Todo mental
El arte es una cosa mental, dijo Da Vinci. El tiempo y el espacio tambi¨¦n son pautas de la mente, excipientes est¨²pidos de la naturaleza, que el tren de alta velocidad trata de aniquilar en este trayecto de Madrid a Valencia, reci¨¦n inaugurado. En una cabecera de este viaje est¨¢n las Meninas de Vel¨¢zquez y el Jard¨ªn de las Delicias de El Bosco, en la otra los ni?os desnudos de Sorolla con el sol resbalado en la piel ba?¨¢ndose en el mar. En s¨®lo hora y media este tren te llevar¨¢ desde el Guernica de Picasso al perfume de algas y salmonetes de una sobremesa con el oleaje a tus pies como homenaje, o te devolver¨¢ desde la Malvarrosa azul a los musicales de la Gran V¨ªa y a las noches ciegas de Madrid. En esta fusi¨®n del tiempo y el espacio ser¨¢n una misma conquista los parasoles de la playa, las colas del museo del Prado, las mecedoras blancas, los conciertos en el pabell¨®n de deportes, la sombra de una parra, las tabernas castizas del Rastro, las paredes de cal con persianas verdes, los bikinis de flores y las citas de fulgurante amor al mediod¨ªa de una a otra parte. Durante el trayecto, en el silencio del convoy, puede suceder cualquier calamidad. Mientras uno lleva el ba?ador en la bolsa y sue?a con los bueyes rubios de Sorolla y las barcas de pesca con velas color mostaza e imagina a unas mujeres deslumbradas esperando en la orilla a los marineros puede que en el asiento de al lado una se?ora por el m¨®vil le cuente con todo pormenor a su prima del pueblo la operaci¨®n de ves¨ªcula que acaba de sufrir. "Hija, todav¨ªa me supuran los puntos, no te digo m¨¢s". Puede que mientras uno piensa que pronto volver¨¢ a extasiarse ante el cuadro de las Lanzas, la Maja Desnuda y el autorretrato de Durero, un ejecutivo de medio pelo le narre a un socio en voz alta por tel¨¦fono los detalles del negocio que est¨¢n urdiendo a medias con dinero negro. "Si ese cabr¨®n de concejal traga, esta vez, t¨ªo, nos forramos". Un tren que arranca hacia el mar desde el museo del Prado y vuelve desde el horizonte cargado con aroma de erizos hacia el adusto caballero espa?ol de la Mano en el Pecho es aquella cosa mental, de la que hablaba Leonardo da Vinci. Hace mucho tiempo imagin¨¦ que el mar perdido de mi infancia romper¨ªa un d¨ªa contra un ventanal del Caf¨¦ Gij¨®n. Ese milagro ha sucedido.
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