Dictador en ejercicio
Europa no puede apuntalar a Lukashenko tras la nueva y violenta farsa electoral en Bielorrusia
Alexandr Lukashenko lleva 16 a?os encarcelando a sus oponentes, silenciando a los medios de comunicaci¨®n t¨ªmidamente cr¨ªticos y gobernando la ex rep¨²blica sovi¨¦tica de Bielorrusia como lo har¨ªa el antiguo jefe de una granja colectiva. El dictador bielorruso, caritativamente calificado hace pocos a?os por Washington como el ¨²ltimo de los de su especie en Europa, ha decidido falsificar una nueva elecci¨®n presidencial y reelegirse para un cuarto mandato. Raramente un aut¨®crata renuncia de buen grado al control absoluto del poder.
Los observadores de la OSCE presentes en Bielorrusia consideran fraudulentos los comicios en los que Lukashenko ha obtenido alrededor del 80% de los votos, descalific¨¢ndolos como el supuesto punto de partida de una nueva etapa. La UE y Estados Unidos han condenado la brutalidad de las fuerzas de seguridad contra los miles de opositores que protestaban por el pucherazo en Minsk y el encarcelamiento arbitrario de centenares de ciudadanos, entre ellos varios candidatos electorales. Solo Mosc¨² guarda silencio sobre la represi¨®n en el territorio que le sirve de tap¨®n con la OTAN y de tr¨¢nsito para su gas en ruta hacia Europa. El presidente Medv¨¦dev se ha limitado a constatar que las ama?adas elecciones presidenciales son asunto interno de un pa¨ªs independiente.
Bielorrusia, 10 millones de habitantes emparedados entre Rusia y la Uni¨®n Europea, ha sido bajo el f¨¦rreo control de Lukashenko el m¨¢s estrecho aliado de Mosc¨², que ha sostenido la econom¨ªa dirigida de su vecino con gas barato y petr¨®leo libre de impuestos. El Kremlin ha ido enfriando paulatinamente ese idilio, ahora con altibajos, despu¨¦s de algunas salidas de tono de su protegido; entre ellas, el rechazo a reconocer la independencia de las rep¨²blicas secesionistas de Osetia del Sur y Abjazia -dogma para Mosc¨²- o sus presiones para seguir obteniendo gas a precios de ganga.
Este distanciamiento relativo de su hist¨®rico valedor ha sido el detonante para que Minsk se haya vuelto hacia Europa como fuente financiera alternativa, una Europa que ha manifestado su disposici¨®n a ayudar a la fronteriza Bielorrusia a cambio de democratizaci¨®n, transparencia y libertades. Si el juicio de la OSCE sobre la farsa electoral del domingo y su violencia es un elemento crucial a la hora de adoptar una decisi¨®n, la UE debe mantener cerrada la puerta a Lukashenko.
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