Normalizar la excepci¨®n
El Gobierno Zapatero hab¨ªa incorporado a su curr¨ªculum el dudoso ¨¦xito de ser el primer Gobierno democr¨¢tico espa?ol en decretar el estado de alarma. Pod¨ªa pensarse que este era un empe?o m¨¢s propio de Fraga o de Aznar. Pues no, ha sido Zapatero el que ha desbrozado el camino de las medidas de excepci¨®n. El presidente ha decidido ir todav¨ªa m¨¢s lejos: con la pr¨®rroga se propone convertir la excepci¨®n en normalidad. Y utilizarla como lo que nunca puede ser: un instrumento preventivo. Dos pasos m¨¢s propios de la cultura pol¨ªtica autoritaria que de la democr¨¢tica.
Las constituciones reservan la legislaci¨®n de excepci¨®n para circunstancias muy extremas, desde cat¨¢strofes naturales hasta amenazas muy graves para la seguridad. No hay en toda Espa?a un solo lugar en que ocurra algo que se pueda catalogar dentro de las situaciones de excepci¨®n. De hecho, la ¨²nica verdadera y dram¨¢tica excepcionalidad que hay en este pa¨ªs es una tasa del 20% de paro. Y no ha sido esta la que ha provocado el estado de alarma. Prorrogar una medida de excepci¨®n porque, seg¨²n dice el Gobierno, no se ha alcanzado todav¨ªa la plena normalidad en los aeropuertos es una barbaridad. Con este precedente, se podr¨ªa declarar el estado de alarma cada vez que la conflictividad social lleve a una paralizaci¨®n del metro de una ciudad, del transporte por carretera o del tren. El Ejecutivo tiene la obligaci¨®n de resolver los conflictos laborales con la negociaci¨®n por muy cafres que sean los colectivos con los que se enfrente. Pod¨ªa discutirse la apelaci¨®n al estado de alarma ante una huelga salvaje tan perjudicial -y sin aviso- como la de los controladores en vigilias del puente de la Constituci¨®n. Pero, desde luego, no tiene pase su pr¨®rroga en una situaci¨®n de normalidad como la actual y sobre la base de la simple sospecha de que los controladores podr¨ªan volver a las andadas.
Usar el estado de alarma como arma preventiva viola la idea constitucional sobre la excepci¨®n
El Gobierno cort¨® un movimiento muy impopular con una jugada aparentemente bien calculada que ahora le puede pasar factura. Se sinti¨® en sinton¨ªa con la ciudadan¨ªa despu¨¦s de mucho tiempo de desencuentros. Y ha pensado que la impopularidad de los controladores da v¨ªa libre para seguir marcando puntos. Calmada la situaci¨®n, la excepcionalidad sobra. La pr¨®rroga pone de manifiesto la debilidad del Gobierno: no es capaz de garantizar la normalidad aeroportuaria en las vacaciones de Navidad. Y este es su fracaso, que trata de encubrir con instrumentos excepcionales. Zapatero ha cre¨ªdo que la impopularidad de los controladores obligar¨ªa a los dem¨¢s partidos a apoyar incondicionalmente el estado de alarma. Se ha equivocado, porque el gesto delataba debilidad y la oposici¨®n no pod¨ªa desaprovechar la oportunidad.
?Qu¨¦ har¨¢ ahora el Gobierno cuando aparezcan otros conflictos impopulares en el pa¨ªs? Los habr¨¢, sin duda, como corresponde a un momento en que, con la crisis, se est¨¢n a punto de superar todos los umbrales de la desigualdad sostenible en la sociedad espa?ola. ?Va a organizar Zapatero un estado de alarma contra cada colectivo? El PP cre¨® el l¨ªo, d¨¢ndoles a los controladores todo y m¨¢s. El PSOE ha tenido seis a?os para resolverlo y ha sido incapaz. Ahora, opta por una v¨ªa extraordinaria que nadie os¨® utilizar ni siquiera en los momentos de m¨¢s brutal ofensiva de ETA. Este pa¨ªs va a pagar caro el recurso al estado de alarma. Primero, porque ha sentado el precedente: a cualquier otro Ejecutivo le ser¨¢ mucho m¨¢s f¨¢cil dar el paso. A la derecha espa?ola, con la carga tan reaccionaria que lleva encima, le han allanado el camino para el futuro. Segundo, porque con la opci¨®n autoritaria ocurre como con la droga: que la dosis se hace r¨¢pidamente peque?a y todos quieren m¨¢s: el que toma la decisi¨®n y la ciudadan¨ªa que la recibe. Si as¨ª se despach¨® a los controladores, ?por qu¨¦ no se puede hacer igual con cualquier otro colectivo inc¨®modo?
En medio de la deriva conservadora que vive el continente, el Gobierno no ha querido ser menos. Normalizar la excepci¨®n es incompatible con la idea de democracia, que es precisamente un r¨¦gimen en que la excepci¨®n solo cabe en circunstancias muy extraordinarias. Convertirla en arma preventiva es directamente una violaci¨®n de la propia idea constitucional de excepci¨®n, que se legitima en lo que ha ocurrido, no en lo que hipot¨¦ticamente pudiera ocurrir. Si el Gobierno sospechaba de los controladores ?por qu¨¦ no impuso al estado de alarma antes de la huelga salvaje? Porque sab¨ªa perfectamente que no era posible. Ahora, tampoco.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.