Al rescate de la justicia
Pilar de la Oliva Marrades es la nueva presidenta del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de la Comunidad Valenciana y en su toma de posesi¨®n el lunes pasado formul¨® un compromiso muy pertinente y alentador. "Luchar, dijo, por una justicia mejor, m¨¢s r¨¢pida y m¨¢s eficaz". Qu¨¦ menos se puede decir en tan solemne ocasi¨®n. Sin embargo, el prestigio y la experiencia que le avalan garantizan que pondr¨¢ en ello todo su empe?o y que movilizar¨¢ la colaboraci¨®n del estamento judicial, en el que ya se percibe -o eso hemos pulsado- una muy positiva valoraci¨®n del relevo en esa alta instancia. Pero m¨¢s que eso necesitar¨¢ para llevar a buen fin tan arduo prop¨®sito, pues son proverbiales los obst¨¢culos a remover.
Por un lado, y como es sabido, la situaci¨®n de la justicia valenciana en punto a la escasez de recursos materiales y personales es lamentable, por describirla sin dramatismo. A principios del a?o que acaba y a este respecto, el decano de los jueces de Valencia, Pedro Viguer, no se anduvo con melindres y calific¨® de "negro" el panorama como consecuencia de la falta de inversiones en plantillas y equipos inform¨¢ticos, en contraste con el desbocado incremento de la actividad judicial a ra¨ªz de la crisis econ¨®mica. El riesgo del colapso no era desde?able. Juzgados hubo y hay que hasta sin folios ni presupuesto se quedaron. A?¨¢dase a ello los incumplimientos de la Generalitat para con la oficina judicial y la mortificante ruina en la que est¨¢n sumidas las finanzas auton¨®micas, lo que quiere decir que poco o nada hay que esperar por ese lado para enmendar los d¨¦ficit y aliviar sobrecargas de trabajo. "Estar a la altura de las circunstancias", como prometi¨® la presidenta, requerir¨¢ verdadera abnegaci¨®n.
De otro lado, o acaso como prolongaci¨®n del mismo, la justicia valenciana, y el Tribunal Superior como su faro m¨¢s visible, tendr¨¢ que emitir las se?ales adecuadas para recuperar el cr¨¦dito perdido y contribuir en la mayor medida a sanear este clima generalizado de impunidad y hasta de cachondeo judicial -si se nos permite la ligereza- que se ha instalado en una Comunidad, como ¨¦sta, asolada por la corrupci¨®n y perpleja, cuando no escandalizada, por resoluciones pintorescas -c¨®mo no evocar al "tribunal con encanto" presidido por Juan Luis de la R¨²a-, juzgados convertidos en pasarelas de jueces y fiscales -?cu¨¢ntos de ellos han sorteado, eterniz¨¢ndolo, el embolado judicial del castellonense Carlos Fabra?-, o saqueos de los dineros p¨²blicos mediante tramas organizadas y gobernantes imputados de cohechos propios e impropios, activos o pasivos.
No deber¨ªa encomend¨¢rsele a los tribunales la funci¨®n y responsabilidad que en buena parte concierne a los partidos pol¨ªticos, especialmente a los mayoritarios y, en singular, al que viene siendo hegem¨®nico -decimos del PP, obviamente-, convertido en una gusanera de corruptos. No es sorprendente que los ciudadanos los tengan en tan baja estima a la vista de cu¨¢n impotentes se muestran para disciplinar a tantos de sus miembros m¨¢s notables, a no pocos de los cuales incluso amparan y hasta promueven a pesar de ser unos meros chorizos. En tales condiciones es l¨®gico que la ciudadan¨ªa conf¨ªe en que, a pesar de los pesares, sean los jueces quienes restauren el imperio de la ley y nos protejan de esta prolongada cleptocracia. La nueva e intr¨¦pida presidenta del TSJ se ha puesto a ello.
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