rcito brit¨¢nico, fue trasladada en avi¨®n a Eindhoven, al sur de Holanda, para ser internada en un sanatorio cerca de Harlem, Santpoor, donde permaneci¨® unos tres a?os. En octubre de 1945 recibi¨® una carta de Otto Frank en la que le preguntaba si pod¨ªa recibir visitas. Todav¨ªa hoy guarda esta carta en su archivo.
Otto le explic¨® que ten¨ªa el diario de su hija y que quer¨ªa publicarlo: "Me cont¨® que hab¨ªa partes muy cr¨ªticas de Ana con su madre, dec¨ªa que sus padres no eran rom¨¢nticos? Pero, claro, el clima no estaba para romanticismos? Otto extrajo aquellas p¨¢ginas del libro. Me pregunt¨® qu¨¦ opinaba, pero yo no opinaba nada, ten¨ªa 16 a?os. Aquellos ataques de Ana a su familia me parec¨ªan propios de una adolescente, no eran imprescindibles para un libro centrado en los nazis y sus acciones contra los jud¨ªos".
Nanette fue acogida por una familia cat¨®lica en Holanda hasta su traslado a Inglaterra, donde resid¨ªa la familia de su madre. All¨ª estudi¨® y trabaj¨® como secretaria biling¨¹e en un banco comercial y conoci¨® en 1951 a su futuro?marido, John Frederik Konig, un ingeniero de Hungr¨ªa que intentaba reunir a sus t¨ªos en Brasil. Se casaron en 1953 y se mudaron a S?o Paulo, desde donde hoy abren las puertas de su?luminosa casa para recordar el pasado.?
memoria del horror. Durante la ocupaci¨®n nazi de Holanda, los jud¨ªos ten¨ªan que identificarse p¨²blicamente con la estrella de seis puntas cosida a la ropa. Nanette guarda la suya en su casa de S?o Paulo, como puede verse en la imagen superior. despu¨¦s de la guerra. De arriba abajo, la casa donde se ocult¨® durante dos a?os la familia Frank; la carta que envi¨® a Nanette el padre de Ana, Otto, en octubre de 1945, en la que preguntaba si pod¨ªa ir a visitarla al sanatorio, y un retrato de Blitz Konig en 1951, cuando trabajaba como secretaria en Inglaterra. retratos del pasado. Abajo, Ana Frank, segunda por la izquierda, celebra su d¨¦cimo cumplea?os con sus amigas en ?msterdam. Junto a estas l¨ªneas, la holandesa Nanette Blitz Konig sostiene un retrato de juventud. Su pose (sonriente, los brazos sobre la mesa) recuerda a la de la autora del diario (derecha), con la que coincidi¨® en la escuela. s¨ªmbolo antinazi. La literatura y el cine han convertido a Ana Frank en un s¨ªmbolo de la resistencia contra el nazismo. Sobre estas l¨ªneas, un fotograma de 'El diario de Ana Frank', dirigida por George Stevens en 1959.
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