El secreto del Nobel
Juan Carlos Onetti dec¨ªa que todo periodista deber¨ªa tener al lado una mano que le golpeara cada vez que estuviera a punto de escribir una estupidez, informativa o sint¨¢ctica.
A m¨ª tendr¨ªa que haberme golpeado fuerte esa mano cuando cont¨¦ en mi libro Egos revueltos que el acad¨¦mico sueco Knut Ahnlund, acompa?ado de su amigo el periodista Gabi Gleichman, hab¨ªa ido a ver a Camilo Jos¨¦ Cela antes de que este recibiera la noticia de que ¨¦l iba a ser Nobel de Literatura. Se infer¨ªa en ese texto que el escritor espa?ol pudo haber sabido de antemano que iba a ser premiado. Eso es imposible, y haberlo dado a entender es, como digo, una estupidez que deploro. La visita se produjo luego, y la memoria, que act¨²a, como dec¨ªa Fernando Arrabal, en golpes de teatro, puso antes lo que fue despu¨¦s, causando un embrollo que ahora aclaro.
La Academia sueca mantiene la reserva sobre el ganador hasta el ¨²ltimo momento
Dicho esto, con mi gratitud retrospectiva a la mano de Onetti, que vino tarde pero que vino gracias a Ahnlund y a Gleichman, dir¨¦ por qu¨¦ es imposible que esa enso?aci¨®n falaz de mi memoria tenga que ver, antes, ahora o quiz¨¢ jam¨¢s, con la realidad.
El premio sueco, que ahora la Academia le ha otorgado a Mario Vargas Llosa, se basa en un c¨®digo absoluto de confidencialidad, y ese secreto es parte integrante de su galard¨®n. La naturaleza de las fichas que manejan los acad¨¦micos, el tenor de sus discusiones, e incluso el estilo de la Academia, mantiene esa confidencialidad hasta tal punto que los escritores que son galardonados, cuando reciben la noticia, preguntan incluso c¨®mo fue y reciben como respuesta una de esas sonrisas evasivas que han ganado para el gesto el apodo que tiene esta sueca manera de ser: hacerse el sueco.
Vargas Llosa cont¨® en un art¨ªculo ahora c¨¦lebre, Catorce minutos de reflexi¨®n, c¨®mo le lleg¨® la noticia, mientras estaba leyendo un libro de Alejo Carpentier; y que su sorpresa fue tan grande, en ¨¦l y en su mujer, Patricia, que durante 14 minutos, hasta que no son¨® la voz oficial de la Academia diciendo que era Nobel de Literatura, no fue plenamente consciente de que lo pod¨ªa contar.
Mi compa?ero Sealtiel Alatriste y muchos m¨¢s editores de Jos¨¦ Saramago est¨¢bamos en Fr¨¢ncfort, en 1998, con el autor portugu¨¦s la noche anterior a que le concedieran el mayor galard¨®n literario de todo el mundo. Y ni Saramago supo nada esa noche, nadie le alert¨® de nada, ni al d¨ªa siguiente, cuando marchaba con su gabardina por el aeropuerto de la ciudad alemana, tuvo idea del acontecimiento que se le vino encima hasta que le avis¨® una azafata de que le requer¨ªan para darle esta buena noticia. Fue entonces cuando se encontr¨® con su editora Isabel de Polanco y se fundieron ambos en un abrazo que lamentablemente ya no puede rememorar ninguno de los dos...
El prestigio del Nobel se basa en el secreto. Y este es un caj¨®n guardad¨ªsimo. Hay especulaciones, claro, y algunas de esas especulaciones a veces se hacen ciertas, por lo que luego hay gente que dice: "Ah, yo ya lo sab¨ªa". Se puede saber en el ¨²ltimo estadio, quiz¨¢, cuando la maquinaria de la Academia se pone en funcionamiento, para traducir los m¨¦ritos del que va a ser declarado Nobel o para buscar su tel¨¦fono sin que esa b¨²squeda alerte al propio ganador.
Es cierto que un a?o antes de que lo ganara Cela, el escritor espa?ol recibi¨® una especulaci¨®n period¨ªstica que le pon¨ªa en la lista de los que pod¨ªan tenerlo el octubre siguiente. El acertijo era plausible, y se hizo verdad esta vez tan solo porque ese a?o los suecos de la Academia pararon ah¨ª el giro de la ruleta, pero pod¨ªa haber estado Cela esperando el turno que los entendidos cre¨ªan, con raz¨®n, que ten¨ªa cerca.
La incertidumbre que genera este secreto a veces exalta y a veces disuade a los propios aspirantes. Borges hizo muchas bromas sobre el premio, que muchos dijeron que no tendr¨ªa jam¨¢s por razones pol¨ªticas.
El premiado m¨¢s cercano, Mario Vargas Llosa, dijo que este a?o, cuando en efecto lo tuvo, fue cuando menos amigos lo llamaron para saber qu¨¦ har¨ªa ese d¨ªa en que a lo mejor... Y lo tuvo, y al principio se crey¨® que era una broma que inclu¨ªa la palabra Estocolmo.
Cuando lo gan¨® Miguel ?ngel Asturias, Pablo Neruda lo esperaba con tanta ansiedad que tuvo un amago de infarto al o¨ªr en la radio que su turno hab¨ªa sido sobrepasado por su colega guatemalteco. Su tel¨¦fono son¨® alg¨²n tiempo m¨¢s tarde. Octavio Paz lo esperaba cuando lo tuvo Cela, y hasta un a?o despu¨¦s no se recuper¨® de su zozobra.
La Academia sueca es un reloj perfecto; acierta o yerra en sus decisiones, pero sus dispositivos est¨¢n engrasados al mil¨ªmetro, y lo que m¨¢s se cuida de esos mecanismos es el secreto. No es una man¨ªa, es parte del premio; se puede apostar, y de hecho se apuesta, pero el origen de esas apuestas es m¨¢s el deseo que la informaci¨®n.
Los que quieran atreverse con un nombre propio, o con una confidencia sobre qui¨¦n va a ganar el Nobel, deber¨ªan (deber¨ªamos) tener al lado la mano de Onetti, golpeando para que no caigamos en la tentaci¨®n de creer que se puede penetrar en el sacrosanto secreto de la Academia sueca.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.