Otro celta so?ador
Remont¨¢ndonos a los or¨ªgenes, la primera historia de espionaje est¨¢ en la Il¨ªada, cuando el siempre moderno Ulises se infiltra en las filas troyanas con nocturnidad y alevos¨ªa (a no ser que a¨²n antes, en el Para¨ªso, consideremos a la serpiente el primer agente doble...). Menos pretencioso resulta situar los albores del g¨¦nero en el siglo XIX, quiz¨¢ en Los tres mosqueteros, donde hay una intriga internacional con asesinato pol¨ªtico incluido. O El prisionero de Zenda, de Anthony Hope, deliciosamente rom¨¢ntica. Tambi¨¦n Sherlock Holmes, cuando resuelve el caso de El tratado naval... Pero quiz¨¢ sea mejor esperar hasta la propia aparici¨®n literaria del agente secreto, esp¨ªa o contra-esp¨ªa profesional. Ninguno comparable al de 1a novela de Joseph Conrad, quiz¨¢ la obra maestra m¨¢s prof¨¦tica y actual de comienzos del siglo pasado, aunque no sean desde?ables luego ni el Ashenden, de Somerset Maugham, Los treinta y nueve escalones, de John Buchan, La m¨¢scara, de Dimitrios de Eric Ambler, ni los protagonistas del gran Graham Greene, sobre todo el de su conmovedora El factor humano.
Robert Erskine Childers es otro irland¨¦s tr¨¢gico a la espera de un Vargas Llosa que le narre
La guerra fr¨ªa promovi¨® el g¨¦nero dentro de coordenadas pol¨ªticas que hoy nos resultan ya incurablemente obsoletas (algo as¨ª como la "novela familiar" que preocupaba a los pacientes de Freud). Me divirtieron mucho las peripecias del James Bond de Ian Fleming, fagocitadas despu¨¦s por pel¨ªculas que no siempre las mejoran, y las de imitadores franceses como el Coplan de Paul Kenny (seud¨®nimo de un amigo colaboracionista de Herg¨¦) y sobre todo las de el Mr. Suzuki de Jean-Pierre Conty, una saga popular magistralmente narrada y hoy olvidada. No logr¨¦ conectar casi nunca en cambio con el prolijo John le Carr¨¦, que me parece un suced¨¢neo de Graham Greene alto en cloroformo.
Pero ahora que estamos leyendo El sue?o del celta, de Vargas Llosa, es oportuno recordar El enigma de las arenas (1902), indudable pionera editada aqu¨ª por Edhasa. Es novela de un pausado e intenso realismo: dos amigos que parten en un yate para cazar patos y practicar la navegaci¨®n a vela por las costas del Mar del Norte descubren un plan prusiano para invadir Inglaterra por v¨ªa naval. No falta una leve intriga amorosa, algo postiza, y la sorpresa final sobre el enemigo al que persiguen. El relato fue elogiado por Conrad, Buchan y Fleming y algo m¨¢s: el primer Lord del Almirantanzgo, entonces Winston Churchill, lo utiliz¨® como argumento para reforzar la defensa brit¨¢nica contra su evidente vulnerabilidad por ese flanco mar¨ªtimo. Pero a¨²n m¨¢s novelesca que la trama del libro es la vida de su autor, Robert Erskine Childers, otro irland¨¦s so?ador y tr¨¢gico a la espera de un Vargas Llosa que le narre.
Hijo de un orientalista, fue siempre un marinero vocacional y al principio s¨²bdito fiel y ¨²til del Imperio brit¨¢nico, tanto en la guerra de los boers como incluso en la Gran Guerra. Decepcionado luego, se hizo ferviente nacionalista y colabor¨® con los Voluntarios junto a Roger Casement y Alice Stopford Green. Intervino en la redacci¨®n del acta de independencia irlandesa, pero siempre estuvo rodeado de malquerencias: los ingleses, Churchill a la cabeza, le odiaron por traidor y muchos irlandeses le ten¨ªan por esp¨ªa brit¨¢nico. En el enfrentamiento civil que sigui¨® a la independencia, tras el asesinato de Michael Collins, prevalecieron sus enemigos. Fue arrestado por el delito capital de poseer un arma (una peque?a pistola regalada por Collins) y condenado a muerte. No apel¨® contra la sentencia, aunque sus amigos lo hicieron por ¨¦l in¨²tilmente. Fusilado en 1922, sus ¨²ltimas palabras al pelot¨®n fueron: "Dad un paso o dos adelante, muchachos: as¨ª os resultar¨¢ m¨¢s f¨¢cil". Antes, recomend¨® a su hijo de diecis¨¦is a?os que no guardar¨¢ rencor a nadie. Cincuenta a?os despu¨¦s, Erskine Hamilton Childers fue el cuarto presidente de la Rep¨²blica de Irlanda.
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