?Viajeros al tren!
"Por aquellos d¨ªas se promulg¨® un edicto de C¨¦sar Augusto, mandando empadronar a todo el mundo. Este fue el primer empadronamiento hecho por Cirino, gobernador de Siria. Y todos iban a empadronarse, cada cual a su ciudad. Jos¨¦ subi¨® tambi¨¦n de Galilea de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Bel¨¦n: pues era de la casa y familia de David, para empadronarse, con Mar¨ªa, su esposa, la cual estaba encinta" (v¨¦ase Lucas 2, 1-5). Y en esas estamos desde entonces, volviendo a casa por Navidad. Esta vez lo haremos bajo la cobertura del estado de alarma prorrogado para evitar que los controladores vuelvan a las andadas del puente de la Constituci¨®n y cierren el espacio a¨¦reo impidiendo que cumplamos.
El hecho a superar es que un peque?o y privilegiado colectivo de poco m¨¢s de 2.000 controladores nos tienen en un pu?o a su merced. La situaci¨®n viene de muy atr¨¢s. Al menos de 1999 cuando un Gobierno del Partido Popular entreg¨® a este grupo que como siempre amenazaba la organizaci¨®n de esas tareas, el establecimiento de los turnos, el c¨®mputo de las horas regladas y de las extras, el reclutamiento, la instrucci¨®n, la habilitaci¨®n de los aspirantes a ejercer configurando una anomal¨ªa que se ha ido disparando hasta extremos de extorsi¨®n a la empresa que los contrata, AENA, con el resultado de convertir en rehenes a los pasajeros como se ha comprobado tantas veces. Hab¨ªamos llegado a un punto improrrogable para un Gobierno que se tuviera por tal. Por eso la declaraci¨®n del "estado de alarma". Fue una prueba de poder sin duda leg¨ªtima. La pr¨®rroga, acordada por el Congreso de los Diputados, tal vez necesaria, ha sido por el contrario una prueba de impotencia.
Porque a todos aquellos controladores del turno de la tarde que desertaron de sus puestos en las torres y obligaron al cierre del espacio a¨¦reo espa?ol se les deber¨ªa haber aplicado la Ley de Navegaci¨®n A¨¦rea para quedar despedidos de modo autom¨¢tico sin perjuicio de las responsabilidades civiles y penales que, adem¨¢s, les fueran exigibles ante los tribunales. Se nos dir¨¢ que su relevo entra?a dificultades y requiere tiempo. Pero la eventualidad de ese comportamiento salvaje deb¨ªa estar considerada de antemano y adem¨¢s la merma de los efectivos hasta su reposici¨®n reglada tendr¨ªa que haberse podido afrontar. Primero con la habilitaci¨®n de controladores militares, segundo con el cierre de los aeropuertos redundantes en ciudades conectadas por ferrocarril y l¨ªneas de autobuses. En resumen, viajeros al tren. Habr¨ªamos hecho as¨ª un interesante ejercicio alternativo en un pa¨ªs donde la proliferaci¨®n de aeropuertos es un verdadero sin sentido. Un despilfarro que bajo las nuevas condiciones de la crisis va a resultar insostenible, como tambi¨¦n la multiplicaci¨®n de las universidades.
A todos nos gustar¨ªa vivir como vivimos pero pudiendo y sucede que semejante aspiraci¨®n ha dejado de ser viable. En todo caso, volver a la negociaci¨®n del convenio como si nada hubiera ocurrido es un dislate que envalentona a los sediciosos. La apuesta por el ferrocarril es una anticipaci¨®n estrat¨¦gica no solo para el transporte de viajeros sino tambi¨¦n para el de mercanc¨ªas. El AVE se ha convertido en una ventaja comparativa de nuestro pa¨ªs, de la que nos sentimos orgullosos, como acabamos de comprobar en la inauguraci¨®n del enlace Madrid-Valencia, pero en el transporte de mercanc¨ªas por ferrocarril nuestra situaci¨®n es penosa y apenas alcanza un tercio del promedio de las que se transportan por ese sistema en los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea.
Pero volvamos al primer vuelo del AVE a Valencia con los Reyes, el presidente del Gobierno, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, el ministro de Fomento, Jos¨¦ Blanco, el l¨ªder de la oposici¨®n, Mariano Rajoy, y los presidentes de las comunidades aut¨®nomas y los alcaldes de ambas capitales. Debieron ser 95 minutos inolvidables. Por una vez todos en tregua, desplaz¨¢ndose a velocidades cercanas a los 300 kil¨®metros por hora. Aquello pod¨ªa dar la impresi¨®n de que ¨¦ramos un pa¨ªs donde todos sum¨¢bamos en la direcci¨®n conveniente para resolver los problemas y ganar un horizonte de salida de la crisis. Exactamente lo contrario de lo que vemos todos los d¨ªas cuando el Gobierno parece encantado de tener enfrente la peor de las oposiciones posibles, convencido de que ese comportamiento le devolver¨¢ el voto que se ha enajenado con sus errores, y cuando la oposici¨®n apuesta al cuanto peor, mejor. Como si el empeoramiento de todas nuestras constantes vitales y de nuestra estima exterior acelerara el relevo y les garantizara el acceso a La Moncloa. Es como si nadie recordara aquello de que con las cosas de comer no se juega. Veremos.
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