Un viaje a Argentina
Una sociedad necesita conocer la Historia, no solo tener memoria. En el caso argentino, un terrorismo revolucionario precedi¨® al terrorismo de Estado de los militares, y no se puede comprender el uno sin el otro
En noviembre de 2010, fui por primera vez a Buenos Aires, donde permanec¨ª una semana. Mis impresiones del pa¨ªs son forzosamente superficiales. Aun as¨ª, voy a arriesgarme a transcribirlas aqu¨ª, pues s¨¦ que, a veces, al contemplar un paisaje desde lejos, divisamos cosas que a los habitantes del lugar se les escapan: es el privilegio ef¨ªmero del visitante extranjero.
He escrito en varias ocasiones sobre las cuestiones que suscita la memoria de acontecimientos p¨²blicos traumatizantes: II Guerra Mundial, reg¨ªmenes totalitarios, campos de concentraci¨®n... Esta es sin duda la raz¨®n por la que me invitaron a visitar varios lugares vinculados a la historia reciente de Argentina. As¨ª pues, estuve en la ESMA (Escuela Mec¨¢nica de la Armada), un cuartel que, durante los a?os de la ¨²ltima dictadura militar (1976-1983), fue transformado en centro de detenci¨®n y tortura. Alrededor de 5.000 personas pasaron por este lugar, el m¨¢s importante en su g¨¦nero, pero no el ¨²nico: el n¨²mero total de v¨ªctimas no se conoce con precisi¨®n, pero se estima en unas 30.000. Tambi¨¦n fui al Parque de la Memoria, a orillas del R¨ªo de la Plata, donde se ha erigido una larga estela destinada a portar los nombres de todas las v¨ªctimas de la represi¨®n (unas 10.000, por ahora). La estela representa una enorme herida que nunca se cierra.
Los Montoneros y otros grupos asesinaban, secuestraban, atracaban y volaban edificios
El genocidio camboyano mat¨® al 25% de la poblaci¨®n. La represi¨®n argentina, el 0,01%
El t¨¦rmino "terrorismo de Estado", empleado para designar el proceso que conmemoran estos lugares, es muy apropiado. Las personas detenidas eran maltratadas en ausencia de todo marco legal. Primero, las somet¨ªan a unas torturas destinadas a arrancarles informaciones que permitieran otros arrestos. A los detenidos, les colocaban un capuch¨®n en la cabeza para impedirles ver y o¨ªr; o, por el contrario, los manten¨ªan en una sala con una luz cegadora y una m¨²sica ensordecedora. Luego, eran ejecutados sin juicio: a menudo narcotizados y arrojados al r¨ªo desde un helic¨®ptero; as¨ª es como se convert¨ªan en "desaparecidos". Un crimen espec¨ªfico de la dictadura argentina fue el robo de ni?os: las mujeres embarazadas detenidas eran custodiadas hasta que nac¨ªan sus hijos; luego, sufr¨ªan la misma suerte que el resto de los presos. En cuanto a los ni?os, eran entregados en adopci¨®n a las familias de los militares o a las de sus amigos. El drama de estos ni?os, hoy adultos, cuyos padres adoptivos son indirectamente responsables de la muerte de sus padres biol¨®gicos, es particularmente conmovedor.
En el Cat¨¢logo institucional del parque de la Memoria, publicado hace algunos meses, se puede leer: "Indudablemente, hoy la Argentina es un pa¨ªs ejemplar en relaci¨®n con la b¨²squeda de la Memoria, Verdad y Justicia". Pese a la emoci¨®n experimentada ante las huellas de la violencia pasada, no consigo suscribir esta afirmaci¨®n.
En ninguno de los dos lugares que visit¨¦ vi el menor signo que remitiese al contexto en el cual, en 1976, se instaur¨® la dictadura, ni a lo que la precedi¨® y la sigui¨®. Ahora bien, como todos sabemos, el periodo 1973-1976 fue el de las tensiones extremas que condujeron al pa¨ªs al borde de la guerra civil. Los Montoneros y otros grupos de extrema izquierda organizaban asesinatos de personalidades pol¨ªticas y militares, que a veces inclu¨ªan a toda su familia, tomaban rehenes con el fin de obtener un rescate, volaban edificios p¨²blicos y atracaban bancos. Tras la instauraci¨®n de la dictadura, obedeciendo a sus dirigentes, a menudo refugiados en el extranjero, esos mismos grup¨²sculos pasaron a la clandestinidad y continuaron la lucha armada. Tampoco se puede silenciar la ideolog¨ªa que inspiraba a esta guerrilla de extrema izquierda y al r¨¦gimen que tanto anhelaba.
Como fue vencida y eliminada, no se pueden calibrar las consecuencias que hubiera tenido su victoria. Pero, a t¨ªtulo de comparaci¨®n, podemos recordar que, m¨¢s o menos en el mismo momento (entre 1975 y 1979), una guerrilla de extrema izquierda se hizo con el poder en Camboya. El genocidio que desencaden¨® caus¨® la muerte de alrededor de un mill¨®n y medio de personas, el 25% de la poblaci¨®n del pa¨ªs. Las v¨ªctimas de la represi¨®n del terrorismo de Estado en Argentina, demasiado numerosas, representan el 0,01% de la poblaci¨®n.
Claro est¨¢ que no se puede asimilar a las v¨ªctimas reales con las v¨ªctimas potenciales. Tampoco estoy sugiriendo que la violencia de la guerrilla sea equiparable a la de la dictadura. No solo las cifras son, una vez m¨¢s, desproporcionadas, sino que adem¨¢s los cr¨ªmenes de la dictadura son particularmente graves por el hecho de ser promovidos por el aparato del Estado, garante te¨®rico de la legalidad. No solo destruyen las vidas de los individuos, sino las mismas bases de la vida com¨²n. Sin embargo, no deja de ser cierto que un terrorismo revolucionario precedi¨® y convivi¨® al principio con el terrorismo de Estado, y que no se puede comprender el uno sin el otro.
En su introducci¨®n, el Cat¨¢logo del parque de la Memoria define as¨ª la ambici¨®n de este lugar: "Solo de esta manera se puede realmente entender la tragedia de hombres y mujeres y el papel que cada uno tuvo en la historia". Pero no se puede comprender el destino de esas personas sin saber por qu¨¦ ideal combat¨ªan ni de qu¨¦ medios se serv¨ªan. El visitante ignora todo lo relativo a su vida anterior a la detenci¨®n: han sido reducidas al papel de v¨ªctimas meramente pasivas que nunca tuvieron voluntad propia ni llevaron a cabo ning¨²n acto. Se nos ofrece la oportunidad de compararlas, no de comprenderlas. Sin embargo, su tragedia va m¨¢s all¨¢ de la derrota y la muerte: luchaban en nombre de una ideolog¨ªa que, si hubiera salido victoriosa, probablemente habr¨ªa provocado tantas v¨ªctimas, si no m¨¢s, como sus enemigos. En todo caso, en su mayor¨ªa, eran combatientes que sab¨ªan que asum¨ªan ciertos riesgos.
La manera de presentar el pasado en estos lugares seguramente ilustra la memoria de uno de los actores del drama, el grupo de los reprimidos; pero no se puede decir que defienda eficazmente la Verdad, ya que omite parcelas enteras de la Historia. En cuanto a la Justicia, si entendemos por tal un juicio que no se limita a los tribunales, sino que ata?e a nuestras vidas, sigue siendo imperfecta: el juicio equitativo es aquel que tiene en cuenta el contexto en el que se produce un acontecimiento, sus antecedentes y sus consecuencias. En este caso, la represi¨®n ejercida por la dictadura se nos presenta aislada del resto.
La cuesti¨®n que me preocupa no tiene que ver con la evaluaci¨®n de las dos ideolog¨ªas que se enfrentaron y siguen teniendo sus partidarios; es la de la comprensi¨®n hist¨®rica. Pues una sociedad necesita conocer la Historia, no solamente tener memoria. La memoria colectiva es subjetiva: refleja las vivencias de uno de los grupos constitutivos de la sociedad; por eso puede ser utilizada por ese grupo como un medio para adquirir o reforzar una posici¨®n pol¨ªtica. Por su parte, la Historia no se hace con un objetivo pol¨ªtico (o si no, es una mala Historia), sino con la verdad y la justicia como ¨²nicos imperativos. Aspira a la objetividad y establece los hechos con precisi¨®n; para los juicios que formula, se basa en la intersubjetividad, en otras palabras, intenta tener en cuenta la pluralidad de puntos de vista que se expresan en el seno de una sociedad.
La Historia nos ayuda a salir de la ilusi¨®n maniquea en la que a menudo nos encierra la memoria: la divisi¨®n de la humanidad en dos compartimentos estancos, buenos y malos, v¨ªctimas y verdugos, inocentes y culpables. Si no conseguimos acceder a la Historia, ?c¨®mo podr¨ªa verse coronado por el ¨¦xito el llamamiento al "?Nunca m¨¢s!"? Cuando uno atribuye todos los errores a los otros y se cree irreprochable, est¨¢ preparando el retorno de la violencia, revestida de un vocabulario nuevo, adaptada a unas circunstancias in¨¦ditas. Comprender al enemigo quiere decir tambi¨¦n descubrir en qu¨¦ nos parecemos a ¨¦l. No hay que olvidar que la inmensa mayor¨ªa de los cr¨ªmenes colectivos fueron cometidos en nombre del bien, la justicia y la felicidad para todos. Las causas nobles no disculpan los actos innobles.
En Argentina, varios libros debaten sobre estas cuestiones; varios encuentros han tenido lugar tambi¨¦n entre hijos o padres de las v¨ªctimas de uno u otro terrorismo. Su impacto global sobre la sociedad es a menudo limitado, pues, por el momento, el debate est¨¢ sometido a las estrategias de los partidos. Ser¨ªa m¨¢s conveniente que quedara en manos de la sociedad civil y que aquellos cuya palabra tiene alg¨²n prestigio, hombres y mujeres de la pol¨ªtica, antiguos militantes de una u otra causa, sabios y escritores reconocidos, contribuyan al advenimiento de una visi¨®n m¨¢s exacta y m¨¢s compleja del pasado com¨²n.
Tzvetan Todorov es semi¨®logo, fil¨®sofo e historiador de origen b¨²lgaro y nacionalidad francesa. Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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