Las bodas forzosas salen a la luz
Los hijos de inmigrantes en Espa?a se rebelan contra los matrimonios impuestos por sus padres - Los Mossos d'Esquadra han atendido a 40 v¨ªctimas desde 2009
La veintea?era Fahmida ha decidido vivir aislada de su familia. Cada d¨ªa abandona por unas horas su refugio, un centro de ayuda a mujeres en Barcelona, para estudiar. Trata de llevar una vida normal. Y aunque la soledad le hiere, no quiere ver a sus padres desde que, el a?o pasado, quisieron obligarla a contraer matrimonio con un primo que vive en Punjab, la regi¨®n de origen de su familia y, de hecho, la mayor¨ªa de paquistan¨ªes asentados en Catalu?a.
"La llevaron a Pakist¨¢n enga?ada, con la cl¨¢sica excusa de una visita a la familia. Y le organizaron una boda con su primo. Pero ella ha crecido en Barcelona y no est¨¢ dispuesta a someterse", relata la responsable de la Asociaci¨®n de Mujeres Paquistan¨ªes, Azra Asim, en el barrio del Raval. All¨ª acudieron los padres de Fahmida para pedir a la asociaci¨®n que hablara con su hija porque se hab¨ªan arrepentido y ya no iban a forzarla a casarse contra su voluntad. Demasiado tarde. La promesa no surti¨® efecto. "Lo hemos intentado, pero de momento la chica no quiere saber nada de ellos".
Fahmida viaj¨® a Pakist¨¢n enga?ada y pidi¨® auxilio a la Embajada espa?ola
Unicef alerta contra una pr¨¢ctica que todav¨ªa persiste en m¨¢s de 100 pa¨ªses
La realidad de los matrimonios forzados, combatida desde hace una d¨¦cada en pa¨ªses como Noruega o Reino Unido, emerge como una cruda realidad en Espa?a. Sobre todo en Catalu?a, donde, a imagen y semejanza del modelo brit¨¢nico, la Generalitat ha elaborado un protocolo policial para prevenir los enlaces no consentidos, que llevan infelicidad y sufrimiento a cientos de mujeres y adolescentes. No solo eso: en muchos casos, las v¨ªctimas padecen tambi¨¦n amenazas y agresiones durante a?os. Desde junio de 2009, los Mossos d'Esquadra han atendido a 40 presuntas v¨ªctimas de matrimonios forzados. "Son solo la punta del iceberg", advierte la responsable del programa contra la violencia machista del Gobierno catal¨¢n, Alba Garc¨ªa.
La indeseada boda de Fahmida con un primo que vive a m¨¢s de 9.000 kil¨®metros no se consum¨® por los pelos. Todo estaba dispuesto para el enlace, pero la valent¨ªa de la joven le permiti¨® ganarse su libertad. En Barcelona, el padre la tante¨®, pero ella rechaz¨® de plano la idea. Entre otras cosas, porque no quer¨ªa casarse con alguien a quien apenas conoc¨ªa y porque "ya manten¨ªa una relaci¨®n sentimental con un chico catal¨¢n", relata Asim, que combina en su discurso el ingl¨¦s y el castellano.
La estrategia del padre -que fue respaldado por la madre, atrapada tambi¨¦n en una relaci¨®n no buscada- fue llevarla, con mentiras, a Pakist¨¢n. Otras t¨¢cticas habituales de los padres para doblegar la voluntad de sus hijas son el chantaje -la madre advierte de un posible divorcio o del da?o que har¨¢ a la familia-, la amenaza de una reacci¨®n violenta o la promesa de un beneficio futuro. Fahmida pas¨® los peores momentos en el pa¨ªs asi¨¢tico. Nada m¨¢s llegar, "le quitaron la documentaci¨®n" y comprob¨® que, a su pesar, la boda "se hab¨ªa programado para el d¨ªa siguiente". El padre insisti¨® con un argumento que se repite en las zonas del planeta donde esta pr¨¢ctica sigue viva: pa¨ªses de Asia y ?frica, la mayor¨ªa de mayor¨ªa musulmana: casarse por el honor de la familia. En vez de acatar la coacci¨®n del padre, se puso en contacto con la Embajada espa?ola -posee la doble nacionalidad- y pudo regresar en pocos d¨ªas a Barcelona.
Como ella, las personas que deciden oponerse a los matrimonios forzados -la inmensa mayor¨ªa son mujeres- se enfrentan al reto de sobrevivir en la sociedad de acogida sin el apoyo del c¨ªrculo m¨¢s cercano. Aunque m¨¢s grave a¨²n es el caso de Iyom, uno de los que ha detectado la polic¨ªa auton¨®mica catalana y se halla, pendiente de resoluci¨®n, en un juzgado de violencia dom¨¦stica.
Iyom naci¨® en un pa¨ªs del ?frica subsahariana hace 30 a?os. A los nueve ya fue obligada a desposarse con un adulto. A los 12, se le practic¨® la ablaci¨®n de cl¨ªtoris y a los 18, la muerte del marido propici¨® un segundo enlace. Tambi¨¦n obligado. Junto a ese hombre sufri¨® un calvario que le hizo escapar a Francia en busca del apoyo de sus hermanos, emigrados a Europa. En vez de ayudarla, le sugirieron que deb¨ªa casarse con un conocido suyo. Iyom se march¨® entonces a Espa?a con una pareja que hab¨ªa elegido y denunci¨® el caso a los Mossos d'Esquadra.
Ni Fahmida ni Iyom pueden contar su caso en primera persona porque siguen en situaci¨®n de riesgo. "El matrimonio forzado es invisible, como lo era la violencia machista hace a?os", apunta Garc¨ªa. "Para algunas comunidades de extranjeros es una sorpresa descubrir que sigue ocurriendo". Un informe del Gobierno brit¨¢nico de hace 10 a?os ya alertaba de la opacidad de un fen¨®meno que "viola los derechos humanos" y "no puede justificarse por pr¨¢cticas religiosas o culturales".
Un estudio de Unicef se?ala que hay 60 millones de ni?as que son v¨ªctimas potenciales de esta pr¨¢ctica, que todav¨ªa es costumbre en unos 100 pa¨ªses. Pero el matrimonio forzado no es cosa solo de menores; afecta por igual a adultas. De los 12 casos detectados por los Mossos este a?o, la mitad afecta a menores.
En Espa?a, obligar a una persona a casarse no es delito, lo mismo que en la mayor¨ªa de Estados. Garc¨ªa pide un cambio legal que permita tipificarlo en el C¨®digo Penal. El Gobierno alem¨¢n anunci¨®, hace un mes, su intenci¨®n de considerar delito el matrimonio forzado y castigarlo con penas de hasta cinco a?os de c¨¢rcel.
Que no haya delito no significa que el enlace forzoso no pueda perseguirse. En el caso de las menores, la protecci¨®n a la infancia ofrece herramientas suficientes. Algunas adolescentes de etnia gitana cuyos casos tambi¨¦n han llegado a los Mossos se inscriben en ese marco. En las adultas, se persigue por coacciones, secuestro, amenaza o, gen¨¦ricamente, violencia dom¨¦stica.
"Es una costumbre que persiste, sobre todo en zonas rurales y entre familias con escasa formaci¨®n. Para ellos es una cuesti¨®n de honor", a?ade Asim. A la cuesti¨®n del honor se suman la presi¨®n de la familia (abuelos, etc¨¦tera), el riesgo de atentar contra los lazos familiares, el control de la sexualidad de las mujeres y una cierta idea de proteger la propia cultura y tradiciones.
Las hijas de inmigrantes, j¨®venes nacidas y crecidas en Espa?a que est¨¢n plenamente integradas, cuestionan el sistema. Y eso genera contradicciones en el hogar. "Hoy la gente es m¨¢s lista, tiene acceso a Internet... Los hijos saben lo que quieren. Y saben que tienen libertad para escoger", a?ade Asim. Aunque muchas denuncian (cada vez m¨¢s), la posible ruptura del nexo familiar hace dar marcha atr¨¢s a algunos.
Las asociaciones que luchan por los derechos de los inmigrantes y de las mujeres, y los profesionales (de la sanidad o la educaci¨®n) tambi¨¦n juegan su rol. Un trabajador de Cruz Roja tuvo la sensaci¨®n de que una mujer era v¨ªctima de esta situaci¨®n y contact¨® con Interior. Lo mismo hizo un profesor de secundaria, que oy¨® comentarios sobre un viaje de una alumna suya, previsiblemente para celebrar una boda. El ¨²ltimo d¨ªa del curso alert¨® a los Mossos d'Esquadra, que pudieron evitar el viaje de la joven hacia un matrimonio no querido.
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