La deuda del marqu¨¦s de Villaverde
Una mujer reclama a la familia Franco que cumpla lo prometido por el doctor Mart¨ªnez Bordi¨² a su madre tras la muerte de su padre, primer trasplantado de coraz¨®n en Espa?a
En el bolsillo del abrigo que el fontanero Juan Alfonso Rodr¨ªguez Grill¨¦ dej¨® colgado en la habitaci¨®n del hospital La Paz, en Madrid, su viuda encontr¨® una nota doblada que, despu¨¦s de 42 a?os, la hija del difunto todav¨ªa lleva a todas partes en el monedero. "No tires", hab¨ªa escrito, precavido, en el env¨¦s blanco del papel un rato antes de entrar en el quir¨®fano para convertirse en el primer trasplantado de coraz¨®n de Espa?a. Despu¨¦s de mantener una conversaci¨®n en privado con Crist¨®bal Mart¨ªnez Bordi¨² y terminar dando permiso para la intervenci¨®n, Rodr¨ªguez Grill¨¦ adivin¨® lo que le esperaba. Pidi¨® la extremaunci¨®n, reclam¨® ver a su ni?a, de nueve meses, por ¨²ltima vez, y dej¨® doblada su voluntad en la prenda de lana. "Estrella", le escrib¨ªa a su mujer, "cobras la liquidaci¨®n de la empresa (...). Llevas la llave que est¨¢ en los pantalones. El abrigo m¨ªo se lo das a pap¨¢. No tengas miedo, Dios te dejar¨¢ criar la ni?a (...). Si puedes aguantarte en Madrid, mejor (...) Har¨¦is la promesa al Cerro de los ?ngeles y escribid al Papa (...) Una monta?a de besos y abrazos, Juan".
"El marqu¨¦s le asegur¨® a mi madre que se har¨ªa cargo de mi 'porvenir' y mis estudios"
"Estas no son las palabras de un hombre con esperanzas. Mi padre sab¨ªa que iba a morir, y muri¨® por m¨ª", comenta con la nota plastificada en la mano Mar¨ªa Jes¨²s Rodr¨ªguez Boga, aquel beb¨¦ que ahora es madre de un chico y cuida todav¨ªa a su progenitora, impedida y desquiciada por la mala vida que le toc¨® vivir. Ella, y el resto de la familia de Juan Rodr¨ªguez Grill¨¦, en el despacho del marqu¨¦s de Villaverde, yerno de Franco, se hab¨ªa opuesto a la operaci¨®n que finalmente tuvo lugar en La Paz en la madrugada del 18 de septiembre de 1968. Era la gran noticia del R¨¦gimen en aquel momento, y por el vest¨ªbulo del centro hospitalario deambulaban medio centenar de periodistas espa?oles y extranjeros. Solo hab¨ªan pasado nueve meses desde que el cirujano Christiaan Barnard lograse el primer trasplante de coraz¨®n en Ciudad del Cabo (Sud¨¢frica, )y si sonaba la flauta con el fontanero natural de Padr¨®n, la dictadura espa?ola se apuntar¨ªa un tanto a ojos de todo el planeta.
No quer¨ªan la operaci¨®n ni la familia del receptor ni la de la donante, Aurelia Isidro, una vecina de Meco (Madrid), que lleg¨® en coma a la cl¨ªnica despu¨¦s de ser atropellada por un cami¨®n. Pero, al final, los unos y los otros, todos de condici¨®n muy humilde, cedieron. "Han hecho ustedes por Espa?a m¨¢s de lo que piensan", les lleg¨® a comentar el director del centro m¨¦dico. Era un servicio a la patria. A cambio, la Seguridad Social les garantizaba el pago (sin flores) de los sepelios, y el doctor Mart¨ªnez Bordi¨² se compromet¨ªa a velar por el futuro de los hijos, cuatro en el caso de la mujer muerta tras su ingreso y una sola en el del trasplantado.
Despu¨¦s de permanecer callada durante cuatro d¨¦cadas, Mar¨ªa Jes¨²s Rodr¨ªguez ha iniciado los tr¨¢mites para reclamar por v¨ªa judicial a los herederos del cirujano que salden de manera p¨®stuma la deuda supuestamente contraida aquel d¨ªa por Mart¨ªnez Bordi¨² con ella y con su madre y que guarda, asegura, plasmada por escrito en su casa de Carabanchel. "Mi abogado me ha dicho que esto no prescribe, y a m¨ª me hierve la sangre cada vez que veo en las revistas el tren de vida que lleva la hija de ese matasanos, que se quiso colgar la medalla y pasar a la historia a costa de mi padre", denuncia. "El marqu¨¦s de Villaverde le asegur¨® a mi madre, literalmente, que se har¨ªa cargo de mi 'porvenir' y mis 'estudios", afirma, y en la rueda de prensa que dio en el hospital para hacer p¨²blico que el paciente hab¨ªa muerto, despu¨¦s de sobrevivir 27 horas con un coraz¨®n ajeno, "el yern¨ªsimo" anunci¨® que ser¨ªa el Ministerio de Trabajo el que cumplir¨ªa con los compromisos.
Pero las ayudas prometidas jam¨¢s llegaron a materializarse. Rodr¨ªguez Grill¨¦ fue enterrado en un nicho del cuartel 204 de La Almudena, es cierto que a cargo de la Seguridad Social, en presencia de un pu?ado de familiares y unos cuantos reporteros, pero despu¨¦s pas¨® un a?o entero antes de que su viuda "pudiese pagar" de su bolsillo "un recibo de la luz". Mientras tanto, la cr¨ªa y ella, que hab¨ªa emigrado hac¨ªa dos a?os tras los pasos de su marido desde Escravitude (Padr¨®n) a Madrid, fueron sobreviviendo. Con el tiempo, y por aquello de que su esposo le hab¨ªa pedido que aguantase en la capital, consigui¨® emplearse fregando escaleras, y as¨ª sac¨® adelante a la ni?a. En una ocasi¨®n, en 1971, se dirigi¨® por carta a Trabajo recordando el compromiso y pidiendo que se le gestionase una plaza en un colegio p¨²blico. "No hubo contestaci¨®n" y la peque?a termin¨® estudiando en uno concertado con las monjas.
"En la foto que guardo de antes de la operaci¨®n, mi padre tiene m¨¢s cara de salud que yo", protesta Rodr¨ªguez Boga, que no da cr¨¦dito a los partes m¨¦dicos que empujaron a su padre a arriesgarse con el trasplante y que luego "valieron al marqu¨¦s para justificar la muerte" sin perjudicar su autoridad profesional. A Juan Rodr¨ªguez, que desde entonces tiene una calle en su tierra (aunque, antes de su muerte, a quien se la quer¨ªan conceder las autoridades locales era a Mart¨ªnez Bordi¨²), le hab¨ªan extirpado el bazo a los 28 a?os. Le intervino un m¨¦dico de Santiago, el mismo que le volvi¨® a operar una ¨²lcera a los 34.
Lo del bazo es un mal hereditario, a varias generaciones de la misma familia, incluido su nieto, se lo han tenido que quitar. Pero despu¨¦s se recuper¨®, se ech¨® novia en el pueblo y march¨® a buscarse la vida a Madrid. Hab¨ªa sido listero en una constructora, macero municipal en Padr¨®n, conserje de la delegaci¨®n local del Frente de Juventudes. Era un cat¨®lico empedernido. Una vez emigrado se coloc¨® en una empresa de fontaner¨ªa. Luego muri¨® su madre, atropellada por un trailer, igual que la donante. Se deprimi¨® y volvieron los achaques. En La Paz, a fines de 1967, con 41 a?os, le diagnosticaron una insuficiencia hep¨¢tica que, seg¨²n la prensa de la ¨¦poca, acab¨® provoc¨¢ndole taquicardias.
Coincidiendo con la intervenci¨®n, Marius, el hermano de Christiaan Barnard, procedente de Sud¨¢frica, hac¨ªa escala en Madrid y el marqu¨¦s de Villaverde aprovech¨® para invitarlo a cenar. Mart¨ªnez Bordi¨² hab¨ªa intentado por activa y por pasiva entablar una estrecha relaci¨®n con el famoso cirujano y aquel era un paso importante. Al fin, lograr¨ªa traerlo siete a?os despu¨¦s, cuando Franco se apagaba. Los dos m¨¦dicos se fueron de cacer¨ªa.
Con Marius Barnard de visita en La Paz, horas despu¨¦s de aquella operaci¨®n card¨ªaca y nocturna, el marqu¨¦s, jefe de cirug¨ªa tor¨¢cica en el hospital, confirmaba a los medios congregados que la intervenci¨®n hab¨ªa sido "un ¨¦xito". "El enfermo se encuentra en franca mejor¨ªa, en un estado estacionario, pero tirando a mejor", abund¨® el autor del experimento cl¨ªnico. Despu¨¦s dej¨® caer: "Las 16 o 17 horas que lleva viviendo con el coraz¨®n nuevo representan un triunfo para cualquier m¨¦dico".
Pero cuando se cumplieron las 27 horas del trasplante, y despu¨¦s de que la prensa protagonizase una sentada ante el centro m¨¦dico en protesta por la falta de informaci¨®n, tuvo que anunciar la muerte de Juan Rodr¨ªguez. "El paciente era un caso perdido", se justific¨® el yerno del General¨ªsimo despu¨¦s de declararse "desolado". Seg¨²n el parte oficial, el hombre llevaba horas sin producir orina y hab¨ªa muerto por "complicaciones extra-card¨ªacas": una insuficiencia renal.
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