En defensa de Wikileaks
La Red supone el ¨²nico reto serio a ciertos poderes constituidos, capaz de garantizar de facto un estado de transparencia. Su clima de seudonarquismo y desobediencia civil ya forma parte del esp¨ªritu de esta ¨¦poca
Como arrastrada por la maldici¨®n del c¨®digo binario, Internet ha vuelto a colocar a la sociedad contempor¨¢nea ante un conflicto aparentemente irresoluble, una encrucijada que involucra al periodismo, la pol¨ªtica y las nuevas tecnolog¨ªas. El caso Wikileaks nos muestra con toda claridad el modo en el que el flujo de informaci¨®n marca hoy una nueva fase de las relaciones humanas, con dif¨ªcil encaje en la pol¨ªtica tradicional.
La batalla entre el imperativo de confidencialidad y la libertad de expresi¨®n, cuyos "efectos colaterales" hemos visto estas semanas, y cuyas implicaciones finales ata?en al funcionamiento mismo de la democracia, trae los ecos de pol¨¦micas que han marcado la historia del periodismo, pero tambi¨¦n resulta in¨¦dita en muchos aspectos. Sin Internet y sin la moderna tecnolog¨ªa de compresi¨®n de datos, valga la obviedad, no existir¨ªa el Cablegate. Es inimaginable una filtraci¨®n como esta hace dos d¨¦cadas: no solo por la facilidad para hurtar los archivos, sino por la ausencia de un mecanismo de f¨¢cil acceso a la informaci¨®n filtrada. Si algo hemos aprendido estos d¨ªas es que la Red representa el ¨²nico reto serio a ciertos poderes constituidos, capaz de garantizar de facto la posibilidad de un estado de transparencia como el que hoy defienden Wikileaks y sus seguidores.
Claro que el 'Cablegate' es periodismo: cuenta cosas nuevas y relevantes para el inter¨¦s p¨²blico
Lo esencial es que una sociedad abierta nunca debe castigar el acceso a la verdad
Habr¨ªa que empezar por aceptar que el nivel que ha alcanzado la tecnolog¨ªa para filtrar datos y documentos, y para compartirlos con garant¨ªas de anonimato, es tal que nos permite dar por sentado m¨¢s fugas futuras de informaci¨®n a gran escala. Un analista de The Economist lo dejaba claro hace unos d¨ªas: "As¨ª como la tecnolog¨ªa ha hecho m¨¢s f¨¢cil para los Gobiernos y corporaciones husmear de forma cada vez m¨¢s invasiva en la vida privada de las personas, tambi¨¦n se ha vuelto m¨¢s f¨¢cil para las personas, que trabajan solas o en conjunto, hundirse en y apropiarse de los archivos secretos de los Gobiernos y corporaciones".
As¨ª visto, Wikileaks ser¨ªa apenas la manifestaci¨®n temprana de un fen¨®meno mucho mayor, que afecta de manera definitiva toda la vida contempor¨¢nea: una exigencia de transparencia y una demanda de restricci¨®n del espacio de lo secreto. La nueva generaci¨®n de personas criadas en un mundo digital siente una solidaridad irreprimible con la "causa Wikileaks": hace mucho que piden mayor transparencia y apertura, no solo a sus conocidos, sino tambi¨¦n a sus Gobiernos. Hay un nuevo ethos en ciernes y se respira la vaga sensaci¨®n de que algo anda mal en los patrones pol¨ªticos del control de la informaci¨®n. Podemos estar o no de acuerdo, nos puede parecer m¨¢s o menos gratuito, pero este clima de desasosiego, que incuba las tentaciones del seudoanarquismo y la desobediencia civil, ya forma parte consustancial del esp¨ªritu de la ¨¦poca.
Todo esto ha catalizado, de alguna manera, en el caso Wikileaks y en la reciente saga de Julian Assange, convertido por muchos en un nuevo s¨ªmbolo de la libertad de expresi¨®n. Las reacciones en contra tampoco se han hecho esperar. Quiz¨¢s la manera m¨¢s r¨¢pida de tocar varias implicaciones de este tema sea precisamente detallar algunas de esas objeciones. A saber:
Eso no es periodismo: es la lectura de ciertos puristas del oficio. Tienen raz¨®n solo hasta cierto punto. Buena parte del periodismo del siglo XX se construy¨® a partir de "filtraciones" de informaci¨®n privilegiada. Por supuesto, no es lo mismo pasearse por Wikileaks y glosar una docena de cables que "tener una historia". Pero sorprende que los defensores de un periodismo ultraf¨¢ctico no se hayan dado cuenta de los verdaderos alcances de esta modificaci¨®n. Assange lo ha llamado, con cierta sorna, "periodismo cient¨ªfico". "Trabajamos con otros medios", dice, "para llevar las noticias a la gente, pero tambi¨¦n para probar que son verdad. El periodismo cient¨ªfico le permite leer una noticia, y despu¨¦s hacer clic en l¨ªnea para ver el documento original en que se basa. As¨ª puede juzgarla usted mismo: ?es aut¨¦ntica la historia? ?El periodista inform¨® correctamente?".
Wikileaks no tiene la vocaci¨®n ni los recursos para proponer un relato period¨ªstico tradicional. Pero como medio de informaci¨®n o intermediario de nuevo tipo contribuye sin duda al pacto de confianza sobre el que se funda el periodismo moderno: que los secretos, aun aquellos m¨¢s inc¨®modos, pueden ser revelados en nombre del inter¨¦s p¨²blico, y que la prensa exigir¨¢ al Gobierno que cumpla con el imperativo democr¨¢tico de transparencia o pague el precio por ocultar. Cierto: si Wikileaks existe, es tambi¨¦n porque la prensa tradicional no ha sabido -o no ha podido- garantizar la confidencialidad de sus fuentes. Pero ahora el intermediario ha acordado con sus informantes que estas exclusivas tendr¨¢n el mayor impacto posible, y ha cumplido. Su reciente alianza con importantes medios de prensa obedece a esa exigencia y marca un nuevo patr¨®n a tener en cuenta. Todos salen ganando. O casi.
No hay nada que no supi¨¦ramos: es lo que repiten una y otra vez aquellos que no se han tomado la molestia de leer, siquiera, una peque?a porci¨®n de los cables revelados. Simple ignorancia. Pero esta queja revela, en realidad, una perversa dependencia del sensacionalismo m¨¢s obvio; quienes as¨ª hablan quieren sangre, buscan esc¨¢ndalos con rostro humano, tormentas pol¨ªticas que encarnen los secretos revelados. Muchos de estos opinantes supuestamente esc¨¦pticos se comportan, en realidad, con las mismas expectativas que el Gobierno bolchevique cuando filtr¨® los tratados secretos de la I Guerra Mundial: son estos lectores, y no Wikileaks, los que rebajan el periodismo al "ajuste de cuentas".
Son chismorreos, no justifican el uso de la noci¨®n "inter¨¦s p¨²blico". Periodistas eminentes, como David Brooks o Christopher Hitchens, han reaccionado ante Wikileaks invocando privilegios de la diplomacia decimon¨®nica: el nivel de confianza se ver¨¢ comprometido, algunas cosas no deben exponerse, la privacidad y la inmunidad diplom¨¢tica son pilares de nuestra civilizaci¨®n... Aplican las razones de lo privado al marco de lo p¨²blico, y expresan una veneraci¨®n casi supersticiosa por un mundo cuya materia fundamental es la intriga. Hablan de diplomacia como Bouvard y P¨¦cuchet se refer¨ªan a un ¨¢bside rom¨¢nico o al duque de Angulema. Deber¨ªan remontarse m¨¢s atr¨¢s, a los Borgia o a la diplomacia veneciana del siglo XVI.
La confidencialidad diplom¨¢tica no desaparecer¨¢. Es parte del mundo civilizado, claro, pero es una convenci¨®n. Seguiremos pagando a los diplom¨¢ticos (no olvidemos que con nuestros impuestos) y ellos seguir¨¢n haciendo su trabajo, obteniendo informaci¨®n y tejiendo secretos. Por lo dem¨¢s, cualquier interesado en que se respete la Convenci¨®n de Viena debe exigir lo mismo al Gobierno norteamericano, que seg¨²n estos cables no ha sido demasiado escrupuloso al respecto. Como dec¨ªa el otro d¨ªa The Guardian: "Para que la santidad de la valija diplom¨¢tica signifique algo, debe ser un valor universal".
Es cierto que las naciones m¨¢s democr¨¢ticas son m¨¢s vulnerables a la exposici¨®n p¨²blica de sus secretos. Pero el secreto, realmente, nunca es total. Ning¨²n diplom¨¢tico que se respete cree en la confidencialidad absoluta. Lo que existe es informaci¨®n p¨²blica e informaci¨®n para uso gubernamental.
Lo siento por el sanctasanct¨®rum de la diplomacia, pero yo s¨ª creo que el p¨²blico tiene derecho a saber que China quiere rearmar a Ir¨¢n y a Corea del Norte. O que estuvo tras el ataque a Google. Que Ch¨¢vez y el narco financian a Daniel Ortega. Y que los m¨¦dicos cubanos en Venezuela viven en un infierno de vigilancia, extorsi¨®n y chantaje antes de emigrar a EE UU. En estos cables hay muchas opiniones, pero estos son hechos de inter¨¦s.
Voy a dejar a un lado argumentos del tipo "Assange es un peligroso anarquista", "Wikileaks es una organizaci¨®n terrorista", "estamos ante la cruzada personal de un megal¨®mano" o "Assange se aprovecha de la protecci¨®n de las democracias liberales, pero se niega a someterse a ellas". No inciden, creo, en la verdadera naturaleza del fen¨®meno que nos ocupa: el papel que ha jugado, y seguir¨¢ jugando Internet para definir las fronteras de la informaci¨®n leg¨ªtima.
Wikileaks es mucho m¨¢s que el Cablegate. Lleva a?os creando una reputaci¨®n y tratando de garantizar su independencia. Mientras hablaban de Kenia y de Timor Oriental, pocos se preocuparon por su deontolog¨ªa. Ahora la filtraci¨®n es a otra escala, y las exigencias nos obligan a meditar este asunto con la dosis precisa de responsabilidad y realismo, pero, sobre todo, con la convicci¨®n de que una sociedad abierta nunca debe castigar el acceso a la verdad.
Ernesto Hern¨¢ndez Busto es ensayista (premio Casa de Am¨¦rica 2004). Desde 2006 edita el blog de asuntos cubanos Pen¨²ltimosD¨ªas.com | Comenta esta noticia en Eskup | La mayor filtraci¨®n de la historia | Preguntas y respuestas | Ir al especial
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