Contra el paisaje de Madrid
Uno de los atractivos de Madrid es que tambi¨¦n est¨¢ hecho, entre otras cosas, de parches y acumulaciones en su urbanismo como resultado natural de la ciudad de aluvi¨®n. Si el Madrid originario ha sufrido devastaciones son tambi¨¦n innegables las aportaciones de la mejor arquitectura del siglo veinte al Madrid que crec¨ªa: la Gran V¨ªa es un ejemplo. Y si en el Madrid perif¨¦rico han surgido con distinta fortuna los nuevos barrios bajo los efectos de la especulaci¨®n urban¨ªstica, o han crecido los viejos distritos con suerte desigual, la p¨¦rdida desgraciada de los hotelitos de la Castellana, por ejemplo, ha quedado en cierto modo compensada con la erecci¨®n de una ciudad moderna con edificios de gran altura, algunos de los cuales son ahora verdaderos iconos del Madrid del siglo XXI.
Sorprende que ahora se reivindique la obra de Javier Carvajal elogiando la Torre de Valencia
Refresco esta obviedad al contemplar las nuevas torres situadas donde termina el Madrid de la Castellana y reconocerlas en su sitio. Pero lo hago al hilo de un ejemplo contrario de fatalidad: la Torre de Valencia. Y lo hago sorprendido porque los alumnos de su autor, Javier Carvajal, queriendo ahora reivindicar la obra de su maestro, subrayan como virtud del reivindicado lo que no parece haber sido tenido en cuenta en el caso de su torre: que Carvajal pensaba que no cualquier edificio vale para cualquier sitio. Claro que no. La arquitectura y la escultura poseen hasta cierto punto una indudable relaci¨®n, aunque la confusi¨®n entre una y la otra de arquitectos enfermizos quiz¨¢ sea una perversi¨®n contempor¨¢nea muy lamentable que las desnaturaliza, pero el espacio adecuado para situar una escultura o un edificio puede que sea la exigencia que establece uno de los m¨¢s evidentes lazos entre escultura y casa. Y como eso lo debe tener en cuenta cualquier arquitecto que se precie no sorprende que lo pensara Carvajal, pero si as¨ª pensaba, su Torre de Valencia es sin duda la proclamaci¨®n de todo lo contrario. Y no parece que el hecho de que permanezca ah¨ª ese atentado contra el paisaje de Madrid pueda ser tomado por un triunfo de la sensatez frente a un te¨®rico sectarismo de los que razonablemente sosten¨ªan que romp¨ªa, y rompe, la perspectiva de la Puerta de Alcal¨¢ desde Cibeles.
No s¨¦ si, como afirman ahora los seguidores de Carvajal, en el contexto hist¨®rico en el que se desarroll¨® el debate sobre la inconveniencia de la Torre de Valencia, debate necesario y a la postre in¨²til, los cargos pol¨ªticos del famoso arquitecto en el R¨¦gimen, o su propia suficiencia, arrogancia o supuesta antipat¨ªa, influy¨® o no en aquella campa?a llena de argumentos. Tal vez s¨ª. Pero del mismo modo puede atribuirse a la privilegiada situaci¨®n pol¨ªtica de Carvajal, cuando la pol¨ªtica era cosa solo de unos pocos, el hecho de que tantos a?os despu¨¦s, sus admiradores, lejos de silenciar un desafuero condenable, reivindiquen lo contrario atribuyendo a los que no sostuvieron igual opini¨®n a la de ellos nada menos que una persecuci¨®n s¨¢dica y cruel. No dudo de que haya otras meritorias obras de Javier Carvajal, que sea un maestro en el arte de unir tradici¨®n y modernidad o crea en una arquitectura enraizada, tal cual proclaman sus disc¨ªpulos, pero nada de eso se da en este escarnio contra la fisonom¨ªa de la ciudad. Y que haya un hueco en ese adefesio arquitect¨®nico para un patio con dos fuentes y un olivo centenario es posible que hable de lo mediterr¨¢neo que sea Carvajal, aunque habr¨ªa que ver c¨®mo crece un olivo en ese hueco, pero nos es completamente indiferente a los que contemplamos la Puerta de Alcal¨¢ con ese dominador tel¨®n de fondo desde el que las privilegiadas criaturas que all¨ª viven disfrutar¨¢n no solo del patio y el olivo, sin duda, sino de la mejor visi¨®n del parque del Retiro.
Quiz¨¢ no est¨¦ bien que seamos tan desmemoriados como para no pedir cuentas, o al menos afearles la conducta, a los que nos estropean la ciudad, y puede que lo m¨¢s piadoso sea no incomodar la ancianidad de los que, con provecho propio, cometieron errores contra Madrid. Ahora bien, cosa muy distinta es que se lamente una falta de reconocimiento al culpable de un error, se achaque a circunstancias pol¨ªticas la condena de algo que describe el sentido com¨²n y no se reconozca que por razones pol¨ªticas m¨¢s oscuras que claras est¨¢ precisamente ah¨ª esa Torre de Valencia.
Con todo el respeto para los buenos sentimientos de los que homenajean ahora a su maestro, no parece lo m¨¢s acertado recuperar su figura con la provocaci¨®n, m¨ªrala, m¨ªrala, ah¨ª est¨¢ la Torre de Valencia, mira qu¨¦ honra, como si pudi¨¦ramos seguir viendo igual la hist¨®rica Puerta de Alcal¨¢, despu¨¦s de ese atentado contra la fisonom¨ªa de Madrid. Lo que se consigue despertando la memoria de aquel repudio ya olvidado, ahora que incluso nos hemos acostumbrado al desprop¨®sito, es que volvamos a recordar a los culpables de lo que pas¨® en un tiempo con pocas posibilidades de evitarlo.
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