?Y a m¨ª qu¨¦ me importa Tiananmen!
Es el pixelado t¨ªpico de un v¨ªdeo tomado con un tel¨¦fono m¨®vil. Est¨¢ oscuro y la c¨¢mara se mueve con brusquedad. No obstante, se percibe la silueta de una chica desnuda con las piernas en alto. Se oyen risas, tanto masculinas como femeninas, y alguien enciende la luz. Se disipan las dudas. Un chaval se deshace del preservativo con una amplia sonrisa, mientras un grupo de adolescentes insulta a la colegiala de 17 a?os que acaba de ser violada en la habitaci¨®n de un hotel.
La humillaci¨®n no acaba ah¨ª. Ellas obligan a levantarse a la v¨ªctima y le propician una paliza. En un momento dado, ella misma se golpea. Los cuatro chicos que la han violado a petici¨®n de las chicas asisten divertidos al espect¨¢culo. El v¨ªdeo no tarda en saltar de los tel¨¦fonos 3G a Internet, y pronto la v¨ªctima trata de suicidarse.
"Con el dinero que logro con sexo me he comprado un iPhone. Ahora quiero un iPad"
La historia no llega ni de EE UU ni de Europa. Es el incidente de Kaiping, la chispa que hace un par de a?os encendi¨® un agitado debate sobre la demonizada generaci¨®n de los noventa en China. "Son chavales producto de la pol¨ªtica del hijo ¨²nico, que ha dado un exceso de permisividad, y el neoliberalismo que se ha apoderado del pa¨ªs y ha provocado una crisis de valores", explica el soci¨®logo Xu Anqi, de la Universidad de Fudan.
No vivieron la Revoluci¨®n Cultural de Mao ni la masacre de Tiananmen, y han crecido con un m¨®vil en el bolsillo y el chat de QQ en el ordenador. Los tachan de ego¨ªstas, materialistas y propensos a la violencia. Les da igual. No temen al sexo, raz¨®n por la que muchas universidades han comenzado a prohibirlo en las zonas p¨²blicas de los campus, y la pol¨ªtica no les interesa.
"?Y a m¨ª que me importa lo que pas¨® en Tiananmen!", dice Hu Yuan cuando se le pregunta por aquellos estudiantes que estuvieron en las mismas aulas que ella ocupa ahora. Lo suyo es el dinero. Para conseguirlo, el sexo es una v¨ªa m¨¢s. No est¨¢ sola. Existen incluso listados con estudiantes de secundaria y de universitarias que venden su cuerpo. "No creo que haya nada de malo. Con el dinero que saco a cambio de sexo me he comprado el iPhone 4, y ahora quiero un iPad", a?ade Hu.
En China hay ya m¨¢s de cien millones de hijos ¨²nicos, producto de la pol¨ªtica de natalidad introducida en los a?os ochenta que el Gobierno considera un ¨¦xito. Seg¨²n datos oficiales, esta medida ha impedido el nacimiento de unos 400 millones de chinos. Pero ahora el Partido Comunista se plantea la abolici¨®n de la ley. China quiere hermanos que sirvan para mantener a los progenitores en un pa¨ªs en el que los servicios que proporciona el Estado son casi nulos. Y, de paso, la generaci¨®n de los peque?os emperadores quedar¨¢ como una anomal¨ªa social.
Para eso, tendr¨¢ que mejorar tambi¨¦n la interacci¨®n entre padres e hijos, que es m¨ªnima. Un reciente estudio revela que la mitad de los estudiantes no tienen nada de qu¨¦ hablar con sus padres excepto por las calificaciones escolares. Adem¨¢s de una elevada tasa de suicidios, esa presi¨®n tambi¨¦n ha dado un buen n¨²mero de adolescentes genios en casi todas las especialidades, raz¨®n por la que China tiene siempre alg¨²n joven que sobresale entre sus competidores mundiales. Pero el 89% de los progenitores reconocen que no les interesa nada m¨¢s de sus descendientes que las notas. Un hecho que provoca el 60% de los problemas mentales de la generaci¨®n posnoventa.
"Los adolescentes chinos se sienten solos e incomprendidos. La violencia crece y el sexo es una v¨¢lvula de escape", asegura Xu Anqi. Muchos buscan el esc¨¢ndalo. Como una pareja que se dej¨® grabar tirada en el suelo del abarrotado metro de Shangh¨¢i mientras ¨¦l la masturbaba a ella. Es uno de los v¨ªdeos divertidos. Los de bullying se cuentan ya entre los m¨¢s brutales y dan la vuelta al mundo.
Mientras tanto, el Gobierno da palos de ciego. Hace unos meses prohibi¨® el uso de lenguaje sexual en los SMS, una medida que ya ha dado pie a un nuevo diccionario. "Nos re¨ªmos de los dirigentes", reconoce Hu Yuan. "Si no podemos escribir 'follar', o 'mamada' lo haremos con otras palabras". El partido no sabe c¨®mo actuar. Es m¨¢s f¨¢cil sacar al ej¨¦rcito a la calle. Claro que, como asegura Ai Weiwei, uno de los principales disidentes pol¨ªticos todav¨ªa en libertad en China, "la anestesia de la juventud elimina el peligro de revueltas sociales".
Porque esta generaci¨®n puede ser transgresora en el sexo o violenta entre semejantes, pero nunca organizar¨¢ una protesta como la que salpic¨® de sangre Tiananmen en 1989. "?Para qu¨¦ me voy a jugar la vida por un ideal en el que no creo si tengo todo lo que necesito?", se pregunta entre risas Wu Ming, una joven de ¨²ltimo a?o de secundaria de la provincia maldita de Cant¨®n.
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