El corresponsal ha muerto
A¨²n tengo una maleta en Berl¨ªn", cantaba Marlene Dietrich. Y yo tengo todav¨ªa cuatro latas de gasolina en Skopje. Las compr¨¦ para un jeep alquilado en el que fui de Macedonia a Kosovo, inmediatamente despu¨¦s de que la OTAN invadiera la devastada provincia en 1999, cuando uno no se pod¨ªa fiar de que las gasolineras tuvieran gasolina. Conduje aquel Lada de suspensi¨®n dura varios d¨ªas, durante los que habl¨¦ con albanokosovares que hab¨ªan huido por miedo al genocidio serbio y estaban regresando a casa, con sus remolques tirados por tractores abarrotados de colchones y ni?os; con un melanc¨®lico sacerdote serbio, el padre Theodosius, en su precioso y aislado monasterio al pie de las Monta?as Malditas; y con un despiadado comandante del Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n de Kosovo, Ramush Haradinaj, que me hizo una confesi¨®n inolvidable, en su ingl¨¦s de extra?o acento mezcla de Finlandia y Birmingham: "Yo no podr¨ªa ser una Madre Teresa" (despu¨¦s de haber sido primer ministro del Kosovo independiente durante un breve periodo, ahora se encuentra en La Haya, a la espera de un nuevo juicio por cr¨ªmenes de guerra).
Cinco peri¨®dicos de calidad han cribado, contextualizado y seguido los tesoros de Wikileaks
La interpretaci¨®n de las noticias del periodista veterano es una clave de futuro
Aquel viaje fue caro. Como hac¨ªa la mayor¨ªa de los corresponsales en el extranjero, utilic¨¦ a un "facilitador", un periodista local que fijaba las citas, organizaba los viajes y suministraba informaciones de base, adem¨¢s de un int¨¦rprete. Lo pag¨® un peri¨®dico. Aprend¨ª cosas de esas que solo pueden aprenderse sobre el terreno. Y no estaba solo. Alrededor de 2.700 profesionales de medios de comunicaci¨®n entraron en Kosovo con las fuerzas de invasi¨®n / liberaci¨®n o inmediatamente despu¨¦s: aproximadamente un periodista por cada 800 habitantes.
Diez a?os despu¨¦s, ?cu¨¢ntos habr¨ªa all¨ª? En un momento tan trascendental, dram¨¢tico, de guerra, seguramente muchos ("Si hay sangre, tendr¨¢ titular"). Pero, en general, e incluso en pa¨ªses y momentos muy importantes, cada vez menos. El corresponsal, un tipo satirizado de forma incomparable por Evelyn Waugh en su novela Scoop, y ensalzado por Alfred Hitchcock en su pel¨ªcula Enviado especial, es una especie en peligro. Solo un pu?ado de grandes empresas de medios, como la BBC y The New York Times, mantienen todav¨ªa redes mundiales de enviados permanentes que trabajan en lo que tradicionalmente se llaman corresponsal¨ªas.
No tiene absolutamente ning¨²n sentido lamentarse sobre esto mientras van cayendo los whiskys en un bar de periodistas ahora desierto. Lo que necesitamos es averiguar c¨®mo es posible conservar hoy lo que ten¨ªa de valioso la labor del corresponsal del siglo XX y c¨®mo podemos aprovechar las fant¨¢sticas nuevas oportunidades que no exist¨ªan en la era del tel¨¦grafo y el t¨¦lex. Eso es lo que trata de hacer el antiguo director del servicio mundial de noticias de la BBC Richard Sambrook en un nuevo an¨¢lisis muy documentado, elaborado para el Instituto Reuters de Estudios sobre Periodismo en la Universidad de Oxford, titulado Are Foreign Correspondents Redundant? (?Sobran los corresponsales?). Menciona a un productor de televisi¨®n de Estados Unidos que dice que remontarse a las corresponsal¨ªas tradicionales en el extranjero es como preguntar "?por qu¨¦ no seguimos utilizando tabletas de arcilla?".
En mi opini¨®n, hay tres virtudes del trabajo del corresponsal que deber¨ªamos querer conservar y reforzar en las nuevas formas de obtenci¨®n y transmisi¨®n de noticias. Son: ser un testigo independiente, honrado y, en la medida de lo posible, veraz e imparcial de los acontecimientos, las personas y las circunstancias; descifrarlos y situarlos en su contexto, explicando qui¨¦n es qui¨¦n, qu¨¦ es qu¨¦ y un poco de por qu¨¦; e interpretar lo que sucede en ese lugar concreto, en ese momento concreto, dentro de un marco hist¨®rico y comparativo m¨¢s amplio. Ser testigo, descifrar, interpretar.
Para ser testigos, existen ahora fant¨¢sticos medios nuevos -el v¨ªdeo, la c¨¢mara del tel¨¦fono m¨®vil, etc¨¦tera- que no han existido durante la mayor parte de la historia de la humanidad. Por supuesto, la c¨¢mara miente muchas veces, as¨ª que siempre conviene saber qui¨¦n est¨¢ detr¨¢s de ella. Pero una variedad de informaciones de testigos presenciales, fragmentos de v¨ªdeo y audio, blogs y otros documentos, muchos de ellos de personas locales que hablan de verdad (a diferencia de muchos corresponsales) la lengua, puede formar un magn¨ªfico collage de pruebas de primera mano.
Si nos hubi¨¦ramos fiado solo de los corresponsales, nuestras informaciones sobre la muerte de Neda Agha-Soltan, la joven fallecida durante las manifestaciones del movimiento verde en Teher¨¢n el a?o pasado, habr¨ªan sido probablemente de segunda mano, y no habr¨ªamos tenido aquellas im¨¢genes inolvidables. Sitios web como Global Voices y Global Post demuestran lo que se puede hacer cuando se juntan numerosos periodistas locales y for¨¢neos.
Tampoco es necesariamente el corresponsal extranjero el que mejor descifra las claves locales. Con frecuencia he observado que, para esa tarea, los corresponsales se apoyan en facilitadores, int¨¦rpretes, periodistas locales y unas cuantas fuentes de confianza, y que ellos se limitan a a?adir unas cuantas pinceladas de color, un armaz¨®n de clich¨¦s interpretativos (el borde del abismo, halcones y palomas) y, por supuesto, varias hip¨¦rboles. ?Por qu¨¦ no dejar que las voces locales nos hablen directamente, y completarlas con las de especialistas acad¨¦micos que conocen los pa¨ªses en cuesti¨®n? Para eso es necesario un trabajo de edici¨®n h¨¢bil y minucioso, desde luego, pero siempre ser¨¢ m¨¢s barato que una oficina completamente equipada en el extranjero.
La corresponsal¨ªa actual, recortada como corresponde a esta era de austeridad, consiste en un solo enviado que hace todo a la vez, corre de un sitio a otro como el sombrerero loco, intenta desesperadamente cumplir varios plazos cada d¨ªa, para la web, la versi¨®n impresa, el v¨ªdeo, el audio, el tweet y el blog; el problema es que el pobre periodista tiene muy poco tiempo para investigar a fondo cada historia, y mucho menos para detenerse a reflexionar. No es casualidad que los mejores reportajes de corresponsales en el extranjero que vemos hoy est¨¦n en revistas como The New Yorker, en las que los periodistas tienen meses para elaborar un solo reportaje de gran extensi¨®n.
Lo cual nos lleva a la tercera dimensi¨®n: la interpretaci¨®n. Para esta tarea, es ¨²til que quien lea y piense sobre el c¨®mo y el porqu¨¦ sea alguien que sea ya un poco veterano, que haya visto cosas en distintos lugares y momentos. Esa persona puede comparar, sopesar, evaluar, restablecer el sentido de la proporci¨®n y la importancia hist¨®rica (o, muchas veces, la falta de importancia) que se pierde con facilidad cuando uno pasa todo su tiempo metido hasta las cejas en una noticia. Oigo a gente que dice: ese es el futuro de los peri¨®dicos. Todos los d¨ªas nos llega una avalancha de informaci¨®n, de "noticias" en su sentido m¨¢s amplio. Tenemos un problema de exceso. La labor de los peri¨®dicos de calidad ser¨¢ pasar por la criba, situar en contexto, hacer un seguimiento, como han hecho The Guardian, The New York Times, Le Monde y EL PA?S con los tesoros de Wikileaks.
Esto tiene bastante sentido, y tal vez las cosas avancen en esa direcci¨®n, pero el peligro est¨¢ en fijar una separaci¨®n demasiado radical entre el int¨¦rprete y el testigo. Porque toda mi experiencia clama que no hay nada comparable a estar all¨ª. Por muchos miles de estupendos v¨ªdeos, blogs y transcripciones que se vean, no hay nada comparable a estar all¨ª. Solo al comprar esas latas de gasolina, pasearme en aquel jeep destartalado y ver el sufrimiento con mis propios ojos pude comprender verdaderamente, y por tanto interpretar con menos errores, lo que estaba pasando en Kosovo. Eso no se puede hacer desde una butaca.
El valor a?adido especial del corresponsal del siglo XX era que, en la experiencia de una sola persona, en sus procesos mentales y su sensibilidad, se combinaban los tres elementos: ser testigo, descifrar, interpretar. Si conseguimos preservar eso en el periodismo transformado de nuestros d¨ªas, quiz¨¢ logremos tener m¨¢s y mejores informaciones internacionales.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, investigador titular en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Su ¨²ltimo libro es Facts are Subversive: Political Writing from a Decade Without a Name. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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