Inc¨®gnitas de 2011
El a?o 2010 est¨¢ llegando a su fin y, a pesar del perenne pesimismo reinante en grandes ¨¢reas de la profesi¨®n econ¨®mica, ha sido bastante mejor de lo esperado. El debate econ¨®mico ha estado dominado por varios paradigmas que han contribuido a crear la narrativa de la crisis y sus consecuencias. Por un lado, la convicci¨®n de que las recesiones derivadas de crisis financieras son necesariamente diferentes de las recesiones normales, o que la econom¨ªa mundial no podr¨ªa aislarse de la evoluci¨®n de EE UU y, por tanto, la recuperaci¨®n en todo el mundo seria bastante d¨¦bil. Por otro lado, la necesidad pol¨ªtica de convencer a la poblaci¨®n de que los causantes de la crisis -el sector financiero- paguen su deuda con la sociedad y as¨ª se reducir¨¢ el riesgo moral y se evitar¨¢n crisis futuras. Las consecuencias de esta narrativa se ven claras en la actitud de muchos Gobiernos y bancos centrales, concentrados en potenciar la recuperaci¨®n al m¨¢ximo para evitar una repetici¨®n de la d¨¦cada perdida japonesa y en reformar las instituciones financieras y los mecanismos de gobierno econ¨®mico para minimizar el riesgo moral. Esta minimizaci¨®n del riesgo moral, sin embargo, es incompatible en gran medida con la potenciaci¨®n de la recuperaci¨®n, como estamos viendo en Europa. A esto se une una gran dicotom¨ªa de la econom¨ªa mundial: las ¨¢reas donde se gest¨® la crisis o donde la vulnerabilidad era m¨¢s pronunciada -los pa¨ªses con alto apalancamiento, ya sea publico o privado, como EE UU, Reino Unido o la periferia europea- han experimentado una recesi¨®n profunda y una recuperaci¨®n bastante suave. Sin embargo, los pa¨ªses que sufrieron la onda expansiva de la crisis y que ten¨ªan un nivel de endeudamiento m¨¢s saneado -por ejemplo la mayor¨ªa de los mercados emergentes y pa¨ªses desarrollados como Canad¨¢ o Australia- han experimentado una recesi¨®n mucho m¨¢s suave y una recuperaci¨®n m¨¢s robusta. Esta dicotom¨ªa crea un problema de muy dif¨ªcil soluci¨®n, ya que la estrategia de pol¨ªtica econ¨®mica de ambas zonas es claramente incompatible. Si a esto se une un panorama pol¨ªtico dif¨ªcil, con Gobiernos muy fr¨¢giles en los pa¨ªses m¨¢s afectados y escaso liderazgo pol¨ªtico, es f¨¢cil concluir que el a?o entrante presenta varias ecuaciones econ¨®micas de dif¨ªcil resoluci¨®n.
Europa se enfrenta a una de sus peri¨®dicas crisis existenciales con tremenda fragilidad pol¨ªtica
Los mercados emergentes han demostrado que, a lo largo de las d¨¦cadas pasadas, han saneado sus econom¨ªas y han sido capaces de crear marcos de pol¨ªtica econ¨®mica robustos que les han permitido, por primera vez, capear el temporal de manera muy eficaz. A diferencia de crisis pasadas, donde los emergentes r¨¢pidamente sufr¨ªan contagio y se ve¨ªan obligados a adoptar pol¨ªticas proc¨ªclicas que agravaban la crisis, en este episodio han podido relajar las pol¨ªticas monetarias y fiscales para as¨ª minimizar el impacto recesivo del shock. Esto les ha permitido generar la demanda dom¨¦stica suficiente para compensar la ca¨ªda de las exportaciones -y, de paso, animar la econom¨ªa de pa¨ªses exportadores como Alemania, Jap¨®n o Suecia-. Sin embargo, esta fortaleza econ¨®mica ha llevado a muchas de estas econom¨ªas a operar al l¨ªmite de su potencial, generando tensiones inflacionistas y un problema diametralmente opuesto al de la mayor¨ªa de los pa¨ªses avanzados, a¨²n preocupados con una reca¨ªda. Los intensos flujos de capital que est¨¢n recibiendo los mercados emergentes suponen un dilema a?adido para los bancos centrales de la regi¨®n, que est¨¢n optando por no subir los tipos de inter¨¦s demasiado para evitar atraer a¨²n m¨¢s capital y est¨¢n tratando de contener la inflaci¨®n de activos a base de controles de capital y medidas macroprudenciales. Esta es una estrategia acorde con la narrativa de la crisis -las burbujas se hubieran evitado si el control macroprudencial hubiera sido m¨¢s intenso y eficaz-, pero que nunca se ha experimentado a gran escala y que, por tanto, supone una fuente de incertidumbre.
Europa se enfrenta a una de sus peri¨®dicas crisis existenciales con tremenda fragilidad pol¨ªtica. La receta para la resoluci¨®n de la crisis es relativamente sencilla: la zona euro necesita fijar un mecanismo de seguro que proteja a sus miembros contra shocks asim¨¦tricos. Cuando se cre¨® la zona euro se pensaba que un presupuesto equilibrado ser¨ªa suficiente para gestionar shocks de la magnitud experimentada durante la Gran Moderaci¨®n y, por tanto, se renunci¨® a la creaci¨®n del mecanismo de seguro para evitar el debate sobre el federalismo fiscal. La crisis ha revelado que ante shocks de gran magnitud el presupuesto equilibrado no es suficiente y hace falta un mecanismo de seguro. Este mecanismo deber¨ªa funcionar como el FMI, capacitado para proporcionar l¨ªneas de cr¨¦dito y pr¨¦stamos, con muchas condiciones, a los pa¨ªses con problemas y deber¨ªa ser el embri¨®n de una futura agencia de deuda europea que gestione una parte (no toda, para as¨ª mantener los incentivos fiscales correctos en el plano nacional) de las necesidades de financiaci¨®n de todos los pa¨ªses de la zona euro. Esta deuda europea reducir¨ªa el coste de financiaci¨®n para todos los pa¨ªses europeos -incluyendo a Alemania, ya que se reducir¨ªa la prima de liquidez- y, al crear un mercado l¨ªquido y profundo de deuda europea, aumentar¨ªa el atractivo del euro como moneda de reserva. Las ventajas son m¨²ltiples -pero parece que algunos l¨ªderes europeos no tienen a¨²n la fortaleza o la capacidad pol¨ªtica para comunicar a sus electores que la zona euro debe avanzar hacia una uni¨®n fiscal y que este mecanismo de seguro es necesario, tanto ahora para resolver de una vez esta crisis como para completar de manera permanente la infraestructura econ¨®mica de la zona euro.
EE UU se enfrenta a un panorama fiscal dif¨ªcil, con un d¨¦ficit que en 2011 seguir¨¢ cercano al 10%, el doble que en la zona euro. Sin embargo, la Administraci¨®n de Obama acaba de anunciar un nuevo paquete de est¨ªmulo fiscal, en una acci¨®n que muchos han caracterizado como una respuesta a la debacle electoral de las recientes elecciones. La realidad es que en las ultimas d¨¦cadas en EE UU ning¨²n Gobierno ha requerido un esfuerzo de sus ciudadanos: la ¨²ltima vez que se aumentaron los impuestos, y muy t¨ªmidamente, fue a principios de los a?os noventa. Seg¨²n algunas proyecciones, la deuda publica estadounidense alcanzar¨¢ el cien por cien del PIB en un futuro pr¨®ximo, pero no parece que su sistema pol¨ªtico est¨¦ dispuesto a remediarlo en ausencia de una crisis. Los republicanos se oponen a aumentar los impuestos y quieren recortar el gasto, los dem¨®cratas se oponen a recortar el gasto o las prestaciones sociales, y ambos quieren reducir el desempleo para mejorar sus perspectivas electorales. El inmovilismo es profundo y, mientras tanto, el problema crece.
Esta combinaci¨®n de pol¨ªticas expansivas obsesionadas con acelerar la recuperaci¨®n, liderazgos pol¨ªticos d¨¦biles y controles de capital pueden generar escenarios muy vol¨¢tiles en el futuro que pueden alternar largos periodos de expansi¨®n facilitados por el deseo de los Gobiernos de acelerar la recuperaci¨®n con momentos de alta turbulencia y correcciones r¨¢pidas y violentas en los mercados. La prudencia ser¨¢, con toda seguridad, buena consejera.
?ngel Ubide es investigador visitante del Peterson Institute for International Economics en Washington.
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