4.591 almas
En Xente de orde. O consentimento cara ao franquismo en Galicia ( Ana Cabana. TresCtres, 2009 ) puede leerse "las v¨ªctimas totales de la represi¨®n entre 1936 y 1939, ya fuese por muerte o enjuiciamiento, fueron 11.911. El total de v¨ªctimas con resultado de muerte fue de 4.591. M¨¢s de mil v¨ªa ejecuci¨®n de condena a pena de muerte, y m¨¢s de 3.200 mediante muerte extrajudicial". En el mismo libro se nos informa, en un anexo, de que el porcentaje mayor de fusilados -un 48'5%- ten¨ªa entre 19 y 30 a?os, y que de ellos la mitad eran de extracci¨®n popular y la otra mitad pertenec¨ªan a las clases medias. Como la poblaci¨®n de Galicia era en ese momento cercana a los 2.400.000 habitantes, puede colegirse que en esos tres a?os el r¨¦gimen fusil¨®, encarcel¨® y castig¨® a una cifra nada desde?able de gente, tomando en cuenta la inexistencia de frentes militares.
Esa gente fusilada constitu¨ªa un capital social que se perdi¨® por los sumideros de la historia
Son datos fr¨ªos, que exhiben por s¨ª mismos lo cruenta y desgarradora que fue la guerra civil aqu¨ª, en la retaguardia del franquismo. Y no solo eso: ese 47% de fusilados pertenecientes a las clases medias nos indican que Galicia estaba experimentando un per¨ªodo de enorme aceleraci¨®n social. Lo que se trunc¨® fue la modernizaci¨®n del pa¨ªs, que estaba todav¨ªa entre mantillas. Por oposici¨®n a Catalu?a o el Pa¨ªs Vasco, sociedades ya industrializadas, y en las que la vuelta atr¨¢s no era del todo posible, el franquismo supuso para Galicia el descabezamiento de una posibilidad hist¨®rica. Esa gente que fue fusilada, humillada o enviada al exilio constitu¨ªa un enorme capital social que se perdi¨® por los sumideros de la historia a mayor gloria de ricos de toda la vida, como Barri¨¦ de la Maza -uno de los mayores financieros de Franco, con Juan March-, o de las nuevas clases pudientes que el franquismo cre¨® y amamant¨®. El vac¨ªo siempre lo llena alguien, con m¨¢s o menos conciencia.
Pero leamos A Segunda Rep¨²blica en Galicia (Emilio Grand¨ªo. NigraTrea, 2010). Las fotos de eventos y m¨ªtines, muy numerosas, muestran que antes del desastre el viejo pa¨ªs de granito se hab¨ªa puesto a andar. Un dato: a comienzos de 1936 los anarquistas superaban los 12.000 afiliados solo en Coru?a. Por su parte el republicanismo burgu¨¦s no era una estatua de sal, sino muy activo como ya lo fuera en el advenimiento de la Rep¨²blica con el Pacto de Lestrove. Emilio Grand¨ªo nos informa de los resultados electorales, al tiempo que realiza un an¨¢lisis poco complaciente de lo que fue la experiencia republicana. Por supuesto, los partidos que ganaban las elecciones eran o bien la ORGA de Casares Quiroga, o el PRR, el republicanismo moderado y lerrouxista, m¨¢s bien que los de la derecha agrupada en la CEDA, de fuerte inspiraci¨®n clerical. El PSOE o el PG ten¨ªan resultados relativos. En las de 1936, que dieron el triunfo al Frente Popular, Ourense fue la excepci¨®n a la victoria de las izquierdas.
As¨ª que la magnitud de la represi¨®n no fue un error. Nadie describi¨® mejor aquellos a?os que Castelao en sus ¨¢lbumes Galicia m¨¢rtir y Atila en Galicia. Verlos es saber lo que cuesta la libertad, y qui¨¦n la escarneci¨®. Lo que vino despu¨¦s fue el miedo. Cualquiera pod¨ªa ser denunciado, y apenas s¨ª hab¨ªa l¨ªmites para lo que el r¨¦gimen -en eso consiste el fascismo- se permit¨ªa a s¨ª mismo. No es raro que todo el espacio lo ocupase un largo, triste, mesto silencio. Tambi¨¦n en la Universidad, en la que la depuraci¨®n del profesorado se combin¨® con la promoci¨®n de los vinculados al falangismo o, m¨¢s tarde, al Opus. Legaz Lacambra, catedr¨¢tico de Derecho y camisa vieja, fue el rector m¨¢s duradero en su puesto. Quien repase la lista de los nombres afectos a Falange -Moralejo, Garc¨ªa-Rodeja, entre los m¨¢s ilustres- entender¨¢ hasta qu¨¦ punto esa generaci¨®n le dio la impronta a la USC durante un largo per¨ªodo. Nadie lo ha estudiado mejor que Ricardo Gurriar¨¢n en Ciencia e conciencia na Universidade de Santiago (Publicaci¨®ns da USC, 2006).
Pero no hay mal que cien a?os dure. Y en otro libro (Inmunda escoria. Xerais, 2010) Gurriar¨¢n ha narrado la aparici¨®n de la contestaci¨®n estudiantil y el punto ¨¢lgido que alcanz¨® con las protestas de 1968. Con esas movilizaciones los estudiantes se pon¨ªan en l¨ªnea con su tiempo, en el que de Berkeley a Par¨ªs un nuevo esp¨ªritu juvenil se impon¨ªa. En la oposici¨®n a la dictadura y en el impulso revolucionario se forjaba, por una de esas paradojas a las que nos ha acostumbrado la historia, el deseo de entroncar con aquella modernidad burguesa, frustrada por la derrota de la Rep¨²blica. La vindicaci¨®n de la democracia era una plegaria apropiada por las 4.591 almas asesinadas. Pero no debe pensarse que todo, o todos, cambiaron. A la vista de una foto publicada en El Correo Gallego e incluida en Inmunda escoria en la que puede verse una reciente reuni¨®n de antiguos miembros del SEU -el sindicato de estudiantes del r¨¦gimen- uno se pregunta cu¨¢l habr¨¢ sido su evoluci¨®n, si es que han evolucionado.
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