Destrozonas
En Historia y sistema, Le Roy Ladurie explica c¨®mo la incidencia negativa de una variable, recurrentemente el clima, puede generar desabastecimiento y de ah¨ª perturbaciones sociales y pol¨ªticas. Es un efecto domin¨®, cuyo abanico de consecuencias oscil¨® entre la salida revolucionaria, como en Francia 1789 tras la convergencia de la crisis financiera del Estado y de la hambruna precedente, o en Rusia 1917, y la reacci¨®n violenta susceptible de desembocar en estallidos sociales sin ma?ana (motines de subsistencias). En cualquier caso, la crisis econ¨®mica desnuda la fragilidad de un sistema y en las sociedades contempor¨¢neas nada mejor que la formaci¨®n de los fascismos para probarlo. Hasta hoy. Las manifestaciones cada vez m¨¢s intensas de xenofobia, cuya muestra m¨¢s reciente ser¨ªan las palabras de Marine Le Pen comparando los rezos de musulmanes en la calle con la ocupaci¨®n de Francia por las tropas alemanas, se sit¨²an inequ¨ªvocamente en esa direcci¨®n.
El comportamiento del PP en la huelga de controladores es desestabilizador
En ese marco de crispaci¨®n, la p¨¦rdida de legitimidad del Estado de derecho interviene en un proceso circular donde la misma es al tiempo producto de la crisis y factor de agudizaci¨®n de la misma. A veces es un determinado Gobierno el que se constituye en agente de desestabilizaci¨®n y de desprestigio. Caso de Berlusconi en Italia, con su mezcla de aspiraciones autoritarias, obsesiones sexuales bordeando la corrupci¨®n de menores y prostituci¨®n de la democracia mediante el monopolio ejercido sobre la comunicaci¨®n y la compra descarada de votos en el Parlamento.
En otras circunstancias, puede tocar a la oposici¨®n el papel desestabilizador, cuando prevalece en sus actuaciones el ansia de poder sin tener en cuenta los perjuicios para todo el pa¨ªs generados por esa prioridad. En Espa?a, ser¨ªa el caso del comportamiento del PP en el reciente episodio de la huelga salvaje de los controladores. La pauta fue trazada desde el primer comentario: condena sucinta de entrada, para a continuaci¨®n lanzar una cascada de acusaciones contra el Gobierno por su ineficacia y su imprevisi¨®n. Luego lleg¨® la distribuci¨®n de papeles entre un Rajoy discreto, atento formalmente al inter¨¦s general, y una marea de descalificaciones dirigida desde todos los medios de prensa y audiovisuales del ¨¢rea PP contra Zapatero y Blanco, con la responsabilidad de los controladores y de los enormes perjuicios que su conducta ilegal caus¨® al pa¨ªs en segundo plano. Am¨¦n de ofrecer constantemente sus tribunas a los voceros de USCA, el sindicato de los controladores, para que exhibiesen su pesar y las razones para el paro general espont¨¢neo, provocado por las tropel¨ªas del Gobierno. De culpables a v¨ªctimas.
Asistimos a una intens¨ªsima campa?a de intoxicaci¨®n que ha logrado invertir las im¨¢genes en la opini¨®n p¨²blica, olvidando conscientemente la constitucionalidad y la pertinencia del estado de alarma ante la "paralizaci¨®n de servicios p¨²blicos esenciales para la comunidad" (ley org¨¢nica 4/1981). Cual si fueran m¨¢scaras destrozonas de la democracia. Para rematar, avalan un comunicado, supuesta garant¨ªa de futura normalidad, cuando parte de la falacia de proclamar que todo controlador tuvo siempre voluntad de cumplir sus deberes profesionales y actuar legalmente. Ninguna autocr¨ªtica, los 600.000 pasajeros se habr¨ªan bloqueado solos. ?Qu¨¦ seguridad ofrece entonces la imprecisa voluntad de "continuidad de la prestaci¨®n"? Conclusi¨®n: un partido de orden ofrece la plataforma para justificar la acci¨®n desestabilizadora de un colectivo.
Y el impulso desestabilizador de las pol¨ªticas de derecha repercute en el otro extremo, fomentando un auge del izquierdismo violento que se manifiesta por doquier en Europa. Sin hablar del 29-S barcelon¨¦s o de las protestas contra Sarkozy, hemos visto c¨®mo a la tramposa victoria parlamentaria de Berlusconi respondi¨® de inmediato una explosi¨®n de guerrilla urbana en las calles de Roma, protagonizada por grupos de j¨®venes con t¨¢cticas propias del radicalismo antiglobalizaci¨®n. El uso de cascos y escudos en la misma nos devuelve a Espa?a, ya que ha sido propuesto entre nosotros sobre el patr¨®n italiano por j¨®venes l¨ªderes que al modo del filme La ola promueven un tinglado totalitario de control de un espacio (centros universitarios), colaboraci¨®n con reg¨ªmenes antidemocr¨¢ticos (transici¨®n espa?ola no, Ch¨¢vez s¨ª) y acciones p¨²blicas no violentas (romper la vitrina de un banco, amordazar la libre expresi¨®n, escudos y cascos, no son para ellos violencia). Gracias a Internet, podemos convertirnos, You Tube mediante, en espectadores de actos gloriosos de estas nuevas destrozonas solanescas, tales como el episodio de la conferencia machacada a Rosa D¨ªez (ver Rosa D¨ªez visita...), con neutralidad inefable de la autoridad acad¨¦mica, o admirar su programa de "defender la alegr¨ªa y organizar la rabia" desde el contrapoder. Talmente La ola. Signo de tiempos duros: atisbos de fascismo.
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