?Estamos hablando realmente de pensiones?
Despu¨¦s de otra semana de infarto (no ser¨¢ la ¨²ltima), el Gobierno vuelve a hablar de reforma de pensiones y el Banco de Espa?a empuja para hacer m¨¢s transparente y eficaz el proceso de reforma de las cajas de ahorro.
A la espera de poder evaluar propuestas concretas, nos gustar¨ªa reconsiderar los criterios de justicia social y eficiencia econ¨®mica que deber¨ªan inspirar la reforma de pensiones. Los mercados no solo piden moderar algunos gastos insostenibles, sino tambi¨¦n reformar nuestro Estado de bienestar al objeto de facilitar una senda de crecimiento econ¨®mico equilibrado y sostenible. La experiencia muestra que sin equilibrio intergeneracional en la distribuci¨®n de la renta y en los esfuerzos contributivos, se generan tensiones sociales y desequilibrios presupuestarios que ponen en entredicho los beneficios que el crecimiento econ¨®mico produce.
El sistema espa?ol es uno de los m¨¢s redistributivos a trav¨¦s de las pensiones m¨ªnimas y m¨¢ximas
Para que el Estado pueda actuar como seguro tiene que ser solvente
Por esta raz¨®n, nos ha dejado algo perplejos un art¨ªculo reciente de Joan M. Esteban que, en EL PA?S del pasado 6 de noviembre, critica la propuesta de reforma del sistema de pensiones que un amplio grupo de economistas independientes presentamos en la sede de FEDEA (www.fedea.net/propuestas/pensiones). Quiz¨¢s el punto fundamental de la cr¨ªtica avanzada se puede encontrar en el p¨¢rrafo final: "Creo que hay demasiada desigualdad salarial; que las rentas no salariales son excesivas y escapan en buena medida al fisco; que seguimos necesitando que el Estado sea nuestro seguro contra contingencias futuras y que debe asegurar al ciudadano antes que al sistema financiero".
?Qu¨¦ tiene que ver todo esto con las pensiones y con la reforma propuesta? Nada en absoluto. La desigualdad salarial es muy inferior en Espa?a que en el promedio de los pa¨ªses desarrollados. Sobre todo, no tiene relaci¨®n alguna ni con el nivel medio de pensiones, ni con la edad de jubilaci¨®n, ni con los criterios de c¨¢lculo de las pensiones, que es de lo que nosotros hablamos en nuestra propuesta. De hecho, solo una peque?a fracci¨®n de la desigualdad salarial se traslada a pensiones, ya que el sistema espa?ol es uno de los m¨¢s redistributivos del mundo a trav¨¦s de, fundamentalmente, las pensiones m¨ªnimas y m¨¢ximas (y no proponemos ninguna modificaci¨®n sobre estas ¨²ltimas).
Sugerir, como hace Esteban, que el gasto adicional que van a generar las pensiones se pueda financiar con nuevos impuestos sobre el sistema financiero, porque este recibi¨® dinero del Estado, suena algo ret¨®rico. El Estado espa?ol, hasta ahora, no se gast¨® dinero alguno en el sistema financiero privado, aunque haya gastado mucho en el p¨²blico (las cajas de ahorro) donde tendr¨¢, tememos, que gastarse a¨²n m¨¢s en futuro. Adem¨¢snunca hemos propuesto amparar al sistema financiero privado por sus errores, sino m¨¢s bien al contrario, hemos sugerido penalizarlo. Finalmente, en porcentaje del PIB, el valor a?adido del sistema financiero espa?ol es bastante menor de lo que el gasto en pensiones acabar¨¢ siendo si no se reforma, con lo que, incluso imponiendo un impuesto del 100%, no alcanzar¨ªa para financiar el sistema de pensiones.
Entrando en el detalle de sus argumentaciones, el profesor Esteban considera que si la participaci¨®n de la remuneraci¨®n de los asalariados en el PIB fuera mayor, mayor ser¨ªa la porci¨®n de tarta (de pensiones) a repartir. Nada m¨¢s lejos de la realidad, ya que, con la legislaci¨®n actual, salarios m¨¢s altos autom¨¢ticamente implican pensiones m¨¢s altas, por lo que el problema de sostenibilidad acabar¨ªa siendo exactamente el mismo.
Pero sin duda, la afirmaci¨®n m¨¢s sorprendente es: "... uno de los motivos por los que se cre¨® el sistema de pensiones fue que el Estado ofreciese un seguro a los asalariados garantiz¨¢ndoles unas rentas despu¨¦s de la jubilaci¨®n que fuesen independientes de las contingencias que puedan ocurrir". Si esta afirmaci¨®n fuera cierta, la ley permitir¨ªa a un subconjunto de los ciudadanos (los "jubilados") aislarse totalmente de los vaivenes que sufre el resto de la sociedad, garantiz¨¢ndoles un nivel inalterable de consumo. Solo los j¨®venes y los que trabajan deber¨ªan cargar sobre sus espaldas cualquier shock agregado o cambio estructural que ocurriera en la sociedad -siendo los demogr¨¢ficos y tecnol¨®gicos dos ejemplos pertinentes- quedando el colectivo de jubilados blindado, pasara lo que pasara. Ciertamente, no conseguimos entender cu¨¢les son los axiomas de justicia social y solidaridad intergeneracional impl¨ªcitos en dichas recomendaciones.
Para discutir los argumentos sobre la sostenibilidad del sistema de pensiones, Esteban comenta que si el mantenimiento de carreteras se pagara con impuestos a la gasolina y se extendiera el uso del coche el¨¦ctrico, parecer¨ªa que las carreteras se han hecho insostenibles. Pues bien, el d¨ªa en que la mayor¨ªa de los coches sean el¨¦ctricos, el m¨¦todo justo y eficiente de financiaci¨®n de las carreteras consistir¨¢ en cobrar impuestos sobre la electricidad por los coches, adem¨¢s de levantar peajes all¨ª donde tenga sentido. Financiar carreteras con la "fiscalidad general", como sugiere el autor, ser¨ªa injusto porque impondr¨ªa a los que eligieron viajar en bicicleta, tren, autob¨²s o avi¨®n (o simplemente quedarse m¨¢s en casa), pagar por los que eligieron el coche. Igualmente, sugerir que debemos utilizar la "fiscalidad general" para financiar las pensiones de los que eligen jubilarse muy pronto o que, aprovech¨¢ndose de las inconsistencias del sistema actual, cotizaron por los m¨ªnimos toda la vida y por el m¨¢ximo en los ¨²ltimos 15 a?os, nos parece una gran injusticia.
Por ¨²ltimo, se argumenta que hay que utilizar el sistema de pensiones para redistribuir renta. No estamos seguros de que esta sea tambi¨¦n una buena idea. En primer lugar, porque usar el sistema de pensiones para redistribuir es altamente ineficiente: mejor mantener el sistema de pensiones de reparto como mecanismo de sostenimiento de rentas basado en la contributividad, redistribuyendo las rentas directamente. En segundo lugar, porque la mayor parte de la riqueza nacional (el "capital") no est¨¢ en manos de los j¨®venes, sino de los mayores. Si hacemos redistribuci¨®n de la renta subiendo a¨²n m¨¢s las pensiones (o simplemente impidiendo que se ajusten a los cambios demogr¨¢ficos y tecnol¨®gicos) estamos redistribuyendo desde los m¨¢s j¨®venes y m¨¢s pobres a los mayores y m¨¢s ricos. Es por ello que nos parece leg¨ªtimo preguntarse: ?Por qu¨¦? ?Debe ser esta la prioridad n¨²mero uno de nuestra pol¨ªtica redistributiva? ?De verdad son los mayores los que m¨¢s sufren hoy en d¨ªa y no los j¨®venes, trabajadores y futuros trabajadores? Nosotros creemos que no, y los datos as¨ª lo corroboran.
Finalmente, no olvidemos nunca que para garantizar que el Estado pueda actuar como seguro hace falta un Estado solvente.
Michele Boldrin es profesor en la Washington University in St. Louis y Sergi Jim¨¦nez Mart¨ªn, en la Universidad Pompeu Fabra. Ambos son investigadores en la Fundaci¨®n de Estudios de Econom¨ªa Aplicada (FEDEA), Madrid.
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