Un a?o con Leiva en el viaje de su vida
Acompa?amos al m¨²sico en la gestaci¨®n de su nuevo disco, ¡®Gigante¡¯. De un estudio de grabaci¨®n en EE UU a su casa de campo perdida en la monta?a. Un periplo lleno de momentos ¨ªntimos y secretos nunca contados sobre su infancia, la m¨²sica y la ansiedad que vino con el ¨¦xito

Con una copa de vino tinto en una mano y un rev¨®lver Smith & Wesson modelo 29 en la otra, Leiva (Madrid, 44 a?os) decide contar el d¨ªa que un perdig¨®n le atraves¨® el ojo derecho hasta quedarse incrustado en su cabeza. Quiz¨¢ movido por coger la misma arma que hizo famosa Harry el Sucio o quiz¨¢ porque ese d¨ªa se ha producido un eclipse solar hist¨®rico en este lado del globo que, seg¨²n los m¨¢s supersticiosos, puede causar fen¨®menos extraordinarios, o puede que, sencillamente, porque, como sucede siempre que Leiva est¨¢ entre amigos, le gusta hablar sin filtros, el m¨²sico explica c¨®mo su primo Vikxie, ¡°m¨¢s que un primo, un hermano¡± y una de las personas a las que m¨¢s debe su ¡°amor a la m¨²sica¡±, le vol¨® sin querer un ojo cuando apret¨® el gatillo de un arma que ambos pensaban que estaba descargada. Le hab¨ªan robado la pistola a su t¨ªo y se llev¨® el perdigonazo a los 12 a?os. Corr¨ªa 1992. De camino al Hospital Ram¨®n y Cajal, con la cara ensangrentada y su t¨ªo y su primo acompa?¨¢ndole en el coche a toda pastilla por Madrid, Leiva recuerda que empez¨® a sonar en la radio ¡®Knockin¡¯ on Heaven¡¯s Door¡¯, en la versi¨®n de Guns N¡¯ Roses, y que esa canci¨®n le dio paz, tanto como la conversaci¨®n con el celador que empuj¨® su camilla de urgencia al quir¨®fano donde ser¨ªa operado durante siete horas.
¡ª?C¨®mo te llamas? ¡ªpregunt¨® el celador dentro del ascensor.
¡ªMiguel ¡ªcontest¨® el ni?o.
¡ª?Sabes que eres un t¨ªo con mucha suerte? De todas las cosas que uno puede perder en el cuerpo, perder un ojo es una de las pocas que no cambia nada. Tienes dos ojos y vas a poder hacer tu vida exactamente igual que hasta ahora.
Aquel mensaje de aquel celador ¡°flaco y calvo con pocos pelos pelirrojos asomando por los laterales¡± se qued¨® ¡°rebotando¡± en su cabeza hasta hoy. Porque Leiva sigue pensando que es un t¨ªo con suerte.
La palabra suerte retumb¨® con fuerza en el WiZink Center el 26 de diciembre de 2023 cuando Leiva puso fin a la gira Cuando te muerdes el labio despu¨¦s de tres noches llenando el pabell¨®n madrile?o. En total, acumul¨® m¨¢s de 45.000 espectadores. Una gira que, adem¨¢s, comenz¨® con el Goya a la mejor canci¨®n original por ¡®Sinti¨¦ndolo mucho¡¯, junto a Joaqu¨ªn Sabina, y que supuso el segundo Goya tras el conseguido en 2018 con ¡®La llamada¡¯. Sobre el escenario, el m¨²sico dijo: ¡°Tengo mucha suerte de tener este p¨²blico y esta banda¡±. Cuando entrada la noche en la fiesta fin de gira en el Club Malasa?a, Leiva, con su caracter¨ªstico look de dandi de traje fino y sombrero, saludaba a todos los invitados que no le dejaban ni un respiro, nadie se preguntaba ni remotamente que fuera un tipo con suerte. Porque, ante los focos, todas las estrellas parecen siempre destinadas al lugar privilegiado al que han llegado. Pero, de repente, se qued¨® unos segundos solo, busc¨® con la mirada a su hermano ¡°Juanchito¡± en la sala y, de entre la decena de cosas que le dio tiempo a pensar, una le vino de muy dentro: con suerte o sin ella, ¨¦l segu¨ªa su viaje. Porque el viaje no acababa esa noche. Continuaba y hab¨ªa un pr¨®ximo destino que le hac¨ªa una ilusi¨®n tremenda: Sonic Ranch, Texas. Ya estaba todo listo y muy pocos lo sab¨ªan en aquella fiesta.


La noche es profunda en Tornillo, un rinc¨®n de El Paso, en la frontera de Texas con M¨¦xico. A la hora en la que los coyotes recorren el desierto en busca de comida y los gatos se pasean por los jardines de los estudios Sonic Ranch, Leiva cuenta delante de su hermano Juancho, cantante de Sidecars, y su amigo argentino Mateo Sujatovich, el hombre detr¨¢s de Conociendo Rusia, la situaci¨®n ¡°ultragrave¡± que le dej¨® sin un ojo. Falta C¨¦sar Pop, ¡°otro hermano¡± y organista de la banda, porque descansa en su habitaci¨®n. La pistola ha llegado a la mesa por Tony Rancich, due?o de Sonic Ranch, un ¡°viejo hippy¡± afable y alto, que bien podr¨ªa estar en el reparto de la pr¨®xima pel¨ªcula de los hermanos Coen. Tony le ha dicho a Leiva que, si sale a correr como acostumbra todas las ma?anas, debe tener cuidado con los perros salvajes que merodean en manada por esta zona ¨¢rida y dura. ¡°?Qu¨¦ hago si los veo?¡±, pregunta el m¨²sico. El due?o de este rancho inmenso, en el que hay seis grandes estudios de grabaci¨®n por los que han pasado Arcade Fire, Bon Iver, Fiona Apple, Waxahatchee o Natalia Lafourcade, se ha levantado de la mesa, ha ido a su despacho, ha vuelto y ha dicho, mostrando su pistola y cedi¨¦ndosela a los comensales para que sepan c¨®mo pesa: ¡°O corres m¨¢s que esos animales o mejor que los pares con esto¡±. Es en ese momento, en el que el m¨²sico ha cogido el arma por indicaci¨®n de Tony, cuando Leiva ha reconocido que a ¨¦l las pistolas no le gustan nada y que, con una tan cerca, no puede dejar de pensar en el d¨ªa que una le estall¨® a dos palmos de la cara. Al contar con todo lujo de detalles aquel d¨ªa, su hermano Juancho, con la boca abierta, ha dicho: ¡°Joder, bro, nunca me hab¨ªas dado tanta informaci¨®n¡±.
Nada parece casual en lo m¨¢s profundo de Texas. Para llegar hasta esta antigua hacienda del siglo XIX, el jeep tuvo que atravesar decenas de kil¨®metros por el desierto hasta alcanzar Tornillo, una peque?a poblaci¨®n dividida por un interminable l¨¢tigo met¨¢lico por el que pasan trenes de carga donde el tiempo se detiene como en un plano a c¨¢mara lenta de Sam Peckinpah. Al otro lado de las v¨ªas, como un fuerte con sus propias normas, solo est¨¢ Sonic Ranch, el rancho de decenas de hect¨¢reas que acaba en el muro de la frontera, con Ciudad Ju¨¢rez al fondo.
Es 8 de abril de 2024 y Leiva se encuentra en Sonic Ranch grabando las ¨²ltimas canciones de su nuevo disco, Gigante (Sony), que se publicar¨¢ el pr¨®ximo 4 de abril. Viene de estar en Las Vegas, donde ha acompa?ado al campe¨®n del mundo de boxeo en la modalidad de superligeros, Isaac Pitbull Cruz. Le escolt¨® en el conocido paseo (walkout) hasta el ring. Antes de la cena en la que contar¨¢ el suceso que marc¨® su vida desde ni?o, ha estado jugando al billar en el jard¨ªn principal, un espacio como salido del viejo Oeste donde lucecitas de colores cuelgan por los soportales para decorar la piscina, la zona de barbacoas y las habitaciones. En el sal¨®n m¨¢s grande, vinilos de Pink Floyd, Jimi Hendrix y otros artistas actuales como Buck Meek, integrante de Big Thief, descansan junto a l¨¢mparas art-dec¨® y un entorno comunitario con rollo hippy donde los m¨²sicos se sirven la comida por s¨ª mismos en la cocina. ¡°Menuda setentada es todo esto¡±, dice Leiva. ¡°Mi vida consiste en conseguir que el potenci¨®metro de ilusi¨®n no baje. Y esto me mata de ilusi¨®n. Vengo hasta aqu¨ª para estar con mis amigos. Aqu¨ª hay una artesan¨ªa vintage que usaba la gente con la que llevaba forrada mi carpeta¡±. A lo que Mateo a?ade: ¡°Ah¨ª est¨¢ la magia. A vos te hace feliz¡±.

Ese d¨ªa, por la ma?ana, ha sucedido algo si no m¨¢gico s¨ª muy especial y que los medios de comunicaci¨®n de medio planeta han calificado como el gran eclipse total de Am¨¦rica, un acontecimiento que ocurre cada much¨ªsimos a?os y oscureci¨® el mediod¨ªa norteamericano hasta dejar el cielo de gris ceniza. En mitad del desierto, un silencio casi legendario se apoder¨® del horizonte. Previamente, la cadena CNN hab¨ªa informado de que muchos colegios hab¨ªan cerrado en Estados Unidos y grupos de adolescentes por todo el pa¨ªs hab¨ªan organizado quedadas con drogas para dejarse llevar durante la hist¨®rica noche ficticia de aire dist¨®pico. Seg¨²n la antigua cultura mexicana, este tipo de eclipse suced¨ªa porque un gigantesco drag¨®n intentaba devorar el sol y, con ello, traer malos augurios. Por eso, para ahuyentar al devorador de soles, los mexicanos se pon¨ªan a golpear tambores con mucha fuerza. En el coraz¨®n mismo de una frontera llena de mitos y calaveras, donde se diluyen EE UU y M¨¦xico, Leiva y los suyos hicieron algo parecido: entraron al Big Blue Studio y se consagraron a la m¨²sica. Era como si quisieran que el monstruo no se pudiese salir con la suya.
El Big Blue Studio es una gran nave en mitad del desierto. Los bungal¨®s de los m¨²sicos quedan a unos metros, al igual que la caba?a convertida en un estudio de grabaci¨®n de voces en la que Bon Iver registr¨® las suyas para su ¨²ltimo ¨¢lbum. Orgulloso, Leiva la visita. Por los ventanales de Big Blue Studio, una luz tenue concede a este espacio de madera de nogal repleto de instrumentos un toque de enso?aci¨®n artesanal. Los micros est¨¢n guardados en una caja fuerte, como si hubiese temor a que pudieran ser robados por bandidos del salvaje Oeste, y las lamparitas tienen una base en forma de bota de cowboy. Cuando C¨¦sar Pop entra, exclama: ¡°?Joder, qu¨¦ felicidad de sitio! Es un sue?o¡±. Y se sienta r¨¢pidamente en un ¨®rgano B-3 y dice con sorna: ¡°Ya si lo supiese tocar bien ser¨ªa incre¨ªble¡±. Son las 10:00 de la ma?ana y todos est¨¢n con una escucha matinal de la toma del d¨ªa anterior. Como reconoce Leiva, siempre le gusta hacer una escucha de la ¨²ltima toma a primera hora del d¨ªa siguiente. ¡°?Ah¨ª est¨¢! ?La voz tiene que salir a morder!¡±, dice el m¨²sico, que queda contento con la ¨²ltima toma de ¡®Barrio¡¯, una de las canciones que se incluyen en Gigante. La tarde anterior, buscaba m¨¢s intensidad a su timbre despu¨¦s de un comienzo de piano a lo Elton John. ¡°Tengo la patata al dente¡±, asegura Mateo. Ambos est¨¢n sentados junto al productor Jerry Ordo?ez, natural de Chihuahua, aunque se define de ¡°todas partes¡± y se crio dentro de Sonic Ranch.
¡®Barrio¡¯ es una canci¨®n en la que Leiva homenajea a su barrio madrile?o, Alameda de Osuna. ¡°Soy un chaval de mi barrio. Pertenezco a esas calles desde hace 44 a?os y siempre he sido feliz¡±, confiesa. De esas calles sali¨® Miguel Conejo Torres, m¨¢s conocido como Leiva, aunque sus amigos le llaman simplemente Lei. En los noventa, las pandillas de la Alameda se refer¨ªan al barrio como ¡°el Seattle madrile?o¡± porque era m¨¢s f¨¢cil coger una guitarra que un bal¨®n en un territorio abundante en locales de ensayo y bares con m¨²sica en directo. Despuntaron Buenas Noches Rose y Le Punk, grupos con los que creci¨® Leiva, que empez¨® a tocar la bater¨ªa en Malahierba. Todo cambi¨® cuando en 1998 form¨® Pereza, una banda que acab¨® en d¨²o junto a su amigo Rub¨¦n Pozo. ¡°Con Pereza, Rub¨¦n y yo entendimos r¨¢pidamente que nuestro camino se parec¨ªa m¨¢s al de Los Rodr¨ªguez que al de Los Enemigos¡±, indica. Por ese camino, Pereza salt¨® a la primera divisi¨®n del pop-rock espa?ol en 2005 con Animales. Cuando estaban en lo m¨¢s alto, en 2009, decidieron dejarlo. ¡°Recuerdo que Carlos L¨®pez, presidente de Sony, me dijo: ¡®Leiva, te est¨¢s pegando un tiro en la rodilla¡¯. Y le dije: ¡®Lo s¨¦¡±, cuenta el m¨²sico, que tambi¨¦n explica las razones de la separaci¨®n: ¡°Despu¨¦s del disco Aviones, Rub¨¦n quer¨ªa m¨¢s presencia de sus canciones en el pr¨®ximo trabajo y me propuso hacer dos: uno con mis canciones y otro con las suyas. Nos dimos cuenta de que realmente est¨¢bamos hablando de dos discos en solitario. Entendimos que est¨¢bamos poniendo en riesgo nuestra amistad y nos separamos. No tardamos ni un mes en hacerlo¡±. Tuvo que empezar de cero en solitario y no pudo contar con banda. Como confiesa: ¡°Jam¨¢s os¨¦ pensar que mi carrera podr¨ªa tomar la dimensi¨®n de Pereza¡±. No solo eso: su carrera se hizo m¨¢s grande. Y, encima, por el camino, se ali¨® con Joaqu¨ªn Sabina, al que le alz¨® de nuevo con el disco Lo niego todo, en colaboraci¨®n con el escritor Benjam¨ªn Prado.


Hoy, Leiva est¨¢ en Sonic Ranch grabando su s¨¦ptimo ¨¢lbum. Todos los pasos dados en este viaje le han llevado hasta este momento en el que intenta meter un solo de guitarra para otra de sus nuevas canciones, ¡®Cuarenta mil¡¯. ¡°Un momento, l¨¢nzame la mezcla¡±, indica con una guitarra blanca que toc¨® la leyenda del country-rock Stevie Ray Vaughan. ¡°Quiero que sea muy California¡±, a?ade. Mateo le pide que se ponga a tocar las salidas de los estribillos para apreciar mejor la parte de guitarra. ¡°?Te echo una mano a los pedales, brother?¡±, pregunta Juancho. ¡°Ok, para m¨ª, esto tiene que ser piano y no guitarra¡±, concluye Leiva. C¨¦sar Pop se mete en el estudio. Leiva habla: ¡°Har¨ªa un Hammond americano aqu¨ª, Pop¡±. ¡°?De planchar?¡±, pregunta el organista. ¡°?Eso es! Si no queda muy happy y no lo queremos tanto¡±. C¨¦sar Pop se concentra para dar con el punto: ¡°Me estoy buscando. Tengo que ver c¨®mo pongo los dedos¡±. Las notas se desprenden con un gusto dulz¨®n mientras Leiva mete un riff. Los minutos de m¨²sica entre ambos se van empastando hasta que Leiva exclama: ¡°?Ya he agarrado el tren! Quiero esos grains de Norah Jones, Pop¡±.
Grains es una palabra inventada por Leiva para referirse al tono que busca en una canci¨®n, como el sabor de un ingrediente que marca el guiso. Todos en el estudio usan referencias musicales para entenderse: ¡°dame un toque de guitarra Tom Petty¡±, ¡°mete un piano Randy Newman¡±, ¡°unos coros Beach Boys¡±¡ Es un verdadero trabajo de orfebrer¨ªa: componer en directo una canci¨®n, a la vieja usanza, tanto que la mesa de mezclas de Big Blue Studio puede grabar en anal¨®gico. Fue la mesa de sonido de Prince y Madonna y ahora preside este estudio. Si Jerry dice rolling, es la se?al con la que indica que comienza a grabar. Las bobinas corren y las cintas giran con alegr¨ªa. Seis de las 14 canciones de Gigante est¨¢n grabadas en Sonic Ranch con cinta anal¨®gica. En este tipo grabaci¨®n se convive ¡°con los errores¡±. ¡°De esta forma, tienes muy pocas oportunidades con las pistas. Desde mi punto de vista, es m¨¢s conmovedor y se parece m¨¢s a mis referencias. Tienes que apostar por la toma m¨¢s emocionante¡±. Mientras el resto del mundo apuesta por lo digital y el viraje hacia la electr¨®nica, Leiva invierte dinero en poder registrar con ¡°artiller¨ªa antigua¡± de una forma m¨¢s org¨¢nica y natural. ¡°Grabar aqu¨ª no es un manifiesto, aunque lo parezca. Pero tampoco tengo la ambici¨®n de conquistar a las generaciones nuevas. S¨®lo quiero regar lo que tengo y, con suerte, que se sume alguien¡±.
Los mocasines blancos de Leiva golpean la alfombra. Todos est¨¢n a su alrededor escuchando la toma de ¡®Cuarenta mil¡¯. ¡°Podr¨ªa escuchar esta parte 28 veces en bucle¡±, se?ala Juancho. Esta parte es la que llev¨® a todos toda la tarde anterior para dar con el grain exacto. ¡°Me gusta este pirulete¡±, afirma Mateo. ¡°?Estamos dentro!¡±, grita Leiva. Todos se abrazan.
El nuevo disco ya estar¨ªa terminado.


Es julio y el calor pega en Malasa?a. A veces, el verano de Madrid puede ser peor que Texas. Leiva espera en un bar. Guarda una sorpresa: el nuevo disco tendr¨¢ una canci¨®n m¨¢s. Cuenta que, tras regresar de EE UU, un amigo ¨ªntimo cay¨® en una depresi¨®n y necesit¨® componerle una canci¨®n. Se titula ¡®Ca¨ªda libre¡¯. A medida que la escrib¨ªa, pensaba que le ir¨ªa ¡°maravillosamente bien¡± la voz de uno de sus ¨ªdolos: Robe Iniesta. Nunca crey¨® que pudiese aceptar. Como un ni?o con un trofeo reci¨¦n ganado, Leiva saca el m¨®vil y muestra las conversaciones con Robe. Va a grabarla. ¡°Me dijo: ¡®Si te animas a escribir una estrofa m¨¢s recia, estar¨¦ encantado¡±.
Como su amigo, Leiva tambi¨¦n sabe lo que es ¡°caer a la lona¡±. Cuenta que desde hace mucho tiempo convive con ¡°un bicho¡± llamado ansiedad, que deriva muchas veces en ataques de p¨¢nico. De hecho, todo el nuevo disco est¨¢ plagado de referencias a ese bicho en sus distintas formas y caras, aunque, asegura, que las cuela sin darse cuenta: ¡°Siempre me pasa lo mismo: escucho el disco terminado y me doy cuenta de que incluyo m¨¢s pensamientos de los que soy consciente cuando compongo¡±.
Todo empez¨® en 2013, ¡°el peor a?o¡± de su vida, cuando todav¨ªa andaba intentando consolidar su carrera en solitario. Las malas noticias se le juntaron de golpe. Le dej¨® tras cuatro a?os de relaci¨®n su por entonces novia, la actriz Michelle Jenner. Adem¨¢s, supo que uno de sus mejores amigos le estaba robando dinero de una manera muy sucia y sali¨® mal un proyecto en el que se hab¨ªa dejado ¡°el cuerpo y el alma¡± con su ¨ªdolo, Johnny Cifuentes, l¨ªder de Burning, quien le puso ¡°unas condiciones finales inaceptables¡± tras componer todo el disco de arriba abajo y tocar todos los instrumentos para ¨¦l. Se sinti¨® traicionado por todos los frentes. Fue la primera vez que le dio un ataque de p¨¢nico. El primero de muchos cada vez m¨¢s ¡°atroces¡±. ¡°Los m¨¦dicos lo llaman despersonalizaci¨®n o desrealizaci¨®n. Es como si me saliera de m¨ª y me quedo con la sensaci¨®n de que me voy a desmayar todo el tiempo. Pasa de cero a cien y no puedes hacer nada¡±, cuenta. ¡°Imag¨ªnate que est¨¢s en ayunas, te fumas un porro de marihuana y te tiran a la Gran V¨ªa en el momento de m¨¢s tr¨¢nsito. Esa locura es lo que sientes. Te sales de ti, las cosas suceden en off y piensas que en ese agobio te vas a desplomar¡±. Durante a?os, trat¨® el problema en terapia y con medicaci¨®n. Tanto fue as¨ª que surgi¨® otra complicaci¨®n: se enganch¨® al orfidal. ¡°Fue muy duro. No consegu¨ªa dormir ni dos horas al d¨ªa y necesitaba ese tranquilizante demasiado¡±.

Hoy ya no va a terapia ni se medica, y agradece de coraz¨®n el papel que desempe?¨® su antigua pareja, la actriz Macarena Garc¨ªa, para sacarlo del pozo. ¡°Me ayud¨® de verdad. Me cur¨® durante muchos a?os. Ni la medicaci¨®n ni la terapia hicieron tanto como Maca. Es una de las personas m¨¢s importantes de mi vida y en las que m¨¢s creo. Estoy eternamente agradecido por el amor que tuvimos¡±. Con todo, el bicho sigue ah¨ª. ¡°Convivo con ¨¦l. Todav¨ªa se me sale la cadena de la ansiedad, pero ya no es igual de preocupante¡±. Dice que sus ansiedades tienen que ver con sus ¡°inseguridades¡± y que a¨²n no es capaz de ¡°gobernar lo de estar en el foco¡±. Y, por extra?o que parezca en un m¨²sico de ¨¦xito, una de sus inseguridades es su voz: ¡°Siempre he tenido un enorme complejo con mi manera de cantar¡±, explica. ¡°Tengo buenos compas que tienen unos vozarrones que ya quisiera yo. Yo nunca cont¨¦ con esa voz y entend¨ª que mi oportunidad eran las canciones. Carlos Tarque puede cantar una zarzuela o un blues y te los comes con patatas. Yo tengo que contar cosas porque mi voz no aguanta¡±.
.
El oto?o asoma por la sierra de Guadarrama. La casa de campo de Leiva est¨¢ perdida en unos verdes parajes. Es una preciosa estancia rodeada de tranquilidad, donde le gusta componer muchas canciones, como en la que est¨¢ trabajando estos d¨ªas para el nuevo disco de Sabina. En este rinc¨®n del mundo, Fernando Le¨®n de Aranoa es su vecino. Otro vecino, F¨¦lix, ¡°el vaquero del pueblo¡±, le regala huevos de corral a cambio de que le deje meter sus vacas en el prado de su casa. ¡°Buen trueque. Porque adem¨¢s me dejan esto como el c¨¦sped del Bernab¨¦u¡±, dice con una sonrisa mientras trabaja en su huerto, al que no le falta de nada: tomates, calabazas, chiles, zanahorias, acelgas, jud¨ªas, fresas¡ Hoy, toca coger unos calabacines para cocinar la receta de tortilla de su madre. ¡°En esta casa, bajo la dopamina¡±, afirma.
El tema de la voz vuelve a salir. En esta casa tambi¨¦n se refugia cuando necesita pasar los momentos m¨¢s duros relacionados con la que es su arma m¨¢s importante. Porque Leiva sufre unos problemas en una cuerda vocal que le hacen perder voz. Decide contarlo sin cortapisas, aunque sea un verdadero estr¨¦s mental para alguien que vive de cantar. ¡°Tengo una cuerda vocal casi parada que se va atrofiando y haciendo m¨¢s fina. Ahora mismo es un hilito¡±, explica mientras busca calabacines. La primera vez que lo confes¨® fue en Sonic Ranch durante la comida de un asado hecho por Fede, su mano derecha y asistente en gira. Ese d¨ªa, reconoci¨® que era ¡°una movida muy chunga¡± verse sin voz. Las afon¨ªas le preocupan de verdad porque le obligan a cantar en un tono m¨¢s bajo e incluso al final de la gira Cuando te muerdes el labio tuvo que respaldarle la voz de su hermano Juancho, muy parecida, en los peores momentos. ¡°Pero tiene cura: me inyectan un l¨ªquido y es como la p¨®cima de Ast¨¦rix¡±. A diferencia de los galos, a ¨¦l le tarda en hacer efecto cuatro meses, tiempo en el que est¨¢ sin apenas hablar y aprovecha para recluirse en esta casa de campo. De esta forma, har¨¢ un esfuerzo por cantar el pasado enero en el concierto 40 aniversario de su amigo Coque Malla, donde se disculpar¨¢ por su voz en fase de recuperaci¨®n.

Mientras el sol cae limpio sobre la ladera de la monta?a, el m¨²sico se sigue haciendo m¨¢s de carne y hueso y reconoce otra preocupaci¨®n: el alcohol. La m¨¦dica acaba de informarle que la ¨²ltima anal¨ªtica ha salido ¡°fea¡± y tiene ¡°valores alterados¡±. ¡°Puede haber un da?o f¨ªsico en el est¨®mago¡±, se?ala. Debe dejar de beber o, al menos, controlarlo mucho. Mientras cocina, cuenta que nunca toma bebidas fuertes, pero que lleva 20 a?os bebiendo al menos una botella de vino diaria. ¡°Me encanta el vino. Mi cabeza funciona a todo gas y esas copitas me ayudan a bajar un cambio¡±. Por primera vez en su vida, tiene que ¡°gobernar¡± el consumo. De hecho, comer¨¢ la estupenda tortilla de calabac¨ªn sin vino. Est¨¢ intentando cumplir con lo que le pide la m¨¦dica, aunque apunta: ¡°Me niego a llevar una vida monacal. Las giras son algo l¨²dico y tendr¨¦ que ver c¨®mo lo hago¡±.
.
Es f¨¢cil ver a Leiva en conciertos. Quiz¨¢ sea uno de los m¨²sicos espa?oles que m¨¢s conciertos asiste -y que m¨¢s le gusta hablar de los bolos de otros-, m¨¢s all¨¢ de las citas donde tocan sus amigos. Igual est¨¢ en la actuaci¨®n de la banda de mel¨®manos The Lemon Twigs como en la de Paul McCartney, en la que aguarda en la penumbra y sin abrir la boca por su tratamiento de la voz. Siempre intenta pasar desapercibido, pero el foco le persigue. El mismo foco que igual ilumina como ciega y que supone estar expuesto a las cr¨ªticas. ¡°Cuando no gustas a alguien y te critica, lo asumo con deportividad. Porque, para la vida que tengo, el peaje es justo. Incluso ahora lo asumo con humor¡±, explica sobre su posici¨®n de estrella. No siempre fue as¨ª: cuando comenzaba con Pereza, las cr¨ªticas no se llevaban igual de bien. ¡°Al principio, Rub¨¦n y yo sufr¨ªamos mucho con algunas rese?as. Vivimos en un pa¨ªs muy borrico. Nos denostaban diciendo que nuestros conciertos estaban llenos de chicas. F¨ªjate qu¨¦ estupidez de argumento. El integrismo rock nos cuestionaba por eso¡±.
Sobre el escenario, con el foco, a veces tambi¨¦n se achaca a m¨²sicos tan importantes como ¨¦l que pequen de no entrar en temas m¨¢s sociales y pol¨ªticos, pegados a los problemas de la calle. ¡°Nadie puede decir a nadie que tiene que hacer con el altavoz art¨ªstico. Uno tiene que utilizar su altavoz para hacer lo que le d¨¦ la puta gana. Los h¨¦roes que utilizan su altavoz para concienciar tienen toda mi admiraci¨®n. Yo no he tenido esa pulsi¨®n o ese talento. Tampoco he venido a educar a nadie. Soy el peor ejemplo para m¨ª mismo. No quiero ir dando lecciones de nada. Bastante tengo con lo m¨ªo como para se?alar. Es que para se?alar deber¨ªa antes tener el dedo limpio. Si un d¨ªa se me inflan los cojones y necesito escupir fuego con la pol¨ªtica, lo har¨¦, pero que nadie me obligue o me diga lo que tengo que hacer¡±. Y, despu¨¦s de asegurar que como ciudadano lo que m¨¢s le preocupa es ¡°el auge de la ultraderecha en todas partes¡±, concluye: ¡°La pol¨ªtica tambi¨¦n es limpiar tu calle, preservar tu vecindario e ir a votar, no s¨®lo las canciones¡±.


Es noviembre, los ¨¢rboles est¨¢n vestidos de melancol¨ªa con sus hojas marrones y amarillas y, desde hace unos d¨ªas, ya circula el primer sencillo del disco, ¡®Gigante¡¯, mismo t¨ªtulo que llevar¨¢ el ¨¢lbum. ¡°Ah¨ª di uno de mis primeros conciertos¡±, dice Leiva en el camping de la Alameda de Osuna. ¡°Yo siempre he querido hacer como Bruce Springsteen cuando le ve¨ªa en 1975 en un v¨ªdeo de un club de Londres. Estaba con su gorro de mendigo, con su banda y esos metales en el escenario. Eran amigos tocando juntos. Yo siempre he querido eso: una banda de amigos sobre un escenario¡±. Ese deseo enlaza con lo que dijo otra noche en lo profundo de Texas, bajo las estrellas de un cielo ancho y silencioso: ¡°Yo nunca he tenido la sensaci¨®n de comer mierda con la m¨²sica. Siempre he tenido el ritual de la m¨²sica como algo m¨¢gico. Fuera para tocar ante dos personas o ante miles. Mi combustible siempre ha sido la ilusi¨®n. Har¨ªa m¨²sica hasta debajo de un puente¡±.
Mientras camina hacia casa, en esta tarde en retirada, tambi¨¦n recuerda el primer concierto que dio en su vida. Corr¨ªa 1993. Ten¨ªa 13 a?os. Su primo Vikxie hab¨ªa conseguido que les dejasen tocar en el sal¨®n de actos del colegio, ¡°como en la pel¨ªcula de Regreso al futuro¡±. Se prepararon tres canciones: ¡®You Really Got Me¡¯, de The Kinks; ¡®Wild Thing¡¯, de The Troggs; y ¡®Light Me Fire¡¯, de The Doors. Leiva se puso a la bater¨ªa y la toc¨® con ayuda de gu¨ªas de tel¨¦fono. No solo eso: tambi¨¦n ten¨ªa el brazo roto tras haberse ca¨ªdo con el monopat¨ªn. Era la segunda vez que se lo romp¨ªa.
.
Apenas un a?o antes, tambi¨¦n ten¨ªa el brazo escayolado por saltar con la bici nueve escalones. As¨ª iba el d¨ªa que recibi¨® el disparo que le vol¨® un ojo y por lo que llev¨® una chapita al cuello en la que indicaba que no pod¨ªa acercarse a rayos X por culpa del perdig¨®n, que no pudieron sacarle hasta 1999. Y, como si la m¨²sica fuera el mejor artilugio para evitar todo eclipse y todo mal, sucedi¨® un detalle no menor. Mientras su t¨ªo conduc¨ªa angustiado hacia el hospital, aquel ni?o de 12 a?os, lleno de sangre, con un ojo destrozado y un brazo escayolado, solt¨® el trapo que le cubr¨ªa la mitad de la cara para hacer el redoble de bater¨ªa de ¡®Knockin¡¯ on Heaven¡¯s Door¡¯ que sonaba por la radio. Al recordar Leiva ese momento tan trascendental, concluye, sin darse cuenta de que est¨¢ concluyendo toda su existencia: ¡°?Es que estaba muy flipado con ese redoble de bater¨ªa de Guns N¡¯ Roses versionando a Bob Dylan!¡±.
Aquel ni?o acababa de comenzar su viaje con la fuerza de un gigante.


Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
