Un candidato de riesgo
Detr¨¢s de la apariencia apacible, tranquila, sensata y un tanto aburrida; del conjunto pasado de moda, pantal¨®n beis y americana azul marino, el candidato socialista a la alcald¨ªa de Valencia, Joan Calabuig, oculta el coraz¨®n aventurero del que gusta vivir siempre en el filo de la navaja, nadando contra corriente y, cual Quijote, dispuesto a pelearse con molinos de viento si preciso fuere. Su esp¨ªritu libre no se dome?a ante los convencionalismos y escapa a las reglas establecidas; tal parece que casi todo el pasado (salvo la obra del padre eterno del socialismo valenciano, Joan Lerma) le es ajeno. Al fin, un hombre independiente que no condiciona sus palabras a servidumbre alguna. Si es necesario romper, derribar, arrasar, liquidar el trabajo de quienes antes que ¨¦l, con sus mismas banderas y fuerzas igual de menguadas, pretendieron disputarle el cetro y la corona a Rita Barber¨¢, se hace sin ning¨²n complejo. Al fin y al cabo qu¨¦ consiguieron Clementina R¨®denas (gan¨® las elecciones; pero, atenci¨®n, perdi¨® la alcald¨ªa), Aurelio Mart¨ªnez, Ana Noguera, Rafael Rubio y Carmen Alborch: Nada. Una y otra vez se estrellaron contra la eterna alcaldesa de Valencia. Una y otra vez el PP les tild¨® de radicales, antivalencianos, reaccionarios o de pobres tontos provincianos que no entend¨ªan la majestad de las grandes obras, la importancia vital de los grandes eventos, la exigencia de modernizar Valencia a golpe de piqueta y la sagrada misi¨®n de colocar el nombre de la capital de la Comunidad Valenciana en el mapa del mundo.
Desde el an¨¢lisis de la realidad objetiva: El PSPV es incapaz de ganar las elecciones en Valencia; el hombre tranquilo que es Calabuig, cual John Wayne llegado a los valles irlandeses, est¨¢ poniendo patas arriba el orden establecido. No es poca cosa presentar una enmienda a la totalidad de la labor desarrollada en la oposici¨®n por varios equipos socialistas durante los ¨²ltimos a?os. Si aquellos estaban a favor de defender la legalidad urban¨ªstica en el campo de Mestalla, ¨¦l, con el inestimable concurso del secretario general de los socialistas, Jorge Alarte, prefiere mirar para otro lado, no sea cosa que la legalidad le cueste votos. Si Carmen Alborch, con la ayuda de la ministra de Cultura, ?ngeles Gonz¨¢lez-Sinde, se parte la cara por hacer de El Cabanyal un barrio habitable, sin necesidad de destruirlo, el hombre nuevo opina lo contrario. Si las arcas p¨²blicas est¨¢n llenas de telara?as y, pese a ello, el PP se empe?a en inventarse un parque tem¨¢tico, the quiet man cree que no est¨¢ mal la iniciativa. Eso s¨ª, todos sus apoyos a las grandes propuesta program¨¢ticas de los populares est¨¢n condicionados. Todos llevan uno o varios s¨ªes condicionales que casi nadie escucha y menos entienden. Calabuig, como el protagonista de la serie House, cree que la vida es gris. Pero los ciudadanos quieren que los pol¨ªticos se la expliquen en blanco y negro para saber a qu¨¦ atenerse. El gris induce a la confusi¨®n.
Calabuig se presenta como un hombre nuevo, ajeno a las pol¨ªticas que su partido ha seguido en la ciudad de Valencia porque, cierto es, no han servido para arrebatarle la alcald¨ªa al PP. Su propuesta es sumamente arriesgada. En una ¨¦poca en que el PSOE no gana votos por el centro y los pierde por la izquierda, ¨¦l quiere acercarse al centro, que es donde est¨¢ la mayor¨ªa electoral. El an¨¢lisis te¨®rico es correcto. Veremos c¨®mo resulta en la pr¨¢ctica. Habr¨¢ que permanecer atentos a los resultados en El Cabanyal. Por cierto, el ¨²ltimo candidato que apost¨® con fuerza por el centro en una situaci¨®n pol¨ªtica similar a la actual fue Aurelio Mart¨ªnez. Logr¨® ocho concejales, el peor resultado del PSPV en la historia. Y una cosa m¨¢s. Un refr¨¢n popular reza que quien da pan a perro ajeno, pierde el pan y pierde el perro. Calabuig sabr¨¢.
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