La flor de los secretos
El secreto exige singularidad. Debe ser una excepci¨®n. Sin publicidad no hay secreto. Cuando nadie tiene posibilidad alguna de conocer c¨®mo funciona un Gobierno ya no hay secretos porque el propio sistema es un secreto inextricable. Cuando todo es secreto no existen secretos singulares ni la posibilidad de revelarlos. El r¨¦gimen opaco genera la reivindicaci¨®n de transparencia, la gl¨¢snost de Mija¨ªl Gorbachov con la que abri¨® el r¨¦gimen sovi¨¦tico. Queremos conocer los secretos porque vivimos en reg¨ªmenes que predican de s¨ª mismos la transparencia.
Todo lo que es exagerado es insignificante, dice la sentencia atribuida a Talleyrand, el m¨¢s camale¨®nico y maquiav¨¦lico de los pol¨ªticos que dio la Revoluci¨®n Francesa. Lo dijo para ensalzar la expresi¨®n moderada de los sentimientos y de las ideas. Era una lecci¨®n de ret¨®rica pol¨ªtica. Pero su sentencia vale tambi¨¦n en una aproximaci¨®n estrictamente cient¨ªfica, de estricta teor¨ªa probabil¨ªstica de la informaci¨®n. El exceso, la exageraci¨®n, mata la significaci¨®n. Demasiado impuesto mata el impuesto: estimula el fraude. Vale tambi¨¦n para nuestro caso. Descartado el r¨¦gimen de la total opacidad, demasiado secreto mata el secreto.
Es lo que ha sucedido con las filtraciones de Wikileaks. M¨¢s de dos millones y medio de funcionarios tienen acceso en Estados Unidos a informaciones clasificadas, fuera del alcance del p¨²blico. Se ha estimado a ojo de enorme cubero que diariamente la Administraci¨®n y sus agencias pueden fabricar unos 30.000 secretos. Las tecnolog¨ªas digitales han incrementado el volumen de la documentaci¨®n reservada, pero a la vez tambi¨¦n se ha incrementado el acceso de los funcionarios a los documentos y la posibilidad de que se produzcan fugas. El alcance de las filtraciones se amplifica gracias al correo electr¨®nico, a la posibilidad de copiar, almacenar y comprimir informaci¨®n en enormes cantidades y a la utilizaci¨®n de buscadores potent¨ªsimos capaces de rastrear y escanear cualquier documento a su alcance.
Wikileaks ense?a muchas cosas, pero la m¨¢s notable quiz¨¢s es que hay que definir de nuevo y acotar la calidad y la cantidad de los secretos. Todos podemos entender que los Gobiernos mantengan en secreto algunas informaciones sensibles. Pero es dif¨ªcil aceptar que la actividad pol¨ªtica se organice en un mundo paralelo basado en el secreto, que nada tiene que ver luego con su expresi¨®n p¨²blica. La transparencia perfecta no pertenece al reino de este mundo. Pero si no se pueden evitar los secretos, que sean los menos posibles. Si se quiere que se mantengan en secreto, que est¨¦n en pocas manos. Y si finalmente se desea salvar los muebles, deber¨¢ ser siempre bajo un escrupuloso control de su conveniencia y su legalidad.
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