Frente a un nuevo cl¨¢sico
?Qu¨¦ convierte una pieza de ballet en un cl¨¢sico? Entre otros factores su permanencia en el repertorio, su aceptaci¨®n por el p¨²blico y su entendimiento razonado a trav¨¦s de generaciones. Pensemos que Marius Petipa retom¨® en San Petersburgo con el original de Giselle un ballet preexistente (este 2011 es el 170? aniversario del estreno parisiense), lo model¨® a su estilo y nuevas convenciones del g¨¦nero y le concedi¨® un pasaporte a la eternidad del repertorio presente hoy todav¨ªa. El¨ªpticamente, Mats Ek ha hecho otro tanto siglo y medio despu¨¦s de Petipa, en una potente, profunda renovaci¨®n que le concede quiz¨¢ otro siglo y medio m¨¢s de vida activa a la que se considera obra cumbre del romanticismo. Ahora, como un caso ¨²nico gracias a los efectos del talento, las dos Giselle discurren en paralelo por los duros derroteros est¨¦ticos de nuestro tiempo. En 2012 esta nueva Giselle cumple 30 a?os.
GISELLE
Ballet de la ?pera de Ly¨®n. Coreograf¨ªa: Mats Ek. M¨²sica: Adolphe Adam. Escenograf¨ªa y vestuario: Marie-Louise Ekman. Luces: J?rgen Jansson. Director: Yorgos Loukos. Teatros del Canal.
Hasta el 28 de noviembre.
En 2011 se cumple el 170? aniversario del estreno parisiense de 'Giselle'
Elogiar a Ek a estas alturas parece una obviedad petulante, sin embargo, es de recibo reconocer que en su innato talento compositivo hay un aderezo de profunda human¨ªstica que es medular, junto a unos planteamientos cor¨¦uticos que rebosan franqueza, honestidad, lenguaje directo. Y es por ello que le puede valer un argumento y hasta una estructura esc¨¦nica t¨ªpicos del romanticismo m¨¢s recalcitrante y rasgado del siglo XIX, hasta llevarlo a un terreno carente de ambivalencias y donde se impone no ya la lucha por la raz¨®n, sino la aceptaci¨®n de una redenci¨®n como v¨ªa al mejoramiento humano. Del perd¨®n fe¨¦rico, sobrenatural, se llega a una b¨²squeda de di¨¢logo con incontestables verdades imperecederas que trascienden ¨¦poca y met¨¢fora.
El core¨®grafo sostiene una consecuci¨®n respecto a la dramaturgia original lo que revela una atenta lectura cient¨ªfica y anal¨ªtica de la obra; as¨ª tambi¨¦n las entradas de los caracteres a escena, sus solos o sus momentos m¨¢s elevados son mostrados en apoyo de unos acentos musicales que remiten sin fisuras al original, pero siempre dentro del estilo y las formas que hacen del sueco una de las voces ¨²nicas, reconocibles y originales del panorama de la danza mundial desde hace d¨¦cadas.
T¨¦ngase en cuenta tambi¨¦n que, como siempre sucede con la creaci¨®n coreogr¨¢fica, el artista maneja los elementos disponibles en el sal¨®n de ensayos en ese justo momento. Es as¨ª, que la disposici¨®n num¨¦rica responde a la plantilla del Cullberg Ballet de la ¨¦poca (1982) y que el dibujo definitivo del personaje protag¨®nico despliega a¨²n un aliento que se identifica con el modelado hecho por Ek sobre la bailarina zaragozana Ana Laguna. El core¨®grafo explot¨® a fondo las excepcionales dotes y contundencia de Ana, en contraste a unos destellos de ternura, ingenuidad y cierto humor que han terminado por definir un estilo, el perfilado del personaje.
El nivel de la compa?¨ªa de Lyon es ¨®ptimo, de primera l¨ªnea. La bailarina Doroth¨¦e Delabie asume el rol protag¨®nico con una responsabilidad elogiable y destaca especialmente su salto. Menos convincente se mostr¨® Denis Terrasse en Albrecht, acaso biso?o, mientras la r¨¦plica vibrante de Franck Laizet como Hilari¨®n merece otro laurel.
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