?Aumentar la edad legal de jubilaci¨®n?
El retraso es una medida injusta y enga?osa. Injusta, porque afectar¨¢ sobre todo a los trabajadores m¨¢s pobres. Enga?osa, porque sus efectos sobre las cuentas ser¨¢n muy limitados. Y no mejorar¨¢ el desempleo
La reforma consistente en aumentar la edad legal de jubilaci¨®n no suscita ning¨²n entusiasmo entre los trabajadores, principales interesados, seg¨²n han manifestado repetidamente las organizaciones que los representan. Obtiene, por el contrario, un apoyo entusiasta por parte de un selecto grupo de economistas y de las patronales. Una medida controvertida, por tanto, que, salvo acuerdo entre los agentes sociales, actualmente improbable, se impondr¨¢ por decreto, porque, se dice, es necesaria.
?Es realmente necesaria? Una medida lo es si su adopci¨®n resuelve al menos un problema, sin provocar excesivos da?os colaterales. ?A qu¨¦ problemas dar¨ªa soluci¨®n esta reforma? Pasemos revista a los que se citan con m¨¢s frecuencia.
Nada justifica las prisas para hacer unos cambios que ni tan siquiera calmar¨¢n a los mercados
Los pobres viven menos que los ricos. El retraso en el retiro perjudica a los m¨¢s desfavorecidos
A mayor esperanza de vida, m¨¢s trabajo. Una idea muy extendida es que las dificultades de los sistemas de pensiones provienen exclusivamente de la demograf¨ªa. Un ministro de Trabajo franc¨¦s lo expres¨® hace poco con la m¨¢xima brevedad y contundencia: "A problema demogr¨¢fico, soluci¨®n demogr¨¢fica". Siendo el "problema", el aumento de la longevidad.
Es cierto que vivimos m¨¢s a?os y es muy probable que la esperanza de vida despu¨¦s de los 65 a?os siga aumentando. El INE anticipa que la de los hombres pasar¨¢ de los 17,8 a?os actuales a 21,9 a?os en 2048, y la de las mujeres de 21,8 a 26,2 a?os.
?Qu¨¦ sociedad es la nuestra, que puede transformar uno de los mayores logros de la humanidad en un problema? Es evidente que se pueden plantear diversas formas de distribuir el tiempo del que dispondremos. ?Cu¨¢nto vamos a dedicar a trabajar m¨¢s y cu¨¢nto a ocio, a la familia, a la colectividad o al enriquecimiento personal? Es una cuesti¨®n importante, que exigir¨ªa un debate en la sociedad para contrastar las preferencias individuales, las consecuencias sociales y los costes de las diferentes opciones; que exigir¨ªa tambi¨¦n soluciones que respetaran la libertad de elegir y las diferencias de penosidad y de apego al trabajo concreto de cada uno.
Tengo amigos catedr¨¢ticos que pelean en los tribunales su derecho a seguir trabajando despu¨¦s de los 70 a?os y otros, en diversas profesiones, que, con solo algo m¨¢s de 50, sue?an con una jubilaci¨®n anticipada.
Evitar el d¨¦ficit del sistema p¨²blico de pensiones. El problema es potencial, es decir, que se pretende evitar o reducir un posible d¨¦ficit futuro. Porque, en estos momentos, no existe d¨¦ficit y disfrutamos de uno de los sistemas de pensiones m¨¢s saneados y mejor gestionados de toda la Uni¨®n Europea. Italia y Francia, por ejemplo, est¨¢n en peor situaci¨®n, tanto en presente como en perspectivas de futuro, lo que, curiosamente, no parece inquietar a los mercados.
El d¨¦ficit es potencial, como lo era en 1995, pero admitiendo que pueda darse, su causa principal no ser¨ªa la mayor longevidad, responsable solo de aproximadamente el 16% del crecimiento de la poblaci¨®n de 65 o m¨¢s a?os de aqu¨ª a 2049. El aumento futuro de la poblaci¨®n mayor se explica, sobre todo, porque ir¨¢n llegando a la jubilaci¨®n las generaciones numerosas nacidas entre 1950 y 1976, ¨¦poca de alta fecundidad en Espa?a. Se trata de personas que han cotizado normalmente, de acuerdo con las reglas que imperaban cuando eran activos, que han cumplido su parte del contrato entre generaciones y que ahora pueden ver frustradas sus leg¨ªtimas expectativas. Romper el pacto generacional, del que el Estado es garante, es una cuesti¨®n importante, que debe ser tratada con suma precauci¨®n.
Cuando las personas que llegar¨¢n a la jubilaci¨®n en los pr¨®ximos a?os trabajaban, cotizaban en funci¨®n de la proporci¨®n de mayores, entonces inferior a la de ahora. En un sistema de capitalizaci¨®n hubieran tenido que contribuir bastante m¨¢s, lo que hubiera provocado una presi¨®n al alza de los salarios, con efectos negativos sobre la competitividad de las empresas espa?olas. Incluso, en el improbable supuesto de que los trabajadores hubieran sido los ¨²nicos beneficiarios de la menor cotizaci¨®n, el efecto sobre la demanda, debido a su elevada propensi¨®n al consumo, beneficia a la econom¨ªa espa?ola.
Algunos economistas (como R. Lee y A. Mason) han estudiado los periodos en los que la carga de dependientes crece menos que la de los activos, lo que ha ocurrido en buena parte de la vida laboral de los que ahora se jubilan, y acu?ado el t¨¦rmino de "dividendo demogr¨¢fico" para designar los efectos positivos que esta situaci¨®n produce sobre el crecimiento econ¨®mico.
Es la medida de mayor eficacia. El argumento de la eficacia es de los m¨¢s utilizados cuando el objetivo es reducir el d¨¦ficit. Si aumenta la edad de jubilaci¨®n, disminuye el gasto, porque se reduce el n¨²mero de jubilados, y aumenta la recaudaci¨®n porque las personas de 65 y 66 a?os pasan de jubilados a cotizantes. No hay duda de que el gasto se reduce.
Por ejemplo, si los hombres se jubilaran a los 67 en vez de a los 65 a?os, en las condiciones actuales casi todos ver¨ªan reducida su pensi¨®n en aproximadamente un 11% (dos de los casi 18 a?os de media que les queda por vivir a los 65 a?os). Se trata de un valor promedio: perder¨¢ una proporci¨®n mayor de la jubilaci¨®n quien viva menos que la media y menor quien supere la media.
Esta circunstancia no ser¨ªa contraria a la equidad si las diferencias de mortalidad fueran aleatorias, es decir, si cada uno tuviese inicialmente (a los 65 a?os) la misma probabilidad de morir a cada edad: todo depender¨ªa entonces del destino.
Pero sabemos que no es as¨ª; existen diferencias apreciables de esperanza de vida seg¨²n la categor¨ªa social. Los pobres viven menos que los ricos y el aumento de la edad de jubilaci¨®n es una medida que perjudica m¨¢s a los m¨¢s desfavorecidos. Como, adem¨¢s, suelen tener pensiones m¨¢s bajas, el ahorro real resultar¨¢ menor que el estimado sin tener en cuenta las diferencias de mortalidad.
En cuanto a los ingresos, aumentar¨¢n si aumenta el n¨²mero de ocupados que pueden cotizar. Tiene que haber trabajo para los que retrasan la jubilaci¨®n sin generar paro en otros grupos de edad, para lo que ser¨ªa necesario crear unos 500.000 nuevos puestos de trabajo, con los datos de 2010 (admitiendo una tasa de empleo del 60% entre 65 y 67 a?os) llegando hasta 730.000 en 2049.
Por tanto, parte del efecto que se atribuye al retraso de la edad de jubilaci¨®n depende, en realidad, de la posibilidad de crear empleo. Alejar la jubilaci¨®n no crea empleo autom¨¢ticamente y, teniendo en cuenta que en Espa?a los niveles actuales de paro y de inactividad son muy elevados, las empresas no encontrar¨ªan obst¨¢culos, por el lado de la oferta, para crear empleo, se retrase o no la edad de jubilaci¨®n. La rebaja de las pensiones futuras queda como el ¨²nico efecto claro de la reforma propuesta.
El retraso de la edad de jubilaci¨®n puede ser una medida injusta, y resulta adem¨¢s enga?osa, porque sus efectos sobre el d¨¦ficit son m¨¢s limitados de lo que se dice, al reducir las pensiones m¨¢s bajas y al no incluir los ingresos generados por un hipot¨¦tico aumento del n¨²mero de cotizantes, que en ning¨²n caso se deriva de la reforma.
?Y los mercados? Hasta ahora, no han reaccionado en el sentido esperado ante las medidas de ajuste en nuestro pa¨ªs, o en otros, igualmente objeto de la atenci¨®n preferente de los especuladores. Resulta poco cre¨ªble que el anuncio de que nos vamos a jubilar dos a?os m¨¢s tarde vaya a lograr el milagro de aplacar a la fiera.
Reformemos el sistema de pensiones, si es necesario, pero hag¨¢moslo sin excesivas prisas, porque nada justifica la urgencia, con transparencia sobre sus efectos, con debate y acuerdo social y no a base de infundir miedo mediante enga?os o medias verdades y de denigrar injustamente nuestro sistema p¨²blico actual, socavando su credibilidad.
Juan Antonio Fern¨¢ndez Cord¨®n es dem¨®grafo y economista.
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