No es cosa m¨ªa
Me apresuro a hablarles del libro Mal consentido (Alianza), de Aurelio Arteta, pues en vista del caso que los medios de comunicaci¨®n hacen al ensayo serio corre el peligro de pasar desapercibido. Trata de uno de los problemas ¨¦ticos menos acad¨¦micamente estudiados y sin embargo de mayor relevancia: no el caso de los que cometen las agresiones y cr¨ªmenes ni el de las v¨ªctimas que los padecen, sino el de quienes asisten a esas fechor¨ªas sin evitarlas e incluso desentendi¨¦ndose de ellas. Como dice en resumen el subt¨ªtulo del libro, "la complicidad del espectador indiferente". El estudio del profesor Arteta es preciso y minucioso: analiza las actitudes ante el mal de quienes no lo consideran cosa suya a pesar de que su proximidad les salpique, las diversas disculpas para escurrir el bulto, la responsabilidad de quienes no responden, el deber de no minimalizar c¨®modamente nuestros deberes y hasta en ocasiones el deber de ir m¨¢s all¨¢ del deber. En el fondo, toda la obra se condensa en lo que ya se nos dijo y pocos escucharon: para que los malvados cometan las peores atrocidades basta con una sola y simple cosa, que las buenas personas no hagan nada.
Arteta analiza la responsabilidad de quienes no responden
En el libro se manejan referencias cl¨¢sicas a las tragedias del siglo XX, desde el exterminio llevado a cabo por los nazis a los campos de concentraci¨®n sovi¨¦ticos (es especialmente interesante la pol¨¦mica con la idea de Hannah Arendt acerca de la "banalidad del mal"). Pero aunque apenas tenga menciones expl¨ªcitas, es evidente como trasfondo pr¨®ximo y motor de la indagaci¨®n lo ocurrido en las ¨²ltimas d¨¦cadas en el Pa¨ªs Vasco: un drama que Aurelio Arteta conoce precisamente muy bien, porque ¨¦l es uno de los que desde hace muchos a?os decidi¨® no rehuirlo, implic¨¢ndose con todas las consecuencias, tanto te¨®rica como pr¨¢cticamente.
Por eso hoy, cuando parece avistarse el final de la violencia etarra y se afrontan las consecuencias pol¨ªticas y sociales que puede implicar, esta obra tiene una relevancia muy oportuna para quienes se atrevan a pensar el asunto a fondo y no se limiten a los subterfugios de la coyuntura. Efectivamente, en el Pa¨ªs Vasco y en Espa?a entera se ha dado un fen¨®meno social de inhibici¨®n y adormecimiento moral ante el terrorismo y sus consecuencias, personales e institucionales. Se han cerrado los ojos o se ha desviado la mirada, a veces con alambicadas coartadas ideol¨®gicas, no solo ante tantos asesinatos, coacciones, extorsiones, p¨¦rdida de derechos civiles y de libertad de expresi¨®n, exilios forzosos de amenazados, etc¨¦tera, sino tambi¨¦n ante ocasionales perversiones del Estado de derecho por quienes deb¨ªan defenderlo, en forma de torturas, malos tratos o guerra sucia. Sin duda, no son equivalentes ni se trata del enfrentamiento de dos monstruos semejantes, por un lado ETA y por otro el Estado democr¨¢tico, como ahora quisieran hacernos creer algunos para lograr en la opini¨®n p¨²blica un empate que enmascare el fracaso de las armas criminales que han apoyado hasta ayer mismo. Pero no por ello es menos urgente una reflexi¨®n c¨ªvica y ¨¦tica de verdadero alcance, no por masoquismo, sino para que se logre en la medida de lo posible -la tragedia lo es porque nunca se repara del todo- una regeneraci¨®n aut¨¦ntica de la convivencia da?ada.
Que los pol¨ªticos hagan su trabajo, que las instituciones democr¨¢ticas se mantengan como ¨²nico e inmodificable ¨¢mbito del juego pol¨ªtico del futuro: desde luego. Pero en este momento en que el entorno de Batasuna y del nacionalismo radical hacen tanto gasto para conquistar el espacio p¨²blico, la esfera social, se echan de menos movimientos c¨ªvicos en el Pa¨ªs Vasco que les disputen el campo con los principios pol¨ªticos que salieron a la calle hace una d¨¦cada logrando el comienzo del fin del terrorismo.
Babelia
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